La autenticidad
La autenticidad del individuo solo es posible si éste
adquiere un alto nivel de conciencia, un amplio conocimiento de sí mismo y del
contexto social en que se desenvuelve, cuando toma conciencia de los problemas
sociales y de las causas que los provocan, de las desigualdades e injusticias
que arruinan este mundo.
Para actuar con independencia y autenticidad es necesario
ser conscientes moral y sicológicamente, es una condición sine quanon, para
poder luchar por nuestra libertad y nuestro bienestar y el de los demás. El
sistema capitalista se ha ido reforzando con la integración de quienes se
declaraban sus oponentes como ha pasado con los partidos mal llamados obreros o
de izquierdas y con los sindicatos institucionalizados, que en su mayor parte
venían siendo hasta hace poco correa de transmisión de esos partidos, y que
ahora más que nada son: fieles servidores de su amo; el Estado, que es quien
les paga, para que puedan seguir manteniendo a esa multitud de liberados,
vividores del sindicalismo, conspicuos traidores de la clase obrera; que con el
tiempo todos han ido aceptando las reglas del juego, los esquemas del orden
establecido, renegando de sus supuesto orígenes ideológicos y de sus
aspiraciones de transformación social.
Hoy día ninguno de ellos cuestiona el sistema, y a lo sumo
se conforman con reformas parciales, que siempre quedan en nada, como
consecuencia esto está llevando a la socialdemocracia y a toda la izquierda en
general, a una ruina moral e ideológica, a una orfandad de principios; de su
teórica lucha por conquistar el poder para cambiar la realidad social, solo
queda la lucha por el poder y gozar de sus privilegios, para que nada cambie;
causa por la que la clase obrera les haya dado la espalda definitivamente.
Se podrá argumentar que la clase obrera actual no es la
misma que en etapas anteriores del capitalismo, que el mismo concepto de clase
se ha desdibujado o difuminado, que existe una amplia clase media que sirve de
colchón amortiguador en la confrontación y en el antagonismo de clases, que
entre los mismos trabajadores hay grandes diferencias económicas y sociales,
que lo que hemos venido denominando históricamente como conciencia de clase ha
desaparecido; puede que lo que he citado anteriormente sea cierto en parte, pero
no es menos cierto, que el capitalismo actual es básicamente el mismo de
siempre, que se sustenta en los mismos pilares, que tiene como principio
fundamental la defensa de la sacrosanta propiedad privada, de los privilegios
de los propietarios y de la clase burguesa; que sigue existiendo la explotación
del hombre por el hombre, que las diferencias sociales lejos ir desapareciendo
siguen aumentando, más acentuada ahora si cabe, con la crisis económica, que la
diferencia entre países pobres y países ricos, sigue aumentando, que las
guerras y el hambre continúan en el mundo.
El posibilismo y el pragmatismo y el reformismo han llevado
progresivamente hacia la muerte de las ideologías y de la conciencia de clase,
la institucionalización de fuerzas que en otro tiempo fueron opositoras al
sistema, hace que éste se refuerce, y aumente el grado represión, brutalidad
destructiva e irracionalidad. Todo parece indicar que el capitalismo está en la
actualidad más consolidado que nunca. Él anarquismo es la única ideología que
aún no ha sucumbido al poder de integración del sistema capitalista, que
conserva íntegramente su independencia y sus aspiraciones de transformación
social. La sociedad actual nos ofrece una realidad virtual que desvirtúa la
realidad de las cosas y de los conceptos, lo que facilita la manipulación de la
opinión pública y del individuo.
Vivimos en una sociedad de lo aparente donde las libertades
son más estéticas que reales, bajo una envoltura aparentemente democrática
subyace una sociedad represiva y totalitaria. Lo que se ha venido a llamar
crisis económica es en realidad una fase más aguda de una crisis permanente,
que se suele dar de manera cíclica. Cuando las empresas y los bancos obtenían
grandes beneficios, ya había millones de personas que estaban por debajo del
umbral de la pobreza, eran muchos los que carecían de una vivienda digna, de un
trabajo que les permitieran vivir con dignidad, o que tan siquiera les
permitiera ir tirando, pero a pesar de ello, entonces nadie hablaba todavía, de
crisis económica, ha sido cuando las grandes empresas y los bancos no han
obtenido los beneficios esperados cuando ha empezado a alarmarse y hablar de
crisis.
