JAMAS LA LIBERTAD SE GANÓ EN LAS URNAS - LOS BIENES MAS PRECIADOS SON LA VIDA Y LA LIBERTAD - EJERCER EL PODER CORROMPE, SOMETERSE AL PODER DEGRADA (BAKUNIN) - SINDICATO OFICIOS VARIOS CNT-AIT PUERTO REAL - LA EMANCIPACION DE LOS TRABAJADORES SERÁ OBRA DE ELLOS MISMOS Ó NO LO SERÁ-

BIOGRAFIAS

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IN MEMORIAM, PRO PRAESENTIA TUA.

Otro gran valor del anarcosindicalismo nos abandona:
JUAN GÓMEZ CASAS
(Septiembre, 2001)

Nos dejó en Madrid, el 28 de agosto pasado, después de haber iniciado su viaje por los suelos de la Tierra en el Burdeos francés de 1921, en el seno de una familia obrera y luchadora, con la que vino, en su regreso a España, a la instauración de la II República y donde comenzó sus primeras armas en la lucha social, acompañando a su padre, miembro activo de la CNT, y militando en las Juventudes Libertarias, desde las que, ya a sus 17 años, su impaciencia de luchador le llevó a enrolarse voluntario, durante la Guerra Civil, en la Brigada Mixta 39 y a continuar, después de la derrota, en la lucha clandestina, que se enfrentaba a los horrores de la dictadura franquista, en tareas de coordinación organizativa y producción y difusión de prensa anarquista. En esa brega y siendo Secretario General de las Juventudes Libertarias y del Comité Peninsular de la FAI, cargos para los que había sido nombrado en julio de 1947, en los plenos nacionales de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y de la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias), cuando regresaba, en enero de 1948, de una visita al exilio, es apresado y, en julio de ese año, condenado a 30 años de cárcel, de los que cumpliría encerrado más de la mitad. Estos largos años de encarcelamiento, en San Miguel de los Reyes, y en los penales de Ocaña y Burgos, fueron aprovechados por él de la manera más productiva que podría hacerse, en el cultivo de su excepcional inteligencia, durante largas horas de reflexión y aprendizaje, allegando materiales, haciendo ordenaciones críticas de textos y de hechos y disponiendo ideas, planteamientos y discursos, con lo que mejor pudiera servir, y de hecho sirvió, a la clarificación, consolidación y desarrollo del movimiento libertario.

Excarcelado en 1962, pasa, en el mundo del trabajo, por diversos oficios a los que la necesidad le obliga, por el suyo propio de pintor y por el de contable de un hotel madrileño, pero su tarea fundamental, la que en sí llevaba por capacidad intelectual y por vocación y conciencia libertaria, fue la de escribir. En este quehacer, un autodidacta profundo como él no podía por menos de chocar con el intelectualismo academicista del consabido lote de “cascanueces vacías” que, aupados en los consabidos pujos de cátedras imaginarias, le maltrataban críticamente o le “perdonaban la vida” como historiador, si bien otras muchas honestas gentes de la historiografía tuvieron y tienen en una alta estima la labor histórica y sociológica de nuestro Juan.

Como hombre de letras, Gómez Casas se mueve tanto en el campo de la creación, caso de Cuentos Carcelarios, como en el campo de la investigación histórica, de la divulgación y de la traducción, con una considerable cantidad de artículos escritos y más de cien libros traducidos, tarea en la que, con frecuencia, utiliza el seudónimo de Jacques de Gaulle, o en la escritura de prólogos e introducciones a libros de temática anarquista con el seudónimo de Benjamín.


La relación de sus obras podría, salvo error u omisión, rezar así: El ya citado Cuentos Carcelarios (Madrid, 1968), Los desheredados del Tío Sam (Madrid, 1968), Historia del Anarcosindicalismo español (Madrid, 1968), El Apocalipsis (Madrid, 1969), España 1970 (Toulouse, 1970), El Frente de Aragón (1973), Sociología e Historia (Madrid, 1973), La Primera Internacional en España (Madrid, 1974), La Política española y la Guerra Civil (Madrid, 1974), Situación límite (Madrid, 1975), Autogestión en España (Madrid, 1976), España ácrata. Inventario al día (Caracas, 1976, con Carlos Rama como coautor), Los Anarquistas en el Gobierno (Barcelona, 1977), Historia de la FAI (Madrid, 1977), Anarquismo y Federalismo (Madrid, 1983), Los Cruces de caminos (Madrid, 1984), Relanzamiento de la CNT 1975-1979, con un epílogo hasta la primavera de 1984 (Madrid-Paris, 1984), Las horas decisivas de la guerra civil. Nacionalimperialismo y movimiento obrero en Europa, hasta después de la Segunda Guerra Mundial (Móstoles, 1985), Sociología del anarquismo hispánico (Madrid, 1988).

Su tarea de articulista y difusor de ideas es igualmente de una riqueza extraordinaria, como puede constatarse en sus colaboraciones en Cambio 16, en Triunfo, en EL PAÏS, en Sindicalismo, en Historia Libertaria, en Castilla Libre, en CNT, en Espoir, en Frente Libertario, en Solidaridad Obrera, en Tierra y Libertad de México, en Umbral, en La Voz confederal de Rubí. Fue redactor-colaborador de la revista Adarga, cuya temprana, casi inmediata, desaparición truncó una fértil y gran esperanza de muchos confederales convencidos de que constituía un gran proyecto. Colaboró también en La Historia de Abad, en fascículos.

En la década de los setenta, se convierte en el representante más caracterizado y portavoz más adecuado de la CNT, en el crucial momento de su espectacular despegue. Fue el primer Secretario general de la CNT, todavía en los difíciles momentos de una semi-clandestinidad y permisividad limitada (julio-agosto de 1976), y se mantuvo en el cargo, hasta que, por insistencia suya, muy respetuoso él de los plazos confederales, fue sustituido en abril de 1978. Su Secretariado fue profundamente eficaz y feraz en todos los órdenes, presidiendo un gran momento de la Organización en expansión e incidencia social. Fue el Secretariado de los grandes mítines de San Sebastián de los Reyes, de la Plaza de Toros de Valencia y del Montjuich barcelonés, y, asimismo, de aquellas riquísimas Jornadas Libertarias que llenaron de vida, ideas y alegría el Cine Princesa, Las Ramblas barcelonesas y el Parque Güell, en los esperanzadores momentos del julio de 1977.

Su gran clarividencia para el análisis de situaciones concretas, su profunda capacidad de visión para enjuiciar la distancia o relación de los sucesos político-sociales cotidianos con las exigencias derivadas de los principios libertarios y sus tácticas y estrategia, para deducir de ello la posición correcta de la Organización, fue realmente providencial para la CNT, sobre la cual, ante su negativa a la integración en el sistema, da ahora comienzo el gran acoso gubernamental, mediático, no digamos ya eclesiástico y del conjunto de partidos y formaciones que nutrieron la transición y se nutren de la misma: los Pactos de la Moncloa, el crimen de Estado del “Caso Scala”, el asesinato de Agustín Rueda a manos funcionarios de prisiones, las elecciones sindicales como estrategia de traslación del parlamentarismo a la empresa y la consiguiente anulación del protagonismo obrero, las políticas de pactos sociales, el Estatuto del Trabajador, las maquinaciones de Martín Villa en la preparación del socavamiento ideológico de la CNT y de la escisión encaminada a la obtención de una CNT “puramente “sindicalista”, a su medida....

Fue, precisamente en estos momentos, cuando nuestro Juan desplegó una energía indomable, concretada en su comparecencia y enfrentamiento en todos los lugares de la confrontación: artículos de refutación y clarificación, debates públicos, tribunas universitarias, escolares, vecinales, obreras. Prácticamente, toda la geografía del Estado español fue literalmente pateada por Gómez Casas. Desde la Línea andaluza al norteño Bilbao, desde el rincón mediterráneo de Alicante o Murcia a los aires galaicos, fueron muchos, muchísimos los pueblos que escucharon su palabra, las gentes obreras con las que convivió y debatió, y su voz se dejó también escuchar, plena de sentido y rica de orientación, en los ámbitos de la Mutualité parisina o en las tribunas de nuestro exilio confederal de Toulouse o Burdeos. Dondequiera que hubiera CNT y sus problemas, allí estaba Juan.

Una de las facetas de mayor resalte en Juan Gómez Casas fue la profunda internalización de la esencia revolucionaria del anarquismo en general y del anarcosindicalismo en concreto, su fina sensibilidad para percibir cualquier forma de reformismo y para visualizar el crucial peligro que tales apariciones representaban para el ser y el existir del mundo libertario en general y de la Confederación en concreto. Lo fue ya en la detección de la postura correcta durante la escisión de 1945 en el exilio confederal y su repercusión en España, con su adscripción a las Juventudes Libertarias de Centro, de carácter antipolítico y anti-colaboracionista, y con su actitud crítica ante aquellos que, incluso después de la falsa “unidad” confederal fabricada en el Congreso de Lyon (1961), apenas si dos años más tarde y en nombre de la “eficacia”, conspiraban y maquinaban, cerca del ministro franquista José Solís y con Juan López, el ex-ministro cenetista de la guerra, a la cabeza, el pacto de los “cinco puntos”, aquellos cincopuntistas, marginados de la Organización, que poblaron el sindicato vertical franquista por apenas una docena de inútiles despachos y que recibieron, de  propina, una, igualmente inútil, cooperativa de tranvías en Valencia, sin ningún resultado positivo para la clase obrera, sino al contrario, y con gran escándalo de los trabajadores que veían, de este modo, cómo se ensuciaba el nombre de CNT.

Pero oigamos a Juan Gómez Casas, “Juanito”, como, cariñosamente, le llamaban los compañeros de Madrid, enfrentándose críticamente a tamaña maniobra: “Llegaron entonces a mis manos dos números de la revista Comunidad Ibérica, editada por Fidel Miró en Méjico, en los que se hacía una exposición favorable al pacto ya aludido. Creo que ésta se debía a compañeros exiliados, que, desde la lejanía, no comprendían la problemática y daban su visto bueno a algo que, según se les daba a entender desde Madrid, podía contribuir a forzar una apertura del régimen franquista. Ante la confusión reinante, envié un artículo a Fidel Miró...en el que intenté desmontar la argumentación de los favorables al pacto y presenté una visión diametralmente opuesta al mismo...Infería yo que la cobertura y el apoyo incondicional que se daba a aquel grupo [de Madrid] identificado [por los hombres del exilio partícipes en la maniobra] con “la militancia en general”, significaba una grave falta de consideración para los millares de hombres dispersos que jamás confiaron en la colaboración ni en el diálogo apuntado ni en la posibilidad de una democratización espontánea o inmanente de las instituciones franquistas, incluida la organización sindical. La mayoría, que estaba en contra, decía yo, creía que no podía haber garantía en ninguna ley promulgada por el régimen franquista, porque era un flagrante contrasentido que el Estado pudiera “dictar” una ley sindical y que de ese “dictado” pudieran derivar la democratización, la autonomía y la libertad de los sindicatos oficiales” (Los cruces de caminos, 1981, pág. 70).

También hay que resaltar la oposición de Gómez Casas al sindicalismo neutro. Dice él, refiriéndose críticamente a José Luis Rubio, defensor, en la revista Sindicalismo (números 4-5 de julio 1975) del sindicalismo político-reformista: “Dije que parecía cultivar conscientemente la confusión terminológica porque, en realidad, “sindicalismo a secas no quiere decir nada”. Éste puede ser, decía yo, como el actual de España, vertical, corporativo-fascista, o comunista, socialista, anarquista o católico. La gran incoherencia de Pestaña estuvo ya en 1927, cuando intentó hacer de la CNT un continente, es decir, algo susceptible de aceptar diversos contenidos, o ninguno; o lo que es igual, un sindicalismo neutro. Esta incoherencia dejó de serlo cuando, por fin en 1934, Pestaña enseñó sus cartas al crear el partido sindicalista... y fracasó estrepitosamente porque la CNT le volvió la espalda” (Los cruces de caminos, pág. 146-47).

Su honestidad intelectual y su respeto y defensa del ideario anarquista y anarcosindicalista le hizo enfrentarse a prohombres de la historiografía oficial que, al tratar los temas libertarios, deformaban gravemente su sentido. Dice de Antonio Elorza: “En el capítulo [se refiere a un artículo suyo, de Juan, en Triunfo], trato, implacablemente, el tratamiento elorziano, todas sus anfibologías, sutiles deformaciones, errores de interpretación...sus galimatías, al mezclar anarquismo, anarcosindicalismo, sindicalismo revolucionario, sindicalismo a secas, sindicalismo político etc.; su intento implícito de identificar a la CNT con ese sindicalismo a secas, cuando él sabe que las ideas-fuerza del anarquismo están en la CNT y por eso es anarcosindicalismo...” (Los Cruces de caminos, p. 158). O cuando manifiesta, con relación a L. Álvarez Junco: “A pesar de lo curioso del título del libro, A. Junco había escrito un texto aceptable sobre el anarquismo en España y ello le había puesto en cierta manera de moda en el instante mismo de la aparición del libro. Pero, en las numerosas apariciones públicas que haría, con posterioridad, en charlas y conferencias sobre el tema, empezó a marcar una postura crítica y un tanto denigratoria con relación a aquel mismo anarquismo, y ello le valió bastantes enfrentamientos en medios universitarios y culturales.” (Los Cruces p. 160).

Consciente de la utilización instrumental que de los términos libertarios se viene haciendo por parte de algunos, en una interesada práctica usurpatoria que apunta a alcanzar determinados beneficios materiales de carácter concreto, nos dice Juan: “No importa que algunos grupos, que, en el fondo, no son autogestionarios, inserten esa definición en sus programas. Las palabras tienen una dinámica interna que no se puede traicionar. Quienes no puedan explicar o desarrollar, satisfactoriamente, hasta sus últimas consecuencias, el concepto de autogestión quedarán atrapados en sus contradicciones...” (Historia de la FAI, 1977, pág. 299).

La situación de cese de Gómez Casas como Secretario General de la Confederación, en su primer mandato, fue de graves consecuencias por la calidad y comportamiento de su sucesor y por la detección de los “grupos paralelos de afinidad anarcosindicalista”, así como de otros tipos de penetración tanto en la CNT como en la FAI, conspiradores todos ellos en el interior de la Organización y preparadores de la inmediata escisión. Sin embargo, el cargo de director del CNT, para el que había sido nombrado (1980-81), le permitió jugar un papel de relieve en el desenmascaramiento de esta conspiración y en la calificación y definición de la misma. En su obra El relanzamiento de la CNT 1975-1979.- con un epílogo hasta primavera de 1984, desarrolla todos estos gravísimos problemas a los que se enfrentaba la Organización y que, “aunque el tronco de lo que constituye la esencialidad de CNT seguía resistiendo, los embates que le llegaban, uno detrás de otro, la afectaban gravemente”. Tal desarrollo Juan Gómez Casas lo lleva a cabo con esa pulcritud intelectual y ese acendrado espíritu militante que le acompañó en toda su existencia confederal y anárquica. Así, responde, en EL PAÍS de 30-4-79, a las tergiversaciones de Alfons Quintá (corresponsal del periódico), que insiste en la denominación de “anarcosindicalistas” para los autollamados “grupos de afinidad anarcosindicalista”, anunciando ya una escisión inminente, promovida por aquéllos de los que ya, después del Pleno Nacional de Regionales de la CNT, de 30-3 al 1-4 de 1979, que trata la cuestión, en un informe de la Secretaría de Organización del comité Nacional para la comisión investigadora del caso, se dice que “se proponen sustituir el anarcosindicalismo propio de la CNT por un sindicalismo revolucionario de orientación marxista, estrictamente limitado a cuestiones reivindicativas, meramente económicas”. Y recoge, allí, Juan un artículo de Beltza en el CNT nº 27, en el que, refiriéndose a las falsedades de Alfons Quintá y a sus falsos informadores, se hacía eco de la campaña orquestada, en connivencia con la prensa burguesa, que tendía a hacer creer que los por ellos denominados “puros”, o sea, los militantes que defienden la esencia de la Organización, eran un grupo de pasotas y terroristas que querían hacer de la CNT un grupúsculo violento.

 En definitiva, se preguntaba el autor: “¿Por qué tanto empeño por parte de la Prensa en identificar a los “puros” con terroristas y a los “paralelos” con auténticos sindicalistas?” (ver Relanzamiento..., pág. 201). Y veamos ya, por seguir delineando su perfil revolucionario, a Juan hablando de la sesión del viernes 13-12-79 del V Congreso: “Yo hablé de numerosas reuniones que se daban dentro y fuera de los límites del Congreso. Se confirmaba que el Secretariado permanente del Comité Nacional, por completo desentendido, desde la segunda o tercera jornada, de la suerte del Congreso, jugaba sus propias bazas, contactaba con elementos afines, proyectaba en el Congreso las alianzas que, en capítulos anteriores, empecé a referir como hipótesis, pero que ahora ya se confirmaban plenamente. Un grupo de sindicatos, conectado alrededor del Secretariado permanente del Comité Nacional, había llegado con propósitos preconcebidos de hacer prevalecer su visión de las cosas, o, por el contrario, romper el Congreso... Las reuniones por los pasillos y fuera del edificio se concretaron en una acción común definida, el viernes 13 por la tarde...Enterado del propósito que les guiaba, intenté disuadirlos, hablándoles de responsabilidad y de la posibilidad de arruinar el Congreso, pero fue inútil. Estaban dispuestos a llevar a cabo la última fase de un plan previsto de antemano y con anterioridad al Congreso.

Otros hechos posteriores al Congreso así lo confirmarían...Tres días después de abandonar el Congreso los 53 delegados, es decir, el lunes 17 de diciembre de 1979, el periódico Diario de Barcelona publicaba ya una nota suscrita por una “Comisión Técnica Impugnadora del V Congreso”, en la cual se daban las razones de la impugnación. Uno de los firmantes era Francesc Boldú, secretario de organización del secretariado permanente del comité nacional [saliente]. Es decir, se había aplicado, con la máxima diligencia, un plan previsto de antemano. Esto venía a confirmar que la delicada situación de la Organización, en todo este tiempo, con la primera culminación del ataque a los paralelos, no había resuelto, definitivamente, la problemática de la CNT” (Relanzamiento...pág. 228). Y termina Juan, refiriéndose a la pretensión “renovadora” de los escisionistas: “La CNT se ha renovado a sí misma de congreso a congreso, se ha ido enriqueciendo con la consideración de problemas aparecidos al hilo de la evolución y de los cambios experimentados en el mundo. Entonces, ¿qué quiere decir, en realidad, “CNT renovada” o “Renovación”?. ¿No querrá decir justamente lo contrario de lo que pretende?. Porque nosotros sólo podemos avanzar y profundizar en los problemas a partir de la esencialidad o razón de ser profunda de la CNT. ¿Qué quiere decir entonces paleo-anarquismo?. Dado que anarquismo sólo hay uno, no puede haber un anarquismo “renovado” que acepte el Estado o los chanchullos de los políticos, o un anarquismo que, para hacerse aceptar, tenga que renunciar a sus esencias. Este es el caso de CNT”.

Juan, íntimo Juan nuestro, queremos hablarte donde estés o estás, o sea, en el corazón de todos los hombres y mujeres que te han querido y acompañado y te siguen queriendo y acompañando. Juan, querido Juan, queremos conversar contigo, para que la memoria de ti no sea ausencia, puro expediente de células cerebrales pasado a la palabra hueca, sino activa presencia dentro de nosotros. Juan, amigo, ¿qué decirte? A veces, hasta las palabras dan asco. Así que, sólo gracias, gracias por tu luz y por tu ejemplo.

Extraído del libro: Reflexiones para la acción III, págs 121-129 de José Luis García Rúa


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Louise Michel
El 9 de enero de 1905 muere en Marsella (Provenza, Occitania) la escritora, poeta, educadora, communarde y militante y propagandista libertaria Clémence Demahis Michel, más conocida como Louise Michel - también bajo el seudónimo literario de Enjolras -, una de las figuras más importantes del anarquismo francés del siglo XIX. Había nacido el 29 de mayo de 1830 en el castillo de Vroncourt (Lorena, Francia) y era hija del señor, Charles-Étienne Demahis - o más probablemente de su hijo Laurent -, y de la joven sirvienta Marianne Michel. En el castillo recibió una buena instrucción liberal y, después de haber completado sus estudios en Chaumont, obtuvo el título de maestra. Escabulléndose de tomar juramento al Imperio para ocupar una plaza, en enero de 1853 abrió una escuela libre en Audeloncourt (champagne-Ardenas).
En 1855 inaugurará otra en la misma región, en Milliat, donde enseñará inspirada en los preceptos republicanos blanquistas y siempre bajo las reprimendas de las autoridades. En 1856 se instaló en París y continuó haciendo de maestra en la escuela dirigida por la señora Vollier, en la rue du Château-d'Eau, con quien establecerá lazos casi filiales. En estos años desarrolló una intensa actividad literaria, escribiendo en prosa, rimando poemas, algunos de los cuales remitirá a Victor Hugo, y colaborando en los periódicos de la oposición. También siguió varios cursos durante las noches y frecuentó animadas reuniones políticas, donde conocerá destacados revolucionarios, como Jules Vallès, Eugène Varlin, Rigault, Émile Eudes o Théophile Ferré, con quien se ligará sentimentalmente. A principios de 1869 ya toma parte activa en el naciente movimiento anarquista y en ese mismo año fue nombrada secretaria de la Sociedad Democrática de Moralización, cuya misión era ayudar a las obreras. El 12 de enero de 1870, vestida como un hombre y armada con un puñal, asistió, con unos 200.000 parisinos más, los funerales del periodista Victor Noir, asesinado por Pierre Bonaparte. Según los informes policiales, en esta época ya estaba afiliada a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT).
En noviembre de 1870 fue elegida presidenta del Comité Republicano de Vigilancia Ciudadana del XVIII Distrito parisino. En un París asediado, durante el día dirigía la escuela de la rue Houdon - externado que había fundado en 1865 y donde había creado una cantina para sus afamegats alumnos - y la noche frecuentaba las reuniones políticas, sobre todo en el Club de la Patria en Peligro. El 22 de enero de 1871, vestida con el uniforme de la Guardia Nacional, asistió a la manifestación en la plaza del Ayuntamiento contra el gobierno, el cual era acusado por los parisinos de inercia, de cobardía y de espíritu de capitulación . El 18 de marzo de 1871 participó activamente armas en el cuello, con los compañeros del Comité de Vigilancia de Montmartre, en la insurrección popular que acabará instaurando la Comuna de París, movimiento revolucionario en el que intervendrá como propagandista, como guardia del 61 Batallón , como enfermera de ambulancia y como asesora de instrucción y de educación, siempre defendiendo una enseñanza libre, las escuelas profesionales y los orfanatos laicos. Animó el Club de la Revolución, a menudo presidiendo las sesiones que se realizaron en la iglesia de Saint-Bernard de la Chapelle, y colaboró ​​en Le Cri du Peuple, de Jules Vallès.

Marchó a los frentes de Issy y de Clamart, donde combatió en primera línea y donde se dedicó también a reincorporar desertores. Durante la «Semana Sangrienta», con algunas decenas de compañeros de su batallón, disparó los últimos tiros en la barricada de la Chausée Clignancourt. Consiguió escapar de la represión de las tropas de Versalles, pero se entregó para liberar su madre que había sido tomada como rehén. Hasta su procesamiento pasó por diversas cárceles: Satory, Versalles, Arras, etc. Ante el VI Consejo de Guerra contó con los testimonios a su favor de los alcaldes de Vroncourt y de Audeloncourt y del delegado cantonal del XVIII Distrito parisino, pero de todas formas, el 16 de diciembre de 1871, fue condenada a la deportación en recinto fortificado . Después de estar cerrada durante veinte meses en prisión central de Auberive, fue embarcada el 24 de agosto de 1873 en el barco "La Virginie» y cuatro meses después abordaron en Nueva Caledonia. Como era connatural en ella, siempre rechazó cualquier trato de favor distinto del que se tenía a los hombres. En el archipiélago de la Melanesia se dedicó a instruir las nativas y apoyó la revuelta canaca del caudillo Atai de 1878 contra el colonialismo francés, contrariamente a algunos communards que participaron en su represión.
El 8 de mayo de 1879 la pena le fue conmutada a deportación simple y fue trasladada a Nouméa, donde retomó la enseñanza, por lo pronto con los niños de los deportados y luego como profesora de dibujo y de música en escuelas de señoritas. Tras rechazar medidas de gracia individuales, en julio de 1880 fue amnistiada con el resto de communards. El 9 de noviembre de 1880 llegó a la estación de Saint-Lazare de París, proveniente de Newhaven por Dieppe, donde le esperaba una multitud entusiasta. Desde su regreso a la metrópoli se declaró, y hasta su muerte, anarquista de manera contundente. Militante infatigable, realizó cientos de conferencias en Francia y en el resto de Europa (Reino Unido, Bélgica, Holanda, etc.). Entre el 14 y el 20 de julio de 1881 asistió al Congreso Anarquista Internacional de Londres que reivindicó la autonomía de las federaciones regionales y la consagración oficial de la propaganda por el hecho como medio más eficaz de emancipación de la clase trabajadora. El 8 de enero de 1882 fue detenida por ultraje a un agente en una manifestación en conmemoración del primer aniversario de la muerte de Blanqui y condenada a 15 días de prisión.
El 9 de marzo de 1883, blandiendo unos enaguas negras como bandera, encabezó, con Émile Pouget, una manifestación de desempleados desde la explanada de los Inválidos en la plaza Maubert, donde la policía la dispersó. Durante la manifestación dos hornos fueron asaltados y por este motivo fue perseguida, detenida y condenada, el 22 de junio de 1883, a seis años de prisión por «incitación al pillaje». Liberada el 14 enero de 1886 bajo la intervención de Clemenceau y de Rochefort, se convirtió en una figura líder del movimiento anarquista. El 3 de junio de ese año, con Jules Guesde, Paul Lafargue y el doctor Susini, realizó un gran mitin en solidaridad con los mineros huelguistas de Decazeville que habían sido juzgados responsables de la muerte del ingeniero Watrin y por el que fue condenada a cuatro meses de prisión por «insultos al gobierno", pero pudo beneficiarse de una remisión de la pena y fue liberada en noviembre. En enero de 1887 se pronunció contra la pena de muerte en general y en particular contra la del compañero Clemente Duval. En 1888, al tiempo que Joseph Tortelier, desencadenó una activa propaganda en favor de la huelga general, que asoció, en 1890, el Primero de Mayo. El 22 de enero de 1888, durante una conferencia en el Havre, un individuo le disparó dos tiros de revólver, aunque herida con una bala que siempre estará a su jefe, hará todo lo posible para obtener la gracia de su agresor.
A resultas de los disturbios del 1 de mayo de 1890 en San-Etiève y en Viena del Delfinado, tuvo que exiliarse en Londres, donde permanecerá hasta 1895 ligada a communards y anarquistas exiliados (Rochefort, Kropotkin, etc.) Y dirigiendo una escuela para los niños de los refugiados fundada por el Grupo Libertario de Lengua Francesa, que tuvo que cerrar debido a las provocaciones policíacas. De vuelta a Francia en 1895, reemprendió sus giras de conferencias - cortadas con estancias en Londres con su amiga Charlotte Vauvelle (Louise Nouvelle) y siempre vigilada por la policía -, primero con Sébastien Faure y Matha (1895-1897) y después con Ernest Girault (1903-1904). En 1898 participó en la campaña de agitación del asunto Dreyfus. Al volver de Argelia de la gira de conferencias con Girault, muy debilitada y cansada, Louise Michel murió el 9 de enero de 1905 en el Hotel del Oasis de Marsella (Provenza, Occitania) al salir de un mitin. Su cuerpo fue llevado a París y sus exequias, el 22 de enero, desde la estación de Lyon en el cementerio de Levallois, fueron seguidas por una multitud de más de 100.000 personas. Hasta 1916 una manifestación en su tumba tenía lugar cada año. Además de poemas, de cuentos y de leyendas, escribió sobre pedagogía y novelas «populares», pero sobre todo destacan sus Mémoires (1886) y La Commune. Histoire et souvenirs (1898).


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HOY HACE DOS AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE NUESTRO COMPAÑERO JOSE LUIS GARCIA RUA
COMUNICADO DE LA FAMILIA
José Luis García Rúa falleció en Granada el día 6 de Enero de 2017
HOMBRE QUE LUCHÓ POR LA LIBERTAD
SIT TIBI TERRA LEVIS
Tuvo siempre en el corazón a su mujer Gisela y a su hijo Emilio. Con el recuerdo y agradecimiento a sus compañeros de lucha, de la Universidad y a todos los que sufren la explotación y la injusticia.
Toda su familia expresa su agradecimiento a los que tanto lo quisieron y a los que dejó el recuerdo imborrable de su vida.
PARTICIPAN  a sus compañeros y a sus amistades su perdida, siendo el velatorio hoy en la sala nº 1 del Cementerio de San José , y la despedida tendrá lugar mañana a las 16,30 de la tarde, en las instalaciones de dicho recinto.
BIOGRAFIA
José Luis García Rúa -  filosofo, escritor y destacado militante anarquista
El 31 de agosto de 1923 nace en Gijón (Asturias, España) el filósofo, escritor y destacado militante anarquista y anarcosindicalista José Luis García Rúa. Su padre, Emilio García García, fue un afiliado de relieve de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que asistió a congresos en representación del Sindicato de la Construcción de Gijón, que escribió algunas proclamas y textos sindicales, y que, finalmente, murió en el frente de Oviedo durante la Guerra Civil. Entre 1929 y 1936 estudió en la Escuela Neutra Graduada regentada por Eleuterio Quintanilla. Luego comenzó el bachillerato en Gijón y el continuó en Olot (Cataluña). En 1939 marchó al exilio francés, pasando a una colonia de viejos y de jóvenes, luego fue recluido a campo de concentración de Argelers y Barcarès. A finales de 1939 regresó a la Península y Gijón trabajó en una fábrica de ladrillos y en otros trabajitos. A partir de 1942 decidió continuar los estudios por libre, terminando el bachillerato en dos años y comenzando la carrera de Filosofía y Letras (Lenguas Clásicas) en la Universidad de Oviedo, que continuó entre 1945 y 1948 en Salamanca gracias a una beca del Ayuntamiento de Gijón, licenciándose en Filosofía Clásica con premio extraordinario.
Al acabar los estudios, viajó a Alemania y entre 1952 y 1953 amplió estudios en el Stifung Maximillaneum de Munich y, en 1958, hizo de lector de español en la Universidad de Maguncia. En 1955 leyó una tesis sobre Séneca en la Universidad de Salamanca. Entre 1958 y 1971 dio clases de filosofía en Gijón de forma gratuita, al tiempo que participó en la clandestinidad antifranquista. Durante los años sesenta sufrió represalias por hacer costar los mineros en huelga: revocado su nombramiento como profesor de la Universidad y de la Escuela de Comercio de Oviedo por «desafecto al régimen» (1963), cese como profesor alemán en la Escuela de Comercio de Oviedo (1964), clausura policíaca del centro cultural Gesto donde impartía clases gratuitas con otros compañeros (1965), etc. En 1966 denunció mediante una carta abierta dirigida a la Unesco su situación de perseguido por el franquismo. En 1969 fue uno de los fundador de las Comunes Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS) y se afilió a la CNT. En 1971 se trasladó al sur, primero dando clases en la Universidad Laboral de Córdoba, será expulsado, y en el Instituto Séneca de la misma ciudad, del que también será puesto en marcha.
Entre 1972 y 1975 dio clases de Historia de la Filosofía en el Colegio Universitario Santo Reino de Jaén. A partir de 1975 ejerció de profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Granada, llegando a ser catedrático. Tras la muerte del dictador Francisco Franco, se volcó en la militancia confederal, destacando como orador y conferenciante. En 1977 fue nombrado secretario de la CNT de Andalucía, cargo que renovará entre 1981 y diciembre de 1983 y, más tarde, en 1992. En el Pleno de Regionales de marzo de 1988 fue elegido secretario general de la CNT, cargo en el que fue reelegido en el Pleno de diciembre de 1988 y hasta 1990. Representó Granada en las Conferencias de Sindicatos de 1987 y 2000, y en el Pleno de noviembre de 1992 fue nombrado director del periódico CNT. En 1993 intervino en los debates internacionales sobre anarquismo de Barcelona y en la V Conferencia de Sindicatos. Entre 1997 y 2000 ejerció de secretario general de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). Durante los años noventa defendió la línea anarcosindicalista ortodoxa y antireformista en la CNT e intervino en numerosos mítines y conferencias.
Encuentran artículos suyos en multitud de publicaciones libertarias y especializadas en filosofía, como Adarga, Cenit, CNT, Emérita, Espoir, Euroliceo, Icaria, Ideas-Orto, El Libertario, Martillo, El Olivo del Búho, La Protesta, Revista de Filosofía, Revista de Fomento Social, Solidaridad Obrera, Tierra y Libertad, Voluntad, etc. Es autor de De los Matic del interés existencial romano ta el siglo I de Cristo (1955), Los máticos de la interiorización en la historia helénica (1956), Sobre animus / anima en un texto de Séneca (1956), Política y pedagogía liberadora (1974), El sentido de la interioridad en Séneca. Contribución al estudio de los conceptos de «modernidad» (1976), Mis Ciudades I. Gijón (En la marea del siglo) (1993), A vueltas con la ley (1995, con otros), El sentido de la naturaleza en Epicuro (1996), Reflexiones para la acción (1997-2008, tres tomos), etc. En 1991 tradujo del francés la obra de Paul Ricoeur Los caminos de la interpretación.
En 1996 fue creada en Gijón el Aula Popular José García Rúa, asociación cultural que sigue los pasos de quien está dedicada.
QUE LA TIERRA TE SEA LEVE Y SIEMPRE ESTARAS EN NUESTROS CORAZONES
¡¡¡PERDURA!!!
Sindicato Oficios Varios de CNT-AIT de Puerto Real y Biblioteca Anarquista “José Luis García Rúa”
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NOTICIA EN EL PERIODICO LA NUEVA ESPAÑA
El filósofo García Rúa es despedido en Granada con el himno "A las barricadas"
Palabras emocionadas, versos que Antonio Machado dedicó a Francisco Giner de los Ríos, música del grupo asturiano "Mus", banderas anarcosindicalistas y el himno libertario "A las barricadas". El filósofo gijonés José Luis García Rúa fue despedido ayer en Granada, ciudad de cuya Universidad era catedrático emérito y en la que falleció el pasado viernes, por familiares, amigos, discípulos, admiradores y una nutrida representación de la CNT, sindicato del que fue secretario general entre 1986 y 1990. Una ceremonia sencilla y cálida a la vez, como le hubiera gustado al profesor, en la que intervinieron desde la emoción sus hijos Francisco y Héctor. También su nieto Héctor García, que dejó una última enseñanza del abuelo y maestro: "Quería compartir las últimas palabras que pude escuchar de su boca. Estaba con él y me dijo:'Yo ya no puedo hablar; háblame tú de la vida".

A García Rúa, ejemplo de una vida orientada por la noción y la práctica de la ayuda mutua, le hubiera gustado lo que dijo ayer su nieto Héctor en el cementerio granadino de San José: "Y eso es lo que yo creo que debemos hacer: hablar todos de nuestras vidas, porque, al fin y al cabo, aunque yo soy muy joven, creo que eso es el mundo, compartir nuestras vidas".
El coche fúnebre con el cuerpo del filósofo llegó al camposanto granadino hacia las cuatro y media de la tarde. Entre los ramos de flores y las coronas, una de los compañeros de la CNT de Asturias y León. También hubo representación de la familia gijonesa de García Rúa. Un emocionado Pelayo García Rodríguez, sobrino del catedrático, viajó durante la madrugada de ayer hasta la ciudad andaluza para asistir a la despedida de su tío. Un hijo del también desaparecido filósofo y escritor anarquista Agustín García Calvo quiso estar presente en la despedida de García Rúa.
Se leyeron comunicados de la Asociación Internacional del Trabajo (AIT), de la que el anarcosindicalista gijonés fue secretario general. Intervino asimismo el político socialista José Antonio Pérez Tapias, quien llegó a disputar la dirección del PSOE a Pedro Sánchez en 2014. Habló en calidad de decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, donde García Rúa, de quien hizo un ceñido elogio, se jubiló como profesor en 1988 y en la que siguió impartiendo clases como catedrático emérito quince años más.
Fue una ceremonia de la palabra concurrida, con presencia también de militantes de las Juventudes Libertarias. García Rúa, que falleció a los noventa y tres años, ejerció a lo largo de su vida un renovado magnetismo sobre sucesivas generaciones. Muchos jóvenes veían en el filósofo y escritor (también fue poeta) un ejemplo de coherencia ética. Y no sólo por su activo compromiso con la lucha por las libertades durante el franquismo, que le represalió de manera sistemática forzando su despido de varios centros académicos (de la Universidad de Oviedo, por ejemplo), sino también por su visión social del futuro.
De ahí que a muchos de los asistentes a la ceremonia granadina de ayer les pareciera del todo acertada, ajustada a la ocasión, la lectura de los versos que Antonio Machado dedicó a Francisco Giner de los Ríos. Es un poema incluido en el libro "Campos de Castilla", donde su autor homenajea a su manera al ilustre pedagogo, creador y director de la Institución Libre de Enseñanza: "Como se fue el maestro,/ la luz de esta mañana/ me dijo: Van tres días/ que mi hermano Francisco no trabaja./ ¿Murió?... Sólo sabemos/ que se nos fue por una senda clara,/diciéndonos: Hacedme/ un duelo de labores y esperanzas". El texto fue leído por el filósofo y catedrático universitario Pedro Cerezo, académico de la de Ciencias Morales y Políticas.
Durante la ceremonia se escuchó asimismo la versión musical que "Mus" hizo de "Adiós", poema de García Rúa que éste recita en la grabación que firmó en 2010 el grupo gijonés. Un texto en el que su autor habla de su Asturias natal. Nacido en Gijón el 31 de agosto de 1923, ciudad en la que el pensador libertario mantiene una notable ascendencia por su papel fundamental en la academia obrera de la calle Cura Sama o en las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista, la familia ha querido que descanse en Granada. No sólo porque fue la ciudad cuya Universidad le acogió haciéndole justicia, sino porque en ella reposan también su mujer, Gisela, y su hijo Emilio José.
"¡Viva la anarquía!", se escuchó ayer en el cementerio de San José cuando se selló el nicho que acoge los restos del filósofo. Éste consagro gran parte de su vida a un ideario y a un compromiso político al que llegó, según relató cuando dictó sus memorias para LA NUEVA ESPAÑA, por el testimonio de un muchacho que sobrevivió a los fusilamientos en Gijón en la Guerra Civil. Pasó por los campos de concentración en los que Francia recluyó a los exiliados españoles; trabajó en la construcción y en Mina La Camocha; fue adjunto de Antonio Tovar en la Universidad de Salamanca y lector en la de Maguncia, en Alemania; hizo la tesis sobre Séneca y escribió libros sobre las ciudades que amó y los días en los que no dejó de expresar su amor por la libertad. Y de todo ello se habló ayer en Granada al darle el último adiós.
SOV CNT-AIT Puerto Real y Biblioteca Anarquista “José Luis García Rúa” Puerto Real 6 Enero 2019



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Mi casual encuentro con José Luis García Rúa
(El hombre de los cuatro acentos)

Cómo comenzar y expresar lo que siento sin que mi corazón se acelere y mis lágrimas desterradas fluyan sin poder evitarlas.
Cómo contener la rabia que me ocupa.

Recuerdo con emoción contenida la primera vez que, tuve el honor de conocer a José Luis García Rúa. Corría el año 1979, cuando organizamos en Puerto Real, la primera Semana Cultural Libertaria. Como cierre de las Jornadas, celebramos un Mitin en la Plaza del Ayuntamiento donde intervenimos: J.L. García Rúa, Pepe Bondía, J. Luis Coronado y el que subscribe. Aquél puñado de militantes (entre los que me incluyo), quedamos absolutamente impresionados y conmovidos, sobre todo, con la actuación de J. Luis García Rúa que, nos colmó de satisfacción y orgullo por su sapiencia y oratoria a la que, por infrecuente, no estábamos habituados. Muchísimos trabajadores del Astilleros que asistieron al acto, la mayoría afiliados a otros Sindicatos, quedaron gratamente sorprendidos de que nuestra Organización dispusiera de militantes con tanta capacidad y experiencia. Ya se sabe la propaganda denigrante contraria a la CNT que practicaban y practican los Sindicatos, palafreneros del Sistema. Fue éste sin duda el principio anhelado de respeto, con el que desde entonces, percibimos de la clase trabajadora de Puerto Real.
Desde aquél instante, la relación de nuestro Sindicato con José Luis, más que un flechazo, fue un trancazo en toda regla a nuestra débil consciencia. Un entender y comprender en toda su magnitud, el profundo significado del Anarcosindicalismo, cuyos principios, tácticas y finalidades son un todo, soldado al ideal superior del Anarquismo y su ética, como salvaguardia del caudal transformador y participativo, contrapuesto al Sindicalismo reformista que, curiosamente, se autodefine como “Revolucionario y de Masa.“ No sé sinceramente lo que pretenden, con lo de Sindicalismo de “Masa.” Tal vez, la de formalizar Federación de Cooperativas Panaderas, sea la razón última de tal ímpetu Revolucionario.
Tener un padre consecuente, un hermano consecuente y sobre todo un compañero infatigable, un maestro obrero, un enseñante inconmensurable, honrado y coherente hasta la médula, es invalorable.
Cenando un surtido de pescados fritos en Las Golondrinas y después de grata tertulia, me ofreció su primer regalo. Pepe, me dijo, (con esa calma que le caracteriza) con su mano sobre mi hombro: si militas en la Confederación, crece con ella; es duro, muy duro pero, crece con ella y lucha con ella; no te detengas, no te rindas, no hagas oídos a los que, vencidos y derrotados por el sistema, aducen la necesidad de acomodar la Organización a los nuevos tiempos. Tras estas palabras ocultan torcidas intenciones. Si un día te vences y dices “No puedo más y aquí me quedo”, marcha con dignidad y no formes parte de los que, quieren adaptar la CNT a sus chapuceros y personales intereses, sin importarles pervertir los ideales más básicos del Anarcosindicalismo. Su segundo y principal regalo: Su amistad que ya nos dura casi cuarenta años.
Las Semanas Culturales Libertarias que hemos organizado desde 1979, no se habrían podido realizar, sin la inestimable colaboración de José Luís García Rúa. Gracias al profundo respeto que por él siente el mundo de la cultura fuimos capaces de darle un notable contenido de calidad a las Jornadas. Los documentales, películas, exposiciones, conferencias, cantautores etc. Fueron magistral y desinteresadamente expuestos y desarrollados entre otros por: J.L. García Rúa, Agustín García Calvo, Labordeta, Hugo Gómez, Javier Sádaba, Moncho Alpuente, José Luis Morales, Concha Serrano, Isabel Escudero, El Cabrero, Javier Ruibal, Basilio Martin Patino, Andrés Sopeña, López Campillo, González Duro, Gutiérrez Molina, Puente Ojea, Emilio García Wiedemann, García Maroto, Pons Prades…
En estos casi cuarenta años, su cariño hacia nuestro Sindicato se extendió a nuestro pueblo, que él sentía y disfrutaba como propio. Los variados y diversos conflictos donde la CNT jugó, a veces un papel principal, modesto en otras muchas ocasiones, siempre contaron con su inestimable aliento, solidaridad y consejos. A todo ello hay que añadir, las decenas de magistrales y variadas conferencias que nos dispensó. Es imposible concebir la fundación, desarrollo y consolidación de la CNT en Puerto Real, sin el valioso apoyo de José Luis García Rúa: el hombre de los cuatro acentos.

Cuando me disponía a envolverme de cotidiana rutina, recibí una llamada de mi compañero Paco Aragón que me heló la sangre.
- Dime Paco.
- Pepe, he recibido un correo de Granada que dice que José Luis ha fallecido.
¿Cómo? ¡Y una mierda! Esa fue mi primera y atropellada reacción. No lo creía, ni lo quería creer, ni lo debía creer. Pasados unos minutos y apresado el aire que uno puede apresar no nos quedaba otra que organizarnos y junto a otros compañeros partir hacia Granada. Desconcertados y tristes, marchamos en silencio sin rumbo cierto. Sobre la marcha, nos reunimos Paco, Kranke, Manuel, Juanjo, un compañero de Algeciras y yo. Sin tener nada claro, aún confusos, decidimos elegir el itinerario que nos guiara al Cementerio San José. No osamos llamar a su familia porque asumimos, la lógica de sus ocupaciones y desvelos, y, sobre todo, el temor de que nos confirmasen la inesperada noticia. Puesta la dirección en el Tom Tom de los cojones emprendimos las casi cuatro horas de viaje hasta Granada…
… terminamos perdidos por calles veteranas y apretadas hasta que, por azar, encallamos en la Calle de Elvira. Mi asombro, desconcierto e incredibilidad se vio justificado, al entrever, sentado en la terracita del bar “El Enano Rojo y Negro” a José Luis, degustando unos churros y un café con leche. Con su sombrero de alas anchas derivado levemente hacia la izquierda de su rostro. Su mirada perdida, rebelaba el fluir de serenas e inquietas reflexiones.
Perplejo y confuso, me acerco y, como siempre le doy, más que un saludo, un bocinazo. Dios picha, José Luis, qué casualidad. Qué bien te veo; un abrazo cojones míos. Quién me iba a decir que, perdido en Granada te iba descubrir, tomando el solecito en la terraza de un bar.
Hola Pepe, qué sorpresa. Cómo estás… y tus hijos… Hola Paco, y tú y tu familia…y tú, tú eres Kranke el tesorero ¿verdad? Qué hacéis por estos lares y sin que…
Bueno…la verdad es que nos dirigíamos hacia la Alhambra y nos hemos perdido…
Ya, ya… De acuerdo, pero… la próxima me avisáis ¿vale?
Como siempre, degustando su templada presencia y un cortado descafeinado, acometemos la labor inestimable de compartir recientes experiencias. Aprovechando esta inesperada y valiosa ocasión, (superada la imprevista sorpresa por el error cometido) le solicito me precise, cuestiones subyacentes en nuestra Organización que, pienso, son contrarias al Anarcosindicalismo. Viene al caso el despropósito de fingidas y sesgadas interpretaciones (absolutamente fuera de lugar y de contexto) sobre, municipalidad y ciudadanismo: justificado y practicado por militantes y comités de la CNT.
Pepe, ya conoces el desánimo y confusión en la que nadan las ideas. En la Revista de pensamiento y crítica anarquista Adarga correspondiente al mes de Enero de 2013, y con el título de: Nace lo que renace. El horizonte de la CNT, contiene una serie de artículos meritorios que, contestan a tus inquietudes de forma clara y contundente.
De todas maneras y muy sumariamente te apuntaría varias evidencias:
El actual sistema capitalista necesita regenerarse de tantos años de bipartidismo, fomentando y dando cabida al ciudadanismo que, con nuevos nombres y aparente renovación estética, prescindan y desnaturalicen las movilizaciones populares y rehabiliten la socialdemocracia y aquéllas ideologías revolucionarias fracasadas.
El ciudadanismo fortaleció los intereses del PSOE, para debilitar la derecha del PP, que gobernaba ya durante ocho años. Los movimientos y actos masivos contra la globalización, el Prestige, la guerra de Iraq quedaron cercenados con la vuelta al poder del PSOE. Una vez instalados y apoltronados en las instituciones del sistema (Municipios y parlamentos) ¿Qué fue del 15M?
El ciudadanismo y el actual municipalismo, no acepta la lucha de clases ni la transformación social y económica que devaste el capitalismo. Su idea transversal y consumista de la sociedad los aparta de cualquier estímulo transformador. Atemperar los excesos del capitalismo es su meta. Sus armas: puro teatro estético y, la frustración de votantes y consumidores de la clase media, sus razones.
-Verdad José Luis, llevas toda la razón.
Hace bastante tiempo que, militantes y secretarios de los actuales comités de la CNT, se dedican a promover Foros como plataforma para la creación de partidos políticos en nombre de la Municipalidad. El hecho de que un secretario del sindicato forme parte como consejero de un partido en una empresa municipal ya prueba el sentido pseudo revolucionario y transformador del Municipalismo y su falso anarcosindicalismo. Al mismo tiempo se dedican, por puras cuestiones bancarias, a expulsar y desfederar Sindicatos que durante tantos años contribuyeron con su sufrimiento y esfuerzo a su constitución y defensa. Ya exponen su verdadera faz, hipócrita y sin razón. Que mantengan el discurso (no deseado por ellos) de no participar en las elecciones sindicales y, sí promover las elecciones municipales, nos parece, además de una necedad, la más grave contradicción y agresión, al sentido común más elemental. La meta de ésta gente: Acabar con el Anarcosindicalismo en el nombre del Anarcosindicalismo. ¡Manda huevos!
-José Luis, cuando nos dimos cuenta de tu presencia, observé que estabas muy pensativo, como…no sé…
-Ciertamente. Ya sabes que, cuando nos hacemos mayores, tendemos a recordar pasajes de nuestra niñez. Este lugar lo visito asiduamente, rememorando tiempos pasados. Recuerdo como si fuese ayer las visitas que mi padre, conmigo de la mano, hacíamos a esta taberna. Entonces se llamaba la Taberna Colectiva. Su dueño, Juanito de Málaga, era uno de los mejores amigos y compañero de mi padre. Juanito sabiendo de la militancia y luchas de mi padre, lo invitaba todos los meses de Julio a pasar unos días en su casa. Juanito anarcosindicalista desde su juventud, ya se bregó en las luchas mineras de Asturias. Más que un bar, era un Ateneo Libertario. Junto a los barriles una coqueta biblioteca, y bajo ellos y dándole continuidad a los mismos, una preciosa tarima donde los trabajadores de distintos gremios, exponían sus ideas y reflexiones. La poesía, el debate y la lectura de comunicados llamando a la solidaridad eran frecuentes. Recuerdo la intervención de un estudiante de Antropología, más tarde doctorado en Ciencia de la Manipulación con el título: CÓMO CARGARTE TU PROPIA ORGANIZACIÓN Y CREERTE MARAVILLOSO. Definitivamente sibilino y pretencioso; de torcida mirada, arquetipo de aquéllos que, en la CNT y en nombre de lo superior, devastan el ideal más hermoso. Entusiasta de Ángel Pestaña, machaconamente sustentaba su discurso, en el positivismo ideológico y de acción, tan necesario en la Ley del Número. Siempre aplaudido y secundado por su eterno acompañante, un hombre mayor de impreciso y obscuro conocimiento y de un verbo ciertamente difícil de digerir y sobrellevar. Frecuentemente ocuparon cargos políticos en el Partido Sindicalista. Juanito los despreciaba con inusitada intensidad. Siempre se repetía con aquello de: ¡Roma no paga a los traidores!... Ya ves Pepe, nada nuevo bajo el Sol.
Pero hoy estaba especialmente doliente y ocupado en ordenar mi memoria. Tenía entonces trece años y sentía un gran aprecio por Las Manolas. Ellas, habituales clientes de la Tasca, me prestaban atención y cariño además de contarme historias maravillosas, sobre los Escritos Carmesí y los amores de Boabdil y Morayma en La Alhambra.
Aquellos días de Julio de 1936 los recuerdo con infinita tristeza. En primer lugar porque mi padre, que ya sabía del posible golpe por los sediciosos, marchó con urgencia hacia Gijón para preparar la probable defensa de la ciudad, ya que, amén de un revolucionario, era el Secretario Local de la CNT. Previniendo la dificultad y peligrosidad de la empresa, le confió mi custodia a Juanito quien, cerrada su Taberna, se dirigió a su ciudad natal, Málaga, a sabiendas de que si lo detenían lo asesinarían. Una de sus cuñadas se encargó de mi custodia y seguridad. El hecho de ser una mujer súper católica y su marido conservador, garantizaba en gran medida mi estancia en la ciudad. Solo habría que esperar el momento adecuado, para mi traslado a Gijón.
La represión en Granada fue brutal a igual que en otros muchos pueblos y ciudades. Pasado casi un mes, y a escondidas, me arriesgué a pasar por la Taberna de Juan, donde desde el exterior patrullaba uno de sus fieles compañeros apodado el “Teclo”. Pasadas varias horas me forjé de valor y le interpelé, no sin antes recibir por su parte una enorme reprimenda por mi estúpido atrevimiento.
¿Qué les pasa a las manolas que por la calle de Elvira
caminito de la Alhambra como un manojo de lilas,
las vi pasar tan contentas deshojando las esquinas
y, ahora, ensombrecido el día retroceden como locas,
llorando sal por sus venas trenzando sus penas negras?

Aventajando a las garzas Interrogué a la paloma:
si el espejo de la Luna causó cerrojo a su cita.
Las manolas no contestan sus pañuelos no se agitan.
Labios mordidos de rabia, brunos cabellos se arrancan.

La casa de los Rosales donde anidan cinco flechas
la muerte azul examina la trémula verde rama.
La corola de alta cumbre la más cimera montaña
Mulhacén de la concordia Everest del Himalaya
-el mismo que las tres aman- como alas de mariposas
su sangre dorada baja por las tierras de Granada.

Un vaso de odio y venganza colmado de España antigua
no soporta la esperanza del gitano que hondo canta
en la fragua de su vida.
Las tres coquetas manolas no volverán a la Alhambra
a ofrecer flores redondas.
Las tres y las cuatro solas.

Gracias al Teclo y a la cuñada de Juan, logré llegar a Gijón. El resto ya lo sabéis: Mi padre muere en la defensa de Oviedo; el exilio y el campo de concentración en las playas francesas; la vuelta a Gijón, los estudios; la Universidades y las expulsiones; mi exilio a Alemania, y sobre todo mi familia y mi militancia en la Confederación.
-Qué te envidio compañero...
Suena el teléfono y me comunica Manuel desde el cementerio que, impera un desconcierto monumental y me pide que vayamos lo más rápido posible. Le asiento y ofrezco a José Luis, llevarlo a su casa. Nos contesta que no puede porque, ha quedado con su hijo y su nieto al que adora
Después de un enorme abrazo, le comprometimos y emplazamos a participar en el Mitin del Primero de Mayo de 2017, en La Plaza de San Antonio de Cádiz. Ya en la distancia, una breve parada, para atisbar la figura enjuta y alargada, del hombre de los cuatro acentos.
Gracias a una persona mayor de Granada que se dio cuenta de nuestro despiste y pérdida, y que se nos ofreció a servirnos de guía con su moto, logramos corregir el rumbo. Le quedamos sumamente agradecidos por su simpatía y solidaridad. Estos pequeños detalles nos confortan y dan cierta esperanza en nuestra lucha cotidiana.
Alcanzado el cementerio, nos topamos con una escena surrealista. El difunto velado con una bandera rojinegra, pero con la... ¡diagonal invertida!, (causa más que probable de la confusión) realmente correspondía a un militante revolucionario exiliado de Papúa Nueva Guinea.
El que mandó los correos era un tal: Nomeenterodenada@hotmail.com
Cabreados todos los asistentes acordamos por unanimidad exigirle al Secretariado Permanente del Comité Regional la creación de una comisión investigadora, que dé lugar a la ubicación de éste individuo y a su inmediata expulsión de la Organización según estipulan nuestros estatutos. Nos da que este descerebrado, pueda formar parte del comando por la Defensa del Anarcosindicalismo.
De vuelta a casa y ya en la autopista, Paco me pregunta de por qué en varios momentos, he distinguido a Rúa como: el hombre de los cuatro acentos.
La razón, si es que la razón existe, es que, en las variadas y fructíferas conversaciones, de las que me honro haber compartido con José Luis, me acentuaba, entre otras, cuatro virtudes o valores irrenunciables, a saber: El esfuerzo y la voluntad personal por la formación y el conocimiento; la lucha y el compromiso por la emancipación y la libertad; la coherencia con tus ideas y, la honradez como principal bandera.
Homenaje a un hombre irrepetible: José Luis García Rúa.

Pepe Gómez
Sindicato de Oficios Varios de la CNT de Puerto Real.
Enero de 2017



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82 AÑOS DE LA MUERTE DE BUENAVENTURA DURRUTI
El 14 de julio de 1896 nacía en León Buenaventura Durruti, segundo de los ocho hijos de Santiago Durruti y Anastasia Domínguez. De los ocho hermanos —Santiago, Buenaventura, Vicente, Plateo, Benedicto, Pedro, Manuel y Rosa— sólo tres sobrevivieron al finalizar la guerra. En 1932, durante una huelga, moría en León uno de los hermanos de Durruti, junto a un anarquista llamado José María Pérez. Otro murió durante los sucesos de Asturias de 1934. En 1936, comenzada la guerra, Manuel Durruti se afiliaba a Falange Española, en León, y poco después moría fusilado por los mismos falangistas al haberse negado a probar su lealtad hacia la organización. Pedro, antiguo afiliado a Falange, fue fusilado en zona republicana.
BUENAVENTURA Durruti asistió, durante su infancia, a la escuela leonesa de Ricardo Fanjul. Parece ser que no pasó, como estudiante, de la mediocridad. Poco más tarde, y a pesar de cierta oposición por parte de su familia, abandonaba la escuela y aprendía el oficio de mecánico. Su maestro en esta tarea fue Melchor Martínez, que tenía en León una gran reputación como revolucionario. (Llamaba la atención por leer «El Socialista» en público). De hecho, fue el primer mentor ideológico que Durruti tuvo. «Voy a hacer de tu hijo un buen mecánico, pero también un buen socialista», decía Melchor Martínez al padre de Durruti.
En 1912 Durruti, influenciado por su padre de ideas socialistas y por M. Martínez, se afiliaba a la «Unión de Metalúrgicos»; sin embargo, pronto comprendió que el socialismo moderado de la UGT. Unión General de Trabajadores no era lo que más le atraía. Una vez abandonado el trabajo en el taller de Melchor Martínez, Durruti trabajó como montador de lavaderos de carbón. Iba a ser Mata-llana, a 30 Km. de León, el escenario de la primera dificultad que Durruti tendría con las autoridades. Se encontraba allí con motivo de la instalación de uno de estos lavaderos y no tardó en verse involucrado en un conflicto provocado por los mineros, que exigían la destitución de uno de los ingenieros cuya actitud era claramente contraria a sus intereses. Los mineros, con el apoyo de Durruti y los demás mecánicos, consiguieron que el ingeniero fuera despedido; sin embargo, al llegar Durruti a León se encontró con la noticia, nada agradable, de que la Guardia Civil se había interesado por él.
Poco después, 1914, su padre le consigue un nuevo trabajo en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, como mecánico ajustador, empresa en la que el padre de Durruti trabajó hasta caer enfermo. Allí se encontraba Durruti cuando, en 1917, estalló la gran huelga revolucionaria, promovida por la UGT y secundada por la CNT Confederación Nacional del Trabajo—. Buenaventura desplegó durante la huelga una gran actividad, contribuyendo a la quema de locomotoras y al levantamiento del tendido de las vías, lo que significó su expulsión de la UGT y, obviamente, el despido de la compañía. Con su amigo «El Toto» se dirigió en primer lugar hacia Gijón, donde contactó con la CNT, y, posteriormente huyó a Francia, ya que además de ser buscado por saboteador, también lo era  por desertor.
El 1 de enero de 1919 Durruti cruzó la frontera, clandestinamente, y se dirigió a Asturias, donde debería realizar una misión encomendada por la CNT. Una vez cumplida la misión, parece ser que estuvo en La Robla, a 25 Km. de León, implicado en un grave conflicto laboral, dirigiéndose poco después a Valladolid, donde permaneció unos tres meses. Más tarde, y cuando se encaminaba hacia Galicia, con el fin de participar en diversas acciones, fue detenido por la Guardia Civil y enviado a La Coruña. Allí le identificaron como desertor y le trasladaron a San Sebastián, siendo sometido a Consejo de Guerra y encarcelado. Sin embargo, permaneció muy poco tiempo en la cárcel, ya que, con la ayuda de varios compañeros, logró evadirse y huyó a Francia (julio de 1919) después de haber pasado algún tiempo escondido en los montes.


En 1920 regresó a España, por San Sebastián, y se dirigió a Barcelona. Antes de emprender la marcha hacia la ciudad catalana, rechazó un trabajo en una fábrica de Rentería, que Manuel Buenacasa y otros compañeros le habían buscado, así como un puesto en el Comité de Metalúrgicos de la CNT en el país vasco: «En mi opinión los cargos importan poco decía Durruti. Lo importante para mí es la base, a fin de poder obligar a los de arriba, desde ella, a que respeten sus compromisos, impidiéndoles así, en la medida de lo posible, que se burocraticen». A su paso por Euskadi, Durruti conoció a otros anarquistas significados: Suberviola, Del Campo, Albaldetrechu y Ruiz, con los que creó el grupo llamado «Los Justicieros», cuyo terreno de acción era, simultáneamente, Aragón y Guipúzcoa. Durruti y el resto de «Los Justicieros»decidieron actuar rápidamente, y su primer objetivo era Alfonso XIII. El monarca español debía de asistir a la inauguración del Gran Kursaal de San Sebastián. La pretensión de los anarquistas era acabar con la vida del rey valiéndose de explosivos, pero sus intenciones se vieron frustradas ante el masivo despliegue policial que se llevó a cabo en el País Vasco para lograr la captura de Durruti, Suberviola y Del Campo, que habían sido denunciados.
En febrero de 1921, Durruti se encontraba en Andalucía en cumplimiento de una nueva misión, cuyo fin era ampliar las bases del anarquismo en esta región. El 9 de marzo, en compañía de Juliana López que era el otro emisario en tierras andaluzas, regresó a Madrid y fue apresado por la Policía. Ese día todo individuó sospechoso era detenido en la capital. El día anterior, Eduardo Dato había sido muerto a balazos por tres desconocidos. No obstante, Durruti, haciendo uso de una falsa personalidad, logró engañar a la Policía y salió libre, continuando su viaje de vuelta a Barcelona.
El grupo de «Los Justicieros», que más tarde cambió su nombre por el de «Crisol», siguió en su línea de utilización de la violencia como respuesta a la violencia desatada por la patronal. A finales de 1922, se constituía el grupo «Los Solidarios», cuyo fin primordial era la lucha contra las bandas armadas que subvencionaban los empresarios. Los choques entre estos grupos llegaron a adquirir un carácter de verdadera guerra civil. «Los Solidarios» contaban con varios colaboradores y gente de confianza cuya ayuda era solicitada según la naturaleza del asunto que les ocupara. Los principales componentes del grupo eran: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Juan García Oliver, Eusebio Brau, Aurelio Fernández, Miguel García Vivancos, Alfonso Miguel, Ricardo Sanz, Gregorio Suberviola, Rafael Torres Escartín, Juliana López, Ramona Berni y Antonio «El Toto».
Uno de los primeros condenados a muerte, por el grupo, fue el cardenal-arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevilla y Romero (n. 1843). Sobre la ejecución de Soldevilla, es muy interesante el fragmento de la novela de Pío Baroja «El Cabo de las Tormentas».
«El cardenal-arzobispo de Zaragoza era un reaccionario de influencia. La ejercía no sólo en su sede sino en Barcelona y recomendaba a las autoridades de allí medidas fuertes y duras contra los obreros y los agitadores. Los anarquistas sabían que el arzobispo conferenciaba en Reus con los jefes de la Patronal de Barcelona y daba consejos para atacar a la organización sindicalista obrera. La banda marchó a Zaragoza; se entendieron los directores con una vieja anarquista catalana que vivía allí hacía algún tiempo, la ciudadana Teresa, y entre todos prepararon una emboscada y mataron al arzobispo una tarde que iba a una posesión suya llamada «El Terminillo». El arzobispo fue muerto en el auto cuando entraba en su finca, donde había establecido una escuela dirigida por monjas. Los anarquistas le hicieron veinte disparos. El arzobispo cayó muerto y quedaron heridos sus familiares y el chofer.» (1).
El 1 de septiembre se llevaba a cabo una nueva y espectacular acción de «Los Solidarios»: el Banco de España de Gijón era objeto de un atraco a mano armada, llevándose los asaltantes un botín de unas 675.000 pesetas. La ejecución del asalto no fue fácil. Durruti, después de mantener un violento tiroteo con la Guardia Civil, logró huir subiendo al tejado de una casa y abandonando la ciudad al amparo de la noche. «La banda de Durruti» comenzaba a ocupar los titulares de la Prensa burguesa. Días más tarde el mismo Durruti, ayudado por varios compañeros, conseguía liberar a Francisco Ascaso, que se encontraba en prisión.
Amigos, Durruti y Ascaso, deciden emprender la marcha hacia Francia. Una vez en París, toman contacto con otros anarquistas allí establecidos, y juntos dan origen a la «Editorial Anarquista Internacional». La creación de esta editorial tenía como fin propagar por todo el mundo las obras ideológicas y de lucha del movimiento libertario. En París tuvieron conocimiento de la muerte de varios de sus compañeros — Del Campo abatido a balazos por la Policía en Barcelona y de la detención de otros  Suberviola y Aurelio Fernández.
A finales del año 1924, Durruti y Ascaso embarcaban con rumbo a Latinoamérica. Fue Cuba el punto inicial de su periplo por estas tierras y allí encontraron trabajo como cortadores de caña. Pronto comenzaron su labor en favor de los trabajadores de aquel país, y el punto álgido de sus acciones fue la ejecución de un empresario que mantenía a sus obreros en un lastimoso estado de esclavitud medieval. La activa búsqueda de los dos anarquistas por la Policía les convenció de la necesidad de abandonar la isla, y se dirigieron a México. Allí se encontraron con Jover y Vivancos, y juntos continuaron su peregrinar por Uruguay, Chile, Perú y Argentina bajo la denominación de «Los Errantes».
Waldo Bayer, autor de un libro sobre el anarquista Severino Giovani  fusilado en Argentina el 1 de febrero de 1932, narra alguna de las actividades de Durruti y sus compañeros a su paso por el continente americano:
«Si bien ya ha habido antecedentes en nuestro país, de esta clase de anarquismo expropiador, su verdadero auge se debe a la acción emprendida por los anarquistas españoles Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti; dos figuras verdaderamente legendarias que, necesitados de seis millones de pesetas exigidas por un juez español para liberar a ciento veintiséis de sus compañeros, inician una serie de asaltos a casas bancarias que comienza en España, con el Banco de Cataluña, sigue en México y luego por los países del Pacífico, asientan sus bases en Chile, donde obtuvieron un buen botín, llegan a la Argentina, donde asaltan el Banco de San Martín, cruzan el Río de la Plata, llegan a Montevideo donde realizan otros asaltos con éxito y luego regresan a Europa en un increíble periplo de coraje a toda prueba y desenfado. Esa gente sabía resolver las situaciones más difíciles con absoluta tranquilidad y sangre fría» (2).
Durruti, Ascaso y Jover, buscados por casi todas las policías de Sudamérica, decidieron regresar a Europa. Para ello embarcaron en un trasatlántico que se dirigía a Inglaterra. Sin embargo, al tener que efectuar el barco una parada de emergencia en Canarias, los tres amigos se creyeron descubiertos y a punto de ser entregados a las autoridades españolas. Afortunadamente para ellos, no había motivo de alarma y, unas semanas después, el barco reemprendió su marcha hasta Inglaterra. Cruzaron el Canal de la Mancha y, poco antes del primero de mayo, se encontraban en París. Allí, Durruti trabajó durante algún tiempo en el sector metalúrgico y conoció a otros anarquistas de gran prestigio: Sebastián Faure, Louis Lecoin, Voline, Pedro Archinof y Néstor Mackno, su alma gemela.
El 14 de julio de 1924 era el día señalado para que Alfonso XIII, acompañado del dictador Primo de Rivera, llegara a París, invitado por el Gobierno francés con motivo de la Fiesta nacional. Enterados de la visita, «Los Solidarios» dedicaron mes y medio a preparar un plan para acabar con la vida del monarca español. Para ello se pertrecharon de gran cantidad de munición, tres fusiles y un automóvil. El atentado se llevaría a cabo en la estación anterior a París, donde el tren en el que viajaba la comitiva real efectuaría una breve parada. El vagón que ocupaban el rey y sus acompañantes sería ametrallado y huirían en el automóvil. Sin embargo, la Policía francesa fue puesta en antecedentes y el plan de los anarquistas quedó frustrado. El 25 de junio, en un modesto hotel parisiense de la calle Legéndre, Durruti, Ascaso y Jover eran detenidos y posteriormente encarcelados. El 2 de julio aparecía la noticia de su detención en la Prensa. Las demandas de extradición por parte de diversos Gobiernos, entre ellos, el de España, no se hicieron esperar. El porvenir de los libertarios españoles se enturbiaba.
Faure y Lecoin promovieron una gran campaña en favor de los detenidos para que no fuesen entregados a ninguno de los Gobiernos peticionarios de la extradición. Los anarquistas españoles fueron juzgados  la defensa corrió a cargo de Lecoin y definitivamente indultados en julio de 1927. No obstante, no se les permitía la residencia en territorio francés. La misma Policía francesa les introdujo clandestinamente en Bélgica. Poco después, era la Policía belga quien utilizaba el mismo método con respecto a Francia. Nuevamente descubiertos en este país, Bélgica les admitió, si bien para permanecer allí tuvieron que adoptar una personalidad falsa previo acuerdo con la Policía belga! A propósito de está extraña situación, Ascaso comentaba: «Es lo más curioso que me ha ocurrido nunca. La legalidad sirviéndose de la ilegalidad». Durante este período -1927, exactamente era creada, en Valencia, la FAI —Federación Anarquista Ibérica—, cuyo primer secretario fue el portugués Germinal da Sousa. Su finalidad era activar el movimiento libertario y acercar la CNT hacia el ideal puramente anarquista, en oposición al colaboracionismo y moderación que pregonaban algunos de sus miembros, Pestaña, Peiró, Juan López, etc., lo que posteriormente originó una división entre ambas tendencias. Para pertenecer a la FAI era condición indispensable ser afiliado a la CNT. No nos vamos a ocupar aquí de la estructura y funcionamiento de la FAI, pero sí diremos que con su creación el anarquismo de acción iba a adquirir una nueva dimensión.
El 14 de abril de 1931 era proclamada la Segunda República Española. El 15 regresaba a España Buenaventura Durruti. Este hombre, junto con Ascaso, Oliver, Federica Montseny, Jover y demás partidarios del anarquismo práctico, iban a ser quienes dominarían la nueva organización anarquista.
El 1. ° de mayo la FAI lanzó su primer aviso serio a la República. En el Palacio de Bellas Artes de Barcelona se celebró un gran mitin, en el que se elaboró una lista de reivindicaciones obreras: disolución de la Guardia Civil, expropiación de las pertenencias a órdenes religiosas, desaparición de los monopolios, reparto de los cotos de caza... (3). Allí, Durruti se dirigió al auditorio: «Si fuéramos republicanos, afirmaríamos que el Gobierno provisional se va a mostrar incapaz de asegurarnos el triunfo de aquello que el pueblo le ha proporcionado. Pero como somos auténticos trabajadores, decimos que, siguiendo por ese camino, es muy posible que el país se encuentre cualquier día de estos al borde de la guerra civil. La República apenas sí nos interesa; la aceptamos como punto de partida de un proceso de democratización social...». Una vez finalizado el mitin, se organizó una gran manifestación en cuya cabeza marchaban los inevitables Durruti, Ascaso y Oliver. La Guardia Civil, puesta sobre aviso, hizo frente a la pacífica manifestación. Los resultados del enfrentamiento fueron: dos muertos y varios heridos por los guardias, y un muerto y quince heridos por parte de los cenetistas y un pelotón de soldados de infantería que, mandados por el capitán Miranda, se prestó a defender a los trabajadores del ataque de que habían sido objeto.
La intranquilidad de la clase obrera se hace palpable en todas partes. Los conflictos y las huelgas se suceden por todo el país: Sabadell, Lérida, Gijón, etc. En Madrid, Sevilla y Málaga, los conventos comienzan a arder. Mientras todo esto sucedía, Emilianne Morin, la compañera de Durruti, daba a luz a la hija de ambos: Colette. Casi al mismo tiempo, moría en León el padre de Durruti. Con tal motivo, éste se dirigió a su ciudad natal para asistir al entierro que fue, a la vez que el adiós definitivo a un hombre honrado, un gran homenaje a la presencia de un gran revolucionario. Durruti fue invitado por los sindicatos de la CNT leonesa a un mitin que se celebraría unos días después. Aceptó la invitación el anarquista leonés y, como consecuencia, las autoridades intentaron detenerle. Sin embargo, la amenaza de Durruti les hizo desistir de su propósito: «Detenedme y quizá mañana León y toda y su provincia se vean envueltas en una gran huelga general».
El día señalado para la celebración del mitin, la plaza de toros se encontraba repleta de trabajadores. La reunión estaba presidida por Tejerina, secretario local de la CNT. Allí, Durruti se dirigió a sus paisanos y les habló durante largo tiempo sobre el momento prerrevolucionario que se estaba viviendo en España. Efectivamente, Durruti no se equivocaba. El 18 de enero de 1932 se iba a reducir un gran acontecimiento en la historia del movimiento libertario. El escenario fue la cuenca minera del Alto Llobregat. Ese día se proclamaba allí el comunismo libertario. Figols fue el primer pueblo en lanzarse a la aventura revolucionaria. Tras Figols, Manresa, Berga y varios pueblos más. Inmediatamente, el Gobierno hizo uso de la Ley de Defensa de la República. La rápida intervención del Ejército y la posterior represión fueron las medidas tomadas. Los responsables serían detenidos, pero la represión no sólo se localizó en esta comarca sino que se extendió por toda España. «Durruti dijo a los mineros que la democracia burguesa había fracasado; que era necesario realizar la revolución; que la emancipación total de la clase trabajadora solamente podía conseguirse mediante la expropiación de la riqueza que detentaba la burguesía y suprimiendo el Estado. Aconsejó a los mineros de Figols que se preparasen para la lucha final, y les enseñó la manera de fabricar bombas con botes de hojalata y dinamita» (4).
En la mañana del día 21, Durruti y los hermanos Ascaso eran detenidos. Al amanecer del 10 de febrero, un destartalado y viejo trasatlántico salía del puerto de Barcelona llevando a bordo 125 detenidos como consecuencia de los sucesos del Alto Llobregat. Su destino era Guinea. Sin embargo, el Gobernador de Villa-Cisneros se negó a admitir en su jurisdicción a Buenaventura Durruti, al que consideraba asesino de su padre, Fernando González Regueral, ex-gobernador de Bilbao, cuya ejecución había tenido lugar varios años antes en León. Durruti no había tenido nada que ver en la ejecución material del acto, ya que los autores de este atentado fueron Suberviola y «El Toto». El hecho, en definitiva, fue que Durruti y algunos compañeros detenidos fueron trasladados a Fuerteventura (5).
Una vez que Ascaso y Durruti recobraron la libertad —fueron los últimos en abandonar el destierro junto con Cano Ruiz—, sus esfuerzos se encaminaron hacia la preparación de la sublevación que tendría lugar en enero del 33. Durruti, Ascaso y García Oliver eran los encargados de coordinar el alzamiento en Barcelona. El fracaso de esta sublevación es conocido; sin embargo, los anarquistas lucharon a fondo en diversos puntos del país. En Andalucía, la represión llevada a cabo fue de dimensiones trágicas. Suficientemente conocido es el episodio protagonizado por el mismísimo Azaña: « ¡Ni heridos, ni prisioneros! ¡Tirar al vientre! ».
Poco después, Durruti hacía un análisis sobre el fracaso de la insurrección: «Es cierto que las condiciones no estaban maduras. Si hubiera sido así no estarían muchos de nosotros en prisión. Pero también es cierto que estamos atravesando un período prerrevolucionario y que no podemos permitir a la burguesía que domine la situación haciéndose fuerte en el poder del Estado. Es bajo esta perspectiva como debe interpretarse la tentativa revolucionaria del 8 de enero, puesto que jamás ha pasado por nuestra cabeza la idea de que el éxito de la Revolución consiste en la toma del poder por una minoría que después impondrá su dictadura al pueblo. Nuestra conciencia revolucionaria es opuesta a esta táctica. Nosotros queremos una revolución por y para el pueblo. Fuera de esta concepción no hay revolución posible.  Por todo ello, lo que nadie podrá discutirnos es que nuestra intentona no haya cumplido con el objetivo de constituirse en un ataque pensado y dirigido contra el mismo corazón del sistema capitalista y estatal, herido de muerte tras el levantamiento de los mineros del Alto Llobregat».
En abril, Durruti y Ascaso eran detenidos, después de haber asistido a una reunión, cuando se dirigían a sus casas. El jefe de la Policía de Barcelona, Miguel Badía, y el consejero de Orden Público, el fascista José Dencás, hicieron declaraciones en el sentido de que, con la detención de Ascaso y Durruti, «la FAI había quedado completamente desarticulada». Los dos amigos estuvieron en la cárcel de Barcelona hasta julio, en que fueron trasladados al penal de Santa María (Cádiz). Ascaso permaneció allí hasta octubre y Durruti fue liberado unos días antes, después de haber sido juzgado como «vagabundo», una de tantas fórmulas jurídicas que los Gobiernos idean como justificación de sus arbitrarias detenciones. « ¡Aplicarme a mí la ley de vagabundos! ¡A mí, que me he pasado la vida trabajando! —decía Durruti encolerizado—. Acepto que se me acuse de disparar contra la fuerza pública, o de tratar de transformar esta sociedad que desapruebo y execro, pero... ¡acusarme de vagabundo!... ¡No hay ningún juez que tenga el derecho de juzgar al obrero Durruti como a un vagabundo! ¡Decídselo así a vuestros superiores!».
En noviembre del 33 las derechas ganan las elecciones, pasando a gobernar Lerroux y sus radicales que serían posteriormente apoyados por el reaccionario Gil-Robles y su organización de Derechas Autónomas. Una de las primeras medidas del nuevo Gobierno fue declarar el Estado de Emergencia por temor a que los trabajadores se levantaran contra el derechismo gubernamental. En efecto, el 8 de diciembre, varios puntos de la península se encontraban en huelga general: Barcelona, Valencia, Granada, Córdoba, Badajoz, Huesca... En las demás capitales reinaba una gran confusión. Aragón era el principal centro de la insurrección. En Barbastro, Calanda, Alcampiel, Valderrobles, Alcoriza y otros pueblos hubo numerosos enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales. En casi todos ellos se llegó a proclamar el comunismo libertario. Como consecuencia de la represión llevada a cabo, hubo más de ochenta muertos y las cárceles se vieron de nuevo repletas. Allí fueron a parar Durruti, Cipriano Mera e Isaac Puente, componentes del Comité Nacional Revolucionario cuya misión era coordinar el alzamiento.
La mayoría de los detenidos fueron, sin embargo, liberados muy pronto merced a la imaginación de Durruti, que arguyó un audaz plan que sus compañeros no detenidos se encargaron de llevar a la práctica. «La Voz de Aragón» daba así la noticia: «Ayer tuvo lugar un suceso de una audacia increíble. Un grupo de siete individuos, armados con pistolas, penetraron en las dependencias del Tribunal de Urgencia de Zaragoza, donde se instruye la causa por los recientes acontecimientos revolucionarios: los asaltantes sorprendieron a los jueces y sus secretarios cuando se encontraban más atareados, obligándoles a permanecer inmóviles, tras lo cual se apoderaron de la totalidad del sumario concerniente al movimiento de diciembre último. Después de esto, los siete hombres desaparecieron a toda prisa» (6).
Los nuevos interrogatorios sólo pudieron probar la «culpabilidad» de los responsables más significados, entre ellos los tres componentes del Comité Revolucionario. Durruti, Mera y Puente fueron conducidos al penal de Burgos, donde permanecieron hasta recobrar la libertad en el mes de mayo.
Por lo que a la política del gobierno se refiere, parece que la crisis estaba cerca. Los reaccionarios se estaban aproximando de un modo alarmante a las esferas del poder. «La Solidaridad» así lo hacía notar: «Nuestra consigna suprema es: «Frente a todo intento fascista; frente a no importa qué tipo de dictadura; frente a toda revolución política, la revolución social de los trabajadores ibéricos. Frente a toda transmisión de poderes, la consigna revolucionaria de los trabajadores: destrucción del Estado, negándoles la obediencia que lo sostiene. Ocupación de las fábricas, de los talleres, de todos los lugares de trabajo. Socialización de las tierras, incautación de los municipios por las fuerzas populares. Proclamación de la comuna libre». ¡Obreros! ; Trabajadores todos de España, militéis donde sea, os adjetivéis comunistas, socialistas, sindicalistas o anarquistas!... ¡Por la Revolución, por la Libertad, por la Justicia, por la Anarquía!...» (7).
Mientras, en Barcelona continúa la huelga de tranvías. En Madrid, el ramo de la construcción acuerda el paro. En Tarragona, Valls, Manresa, etcétera, las huelgas se intensifican. En Zaragoza, abril comienza con el preludio de una gran huelga general que habría de durar treinta y seis días. Hubo despidos, detenciones...; sin embargo, los trabajadores no desanimaron. Fue en Zaragoza donde se iba a manifestar de un modo grandioso esa solidaridad que los militantes libertarios pregonaban. Una gran caravana de camiones fue organizada para recoger a los hijos de los huelguistas y llevarlos a las casas de las familias obreras que, por toda España —principalmente Cataluña—, se habían ofrecido para acoger a los niños zaragozanos mientras la huelga durase. Allí, en el centro vital de la operación, se encontraba una vez más Buenaventura Durruti, a cuyo esfuerzo se debió en gran parte que un puñado de hombres, los desheredados, dieran una de las más grandes e impresionantes demostraciones de solidaridad humana.
El «bienio negro», 1934-1936, siguió transcurriendo entre huelgas, detenciones arbitrarias, tiroteos, asesinatos de obreros... Triste balance provocado por la ascensión al poder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), comandada por aquél al que la gran mayoría del país veía como el más fidedigno representante del advenimiento del fascismo: Gil-Robles. No andaban, en absoluto, desencaminados quienes así pensaban. La revolución asturiana del 34 y su posterior represión es un ejemplo fiel, a la vez que estremecedor, de lo que los Gobiernos pueden hacer con unos hombres indefensos y desesperados que se habían lanzado a la lucha, sin importarles lo más mínimo lo único que todavía les quedaba por perder: la vida. Eran el ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, y el general Franco quienes dirigían, desde Madrid, las operaciones militares que aplastaron el movimiento insurreccional asturiano. Por estas fechas, 5 de octubre, Durruti es encarcelado de nuevo. Mientras el proceso de desintegración del régimen del «bienio negro» se acelera hasta alcanzar su punto culminante el 9 de diciembre de 1935. Lerroux se ve obligado a abandonar el cargo y es sustituido por Portela Valladares, nombrado por el presidente Alcalá Zamora. De esta forma quedaron frustradas las esperanzas de Gil-Robles, que soñaba con el poder absoluto. Portela disolvió el Parlamento y se fijaron elecciones para el 16 de febrero. Durante los dos primeros meses de 1936, se suceden los mítines organizados por la CNT v la FAI en contra del fascismo y abogando por la unidad revolucionaria. Ante la proximidad de las elecciones, los libertarios más prestigiosos ya no pregonaban el absentismo dando total libertad a la afiliación, ya que de no ser así, se corría el riesgo de que las derechas volvieran a ganar en los comicios y eso era un riesgo demasiado peligroso. Fue por esta decisión y por el apoyo de los Anarquistas lo que permitió ganar las elecciones.
Triunfante en las elecciones el Frente Popular, las reformas se van haciendo necesarias. Así lo hace ver Durruti el 4 de marzo, en el transcurso de un mitin celebrado en el Price de Barcelona. Aludiendo a la restauración de la Generalidad y de Companys, Durruti decía: «No venimos aquí a celebrar festejos por la llegada de unos señores. Venimos a decir a los hombres de izquierda que fuimos nosotros los que determinarnos su triunfo, y que somos nosotros los que mantenemos los conflictos que deben ser solucionados inmediatamente. Nuestra generosidad determinará la reconquista del 14 de abril» (8).
En mayo, del 1 al 12, se celebraba en Zaragoza el IV Congreso de la CNT, que se auguraba como de gran importancia. El primer hecho que sorprendió fue el elevado número de asistentes: 649 delegados en representación de 982 sindicatos y 550.595 afiliados. (Por aquellas fechas, el contingente de trabajadores encuadrados en la CNT se aproximaba al millón y medio.) En este Congreso se convocó a los sindicatos disidentes los treintistas que se mostraron dispuestos a su reintegración en el seno de Confederación. El triunfo de la FAI era inapelable. Durante las sesiones del Congreso, se pasó revista a los problemas más acuciantes de la clase trabajadora y se teorizó sobre su solución inmediata: paro forzoso, disminución de horas en la jornada laboral sin que el sueldo disminuyera, reforma agraria, oposición al lock-out patronal, retiro, etc. También se trató la situación político-militar del país, se clarificaron los conceptos sobre el comunismo libertario y se planteó la cuestión de la alianza revolucionaria.
El día de la clausura se celebró en la plaza de toros de Zaragoza un espectacular mitin, al que acudieron varios miles de trabajadores procedentes de toda España. La ciudad estaba prácticamente «tomada» por los anarco-sindicalistas. El éxito del Congreso al que Durruti asistió como representante del Sindicato Único Fabril y Textil de Barcelona  quizá fuera una de las causas primordiales que aceleró, si no contribuyó de manera decisiva, los sucesos venideros. El 18 de julio de 1936 se iniciaba la sublevación militar. Muchos de los más prestigiosos hombres de izquierda fueron casi sorprendidos. Las dudas y la falta de decisión de las primeras horas constituyeron una de las razones fundamentales de la derrota republicana. No era éste el caso de CNT-FAI. Los militantes barceloneses ya trataban, días antes, de conseguir armas con el fin de impedir que los militares de Barcelona se alzaran. La negativa de Companys a armar al pueblo exasperó los ánimos de los anarquistas. Ellos fueron los primeros en lanzarse a la calle con el propósito de frenar la intentona militar. A las pocas horas de producirse el intento militar, se luchaba tenazmente en los centros neurálgicos de la ciudad. Al frente de las fuerzas populares se encontraban Durruti, Ascaso, Jover, García Oliver, Aurelio Fernández y otros significados anarcosindicalistas de la región. De momento, parecía que la sublevación había sido controlada. El mismo general Goded, jefe de los sublevados en aquella zona, era detenido. Durruti parecía mostrarse satisfecho de los resultados conseguidos. Sin embargo, el lunes día 20, el anarquista leonés sufría un duro golpe: frente al cuartel de Atarazanas  lugar donde los anarquistas encontraron la más dura resistencia moría de un balazo en plena frente Francisco Ascaso. El suceso encorajinó de tal modo a Durruti que él mismo se dirigió al lugar donde se libraba la batalla y se lanzó contra las puertas del cuartel. Sus compañeros, animados por el ejemplo, no tardaron en imitarle y poco después la bandera blanca ondeaba en el reducto de los militares. Los anarquistas habían acabado con el movimiento faccioso de Barcelona en cuestión de treinta y dos horas.
El 21 de julio se constituía un Comité Central de Milicias Antifascistas, que quedó estructurado del siguiente modo: tres representantes de la UGT, José del Barrio, Salvador González y Antonio López; tres de la Esquerra, Juan Pons, Jaime Miravitlles y Artemio Ayguadé; uno de Acción Catalana, Tomás Fábregas; uno de la Unión de Rabassaires, José Torrents Rosell; uno del POUM, José Rovira; uno del PSOE, José Miret; dos de la FAI, Aurelio Fernández y Diego Abad de Santillán; y tres de la CNT, Juan García Oliver, José Arens y Buenaventura Durruti. Una vez formado el Comité, publicó un bando cuya finalidad abarcaba un doble objetivo: reclutar hombres y crear las suficientes medidas de seguridad en la retaguardia. El texto del bando pecaba en cierto modo de dirigismo, por lo que no satisfizo en absoluto a Durruti. En algún momento se llegó a temer un enfrentamiento entre él y el Comité. Pero no llegó a producirse, ya que Durruti consiguió formar su columna de milicianos muy pronto con el fin de dirigirse a Zaragoza, cuya conquista era vital para el posterior desarrollo de la contienda, y así poder llevar a cabo su propia lucha revolucionaria, fuera de los cauces de la política al uso. El 24 de julio, la legendaria «Columna Durruti» salía de Barcelona con destino a Aragón. El comandante Pérez-Farrás formaba parte de la columna como delegado y técnico militar. Durruti y Pérez-Farrás no llegaron casi nunca a estar de acuerdo en las decisiones que había que tomar, concebían un ejército  donde la autoridad y la disciplina férrea estuvieran ausentes. Parece ser que Farrás se volvió más tarde a Barcelona, sustituyéndole como técnico militar el sargento Manzana, quien se iba a convertir en un eficacísimo colaborador de Durruti. Manzana era un hombre allegado a la ideología cenetista, y, por tanto, totalmente antimilitarista. Momentos antes de partir hacia el frente, el periodista canadiense Von Passen mantuvo una entrevista con Durruti, que fue publicada en el «Toronto Star» y que por su interés creo oportuno transcribir:
DURRUTI. El pueblo español quiere la Revolución y está en trances de hacerla, a lo cual se oponen los fascistas. Este es el planteamiento general. En tales condiciones, no hay más que dos caminos: la victoria de los trabajadores, es decir, la libertad, o el triunfo de los facciosos, que significa la tiranía. Ambos contendientes saben muy bien lo que les espera si son vencidos. Por esta razón yo creo que la lucha será dura. Para nosotros se trata de destruir la reacción fascista de tal forma que no levante ya nunca más la cabeza en España. De hecho estamos dispuestos a acabar con el fascismo de una vez por todas, incluso a pesar del gobierno republicano.
VON PASSEN. ¿Por qué a pesar del gobierno republicano? ¿Es que acaso el gobierno republicano no lucha también contra la rebelión fascista?
Durruti. No hay gobierno en el mundo que luche contra el fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de las manos, recurre al fascismo para mantener sus privilegios. Es lo que ha ocurrido en España. Si el gobierno republicano hubiera deseado de verdad poner fuera de combate a los fascistas, hace ya tiempo que lo habría podido hacer. En lugar de combatirlos a fondo, no ha hecho más que buscar compromisos y acuerdos. Incluso en este momento, hay miembros del gobierno que hablan de adoptar medidas más bien moderadas contra los fascistas.
Von Passen. P.Largo Caballero e Indalecio Prieto han afirmado que la misión del Frente Popular era la de salvar la República y restaurar el orden burgués, mientras que tú, Durruti, me dices que el pueblo quiere llevar la Revolución mucho más lejos. ¿Cómo interpretar esta contradicción?
Durruti. El antagonismo es evidente. Esos señores, como demócratas burgueses que son, no pueden tener otras ideas que las que profesan. Pero el pueblo, la clase obrera, no se engaña. Los trabajadores saben lo que quieren. Nosotros luchamos no por el pueblo, sino con el pueblo, es decir, por la Revolución. Somos conscientes de que en esta lucha estamos solos y que no podemos contar más que con nosotros mismos. Desde un principio sabemos ya cuál será la actitud de Rusia. Para la Unión Soviética, después de haber hecho su revolución pequeño burguesa, lo que cuenta es su tranquilidad. Por esta tranquilidad, Stalin ha sacrificado a luti trabajadores alemanes, cosa que ya hizo anteriormente con los chinos. Por eso nosotros queremos hacer nuestra propia razón por lo que creemos que hoy mejor que para mañana: si es posible antes de que estalle la próxima guerra europea. De este modo nuestra actitud servirá de ejemplo a los obreros italianos y alemanes, los cuales podrán apreciar cómo se lucha contra el fascismo. Es por esta razón por la que creemos que nadie nos ayudará. Hitler y Mussolini, lo mismo que los demócratas ingleses y franceses, temen el contagio revolucionario, que es lo que, en otro sentido, le ocurre también a Stalin.
Von Passen. ¿Entonces tú, Durruti, no crees que Francia e Inglaterra puedan ayudaros, una vez que se concrete el apoyo de Hitler y Mussolini a vuestros enemigos?
Durruti. No hay gobierno alguno que desee ayudar a una revolución proletaria. Sin embargo, es posible que las rivalidades que existen entre los distintos imperialismos puedan influir en nuestra lucha. Franco, por ejemplo, es indudable que hará lo que pueda para poner a Alemania contra nosotros. Pero esto, al fin de cuentas, no es lo más importante, como ya he dicho antes, no esperamos ayuda de nadie, ni siquiera de nuestro gobierno» (9).
La toma de Caspe fue el primer enfrentamiento serio que la «Columna Durruti» hubo de librar. Una vez conquistada la plaza, los milicianos abrieron su radio de acción y todos los pueblos inmediatos fueron conquistados: Peñalba, Osera, Monegrillo, Fortlete, Bujaraloz, Candasnos, Valfarta, Pina del Ebro, ...
Durruti estableció el puesto de mando cerca de Bujaraloz. Allí recibía a periodistas y amigos, Faure y Simone Weill entre estos últimos, y preparaba los planes de la guerra y de la revolución. Durruti, al igual que el ucraniano Mack no, pensaba que la guerra y la revolución social eran dos cosas poco menos que inseparables. Las colectividades agrícolas comenzaban a funcionar apenas la columna realizaba una conquista. La colectivización aragonesa llegó a abarcar más del 70 por 100 de la población de aquella región. El número de colectividades era de 450 y la adhesión a este tipo de explotación comunal de la tierra era totalmente voluntaria.
Fue así como, unidos los intereses de los campesinos, se formaba en una asamblea, y por decisión de la mayoría el Consejo de Aragón, que vio la luz en Bujaraloz y era el encargado de coordinar el proceso colectivizador. El Consejo, promovido por Durruti, se llegó a formar a pesar de la oposición de algunos compañeros del leonés, como Antonio Ortiz y Gregorio Jover, y de la tenaz resistencia opuesta por los comunistas. Durante el desarrollo de la lucha en Aragón, los grandes propietarios huían despavoridos ante el demoledor avance de la «Columna Durruti», que aplastaba todo foco de resistencia que encontrara a su paso. Respecto a las ruinas que ocasionaban los ataques de los milicianos anarquistas, decía Durruti al corresponsal del «Montreal Star»: «Hemos vivido siempre en míseros barrios, y si destruimos, también somos capaces de construir. Fuimos nosotros quienes construimos en España, en América y en todas partes, palacios y ciudades. Nosotros los trabajadores podemos construir ciudades mejores todavía; no nos asustan las ruinas. Vamos a convertirnos en los herederos de la tierra. La burguesía puede hacer saltar por los aires y arruinar su mundo antes de abandonar el escenario .de la Historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones» (10).
Por otra parte, la escasez de armas era la principal obsesión de Durruti. Esta escasez, según testimonio a Gerorge Orwell, era terrible. El mismo Orwell se extrañaba de que no se produjeran deserciones en masa: «No había nada que les stljetara en el frente, salvo la lealtad de clase (11).
Para tratar de solucionar este problema, Durruti se trasladó a Madrid, con el fin de entrevistarse con Largo Caballero, que ocupaba la Presidencia y el ministerio de la Guerra. Largo tampoco proporcionó armas a Durruti. Pidió a éste que regresara al frente de Aragón y prometió enviarle dinero para la adquisición de armamento. Durruti regresó a Aragón, pero el dinero no llegó nunca. El boicot incomprensible desde cualquier punto de vista propugnado por los estamentos gubernamentales contra Durruti y los anarquistas, era manifiesto. Pierre Besnard, secretario general de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), realizó una visita a la España republicana en 1936. Su objetivo era internacionalizar el conflicto, de modo que Inglaterra y Francia intervinieran en favor de los republicanos. No se vio favorecido por el éxito. En su informe sobre su visita decía: «...La revolución española está retrocediendo, pero no tiene la culpa el pueblo, que lucha con entusiasmo incomparable, sino sus dirigentes, que van a remolque de los acontecimientos, demostrando que han perdido la iniciativa revolucionaria y que están dispuestos a aceptar las situaciones más humillantes, como la que tuve que soportar yo mismo frente a Largo Caballero  Si el anarquismo comete la estupidez de colaborar con Largo Caballero, aunque sólo sea apoyándole, la Revolución estará irremediablemente perdida. El único medio que existe para salir de este círculo infernal es la prueba de la fuerza. Pero yo me pregunto si los dirigentes de la CNT son los mismos hombres que se lanzaron a la calle el 19 de julio...
Diríase que solamente hay uno que escape a esta regla: Durruti, un revolucionario nato y original, que en muchos aspectos recuerda a Néstor Mackno. Al igual que el guerrillero ucraniano, Durruti tampoco se separa del pueblo, contrariamente a lo que hacen otros dirigentes. Por lo demás, Durruti es superior a Mackno en algunos puntos, sobre todo en lo que se refiere al dominio que el español ejerce sobre sí mismo» (12).
El hecho claro es que Durruti se encontraba prácticamente solo. Incluso muchos de sus camaradas más antiguos, como García Oliver, se habían dejado arrastrar hacia la politización. Otros, como Abad de Santillán, se movían en una especie de ambivalencia, que resultaba totalmente desconcertante. En octubre del 36, Madrid se encontraba en peligro. Largo Caballero se dirigió a todas las organizaciones para tratar de aunar esfuerzos. Se formó, como primera medida, un nuevo Gobierno y cuatro representantes de la CNT entraron a formar parte de él: Juan López, Juan Peiró, Federica Montseny y Juan García Oliver. Inmediatamente después de formado el Gobierno, sus componentes se trasladaron a Valencia, y en Madrid quedaba constituida una Junta de Defensa presidida por el general Miaja. Se pidió la colaboración de los anarquistas para la defensa de Madrid. Horacio M. Prieto, secretario general de la CNT, se dirigió rápidamente a Aragón. El motivo del viaje no era otro sino entrevistarse con Durruti. Su colaboración en la defensa de Madrid era considerada vital. « ¡No hay nada que hablar! ¡Yo no pienso moverme de Aragón!», fue la respuesta de Durruti. Prieto arguyó razones de tipo disciplinario y de responsabilidad. Durruti le contestó: « ¡Yo no conozco otra disciplina que la Revolución. En cuanto a los demás, aprendeos esto de una vez: ¡Yo me cago en vuestras responsabilidades de burócratas!» (13).
Poco después, eran Abad de Santillán y Federica Montseny quienes trataban de convencer a Durruti. Por fin, ante la cantidad de presiones, Durruti, con un contingente de 1.800 milicianos, parte hacia Madrid. El sargento Manzana le acompañaba como técnico militar, y como secretario iba Mora. Al mando de las agrupaciones que formaban la columna, iban Bonilla, José Mira y Liberto Roig. Miguel Yoldi, Ricardo Rionda y el propio Durruti formaban el Comité de Guerra. El 15 de noviembre, los hombres de Durruti ya se encontraban en la Ciudad Universitaria de Madrid haciendo frente a las tropas fascistas. El lugar de destino de los anarquistas, el más comprometido y peligroso, hizo que las bajas alcanzaran en muy poco tiempo un elevado número. El día 18, la «Columna Durruti» solamente contaba con 700 hombres de los 1.800 que se habían desplazado a la capital. El día 19, los milicianos de Durruti se prepararon para asaltar el Hospital Clínico, defendido por tropas moras y Guardia Civil. Las indicaciones dé: Durruti no fueron seguidas con exactitud y, como consecuencia, sólo se pudieron tomar parte de las plantas del Clínico, quedando en la parte superior tropas nacionales. Poco después, le llegan noticias a Durruti de que sus hombres querían abandonar el Clínico. Durruti, acompañado por Julio Grave (chofer) y por Bonilla y Miguel Yoldi (parece ser que también iba Manzana), se dirigió hacia el Hospital. Durante el trayecto, poco antes de llegar al punto de destino, Durruti y sus acompañantes se encontraron con un pequeño grupo de milicianos, que daban la sensación de ser descontentos que abandonaban su puesto de combate. Durruti habló con ellos y les convenció para que volvieran a sus puestosUna vez diluido el confusionismo creado por esta situación, Durruti se acercó al coche. En  este momento sonó un fogonazo, y el anarquista leonés se desplomaba al suelo con una bala incrustada en su pecho. En el Ritz, convertido en hospital, los doctores Bastos, Monje, Fraile y Santamaría firmaban en la madrugada del día 20 de noviembre de 1936 el diagnóstico final de Buenaventura Durruti: «Muerte causada por una hemorragia pleural», El proyectil se encontraba alojado en la región del corazón (14).
La desmoralización hizo presa entre los combatientes anarquistas. La muerte de su compañero, acaecida en circunstancias extrañas, les afectó en gran manera. La mayoría de los milicianos libertarios abandonaron Madrid y regresaron a Aragón. Martínez Bande, historiador y militar, comenta acerca de Durruti:...«Buenaventura Durruti había aparecido desde los momentos iniciales de la guerra como el «líder» anarquista más interesante, el más arrojado en un mundo de arrojados, y el que seguramente también comprendió primero qué es lo que había pasado en España tras el 18 de julio. Esto es, el que mejor supo adaptarse a las circunstancias de la guerra. El potenció a sus hombres, a quienes muchos calibraron, seguramente, casi como pequeños dioses, a la sombra de un dios máximo. Por esto cuando éste cae en combate, el Olimpo anarquista de la Ciudad Universitaria se desploma» (15).
Exactamente treinta y nueve años antes que su gran enemigo, el general Franco, moría en la madrugada del 20 de noviembre de 1936 la última gran esperanza del anarquismo: Buenaventura Durruti. En la tarde del domingo 22 de noviembre, una gran masa de trabajadores (alrededor de medio millón) daba su último adiós a Durruti en Barcelona. El cortejo fúnebre, que atravesó varias calles de la ciudad (entre ellas, la Vía Layetana: Avenida de Buenaventura Durruti hasta el final de la guerra) con destino al Cementerio Nuevo, fue un impresionante espectáculo, en el que millares de hombres acudieron a rendir el postrer homenaje a su compañero. Quizá haya sido ésta al igual que ocurrió en Rusia en el entierro de Kropotkin la última gran manifestación libertaria de un país donde el anarquismo tuvo una acogida y difusión
como en ningún otro del mundo.
* Sobre la muerte de Durruti, Antonio Bonilla, hoy día residente en Zaragoza, mantiene una tesis nunca argumentada hasta ahora. En el número 80 del semanario «Posible», el antiguo compañero de Durruti confiesa a Pedro Costa Muste: «No cabe duda de que la bala que mató a Durruti salió del naranjero que portaba Manzana. Pudo ser casual o intencionadamente. Hoy, a la vista de lo que ocurrió después, opto por creer que fue intencionado el disparo». Lo que ocurrió después, según Bonilla, es  que Manzana desapareció sin dejar  rastro. Manzana se ha mantenido ilocalizable, desde entonces, en algún lugar de México, ignorándose si aún vive.
Como con Zamora, el Che o Zapata, su muerte tiene estigmas de traición y el principal sospechoso, el PCE estalinista, desatará pocos meses mas tarde una brutal persecución contra anarquistas y demás radicales que no solo liquidó la Revolución amenazante, sino que fue el comienzo del fin de la propia República que decían salvaguardar.
40 años de existencia intensa tuvo este hombre que lucho por sus ideales sin treguas ni fanatismos; que nunca dejó de vivir de su trabajo; que actuaba tanto como leía y pensaba; que amó, soñó y tuvo amigos entrañables. En fin, Buenaventura Durruti fue lo que fue, y también lo que de mejor queda en nosotros cuando compartimos su trayectoria luminosa.

QUE LA TIERRA TE SEA LEVE
CNT-AIT  PUERTO REAL  NOVIEMBRE 2018
Extraído de www.camiloberneri.org

POESÍA
DURRUTI Y LA LIBERTAD
Escritas con roja sangre
Sobre negros pergaminos
Están las firmes palabras
Que al poder les acobarda.

Grabadas a dentelladas
Por compañeros rebeldes
En combate desigual
Contra el garrote asesino.

Vuelan libres sostenidas
Por los vientos sin fronteras
Y en los pueblos oprimidos
Almacenan esperanzas.

Son  los todopoderosos
Quiénes quieren silenciarlas.
Sus letras le atemorizan
Y tratan de suprimirlas.

Para que los oprimidos
No consigan alcanzarlas
Y dispuestos las anuden
Con gritos en sus gargantas.

Versos… viajarán de manos
En manos desarraigando
Los efluvios cultivados
Por el poder y el silencio.

En la tierra brotarán
Corazones decididos
Que con valores honestos
Den coraje a los vencidos.

Pepe Gómez  CNT-AIT Puerto Real Noviembre 2018



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