Los trabajadores sin embargo siempre hemos estados en
crisis, dependiendo de un salario, que nunca es suficiente para satisfacer las
necesidades personales y familiares; y cuando carecemos de empleo: dependiendo
de la limosna del paro, en muchos casos ni tan siquiera eso. Estamos sometidos
por un sistema económico social que nos impone el paro, la miseria y la guerra,
que nos pervierte y nos deshumaniza.
Todavía nos cuesta creer que puedan ser ciertas las
espantosas atrocidades cometidas por los nazis contra los judíos y que ahora
cometen los judíos contra los palestinos, la humanidad parece no haber aprendido
nada de aquella terrible tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial, y vuelve a
cometer una y otra vez los mismos errores. Me duelen todas esas imágenes de
terror y de barbarie, toda la amargura y el sufrimiento de la multitud de
víctimas inocentes que padecen el azote del hambre, la guerra y la
desesperación, el lamentable espectáculo de la devastación y de la barbarie. No
podemos dejar de pensar, en el padecimiento, en la angustia, en la soledad, en
la sensación de desamparo, en el silencio de los corderos y en los gritos del
silencio, en todo el dolor de un mundo fracasado, que se hunde en el precipicio
de sus propios errores.
Porque amo la paz y odio la guerra: deseo que llegue el día
que la humanidad tome conciencia de sus crímenes, que seamos lo suficientemente
sensibles para oír, el eco de de los ausentes, el grito de los hambrientos, de
los desahuciados, que nos gritan: ¡basta ya! Que no haya más cristales rotos en
la noche, que los niños y mayores no mueran acribillados en las calles de
Bagdad, de Gaza, o de Jerusalén, o en cualquier otro lugar del mundo, que las
calles sean para el juego, para la risa, para la vida; que sean un lugar donde
poder vivir en paz y armonía, sin temores, ni disputas, donde poder disfrutar
del fruto de nuestro trabajo, individual y colectivo.
El primer objetivo de toda economía debería ser: garantizar
las necesidades básicas de todos los seres humanos y alcanzar el mayor grado de
satisfacción posible para todos, pero esto no se conseguirá únicamente con un
crecimiento económico, ni con un aumento o disminución de impuestos, ni con un
aumento de la inversión pública o privada, ni con leyes ni decretos de ninguna
clase, sino que es absolutamente imprescindible un cambio profundo de
estructuras. Es necesario crear un sistema económico que de manera fehaciente
persiga el bien común, que respete al individuo, que garantice la libertad y la
igualdad económica y social de todos los seres humanos.
Pero la crisis en realidad no es solamente económica, es
sobre todo una crisis moral y social, social porque afecta a la mayor parte de
la población que se ve privada de los recursos económicos necesarios para
cubrir sus necesidades más elementales, y moral por que antepone el beneficio
privado, los privilegios de una minoría dominante, a los intereses generales;
creando desigualdades e injusticias, por lo que los verdaderos creadores de la
riqueza, ( los trabajadores ), se ven privados de la mayor parte del fruto de
su trabajo. En la actual sociedad se basa en valores socialmente destructivos,
como la competitividad y el lucro personal, y se desprecian valores como la
solidaridad, la dignidad o el apoyo mutuo, todo esto genera una perversión y
crea una desorientación, tanto individual como colectiva.
La sociedad actual fomenta una mentalidad que se adecua a
los intereses del statu quo imperante, es decir: un individuo que no cuestione
los privilegios de la clases dominantes, que carezca por lo general, de una
personalidad propia, y que esté huérfano del sentido de la dignidad y de la
solidaridad, despojado del espíritu crítico y del pensamiento subversivo, que
ha pase de ser sujeto pensante y socialmente reivindicativo, a un objeto
productivo, a una mercancía más, que se compra y se vende. La sociedad está
llena de espejismos, de falsos mesías, de falsas promesas, y de atajos que no
llevan a ninguna parte, de trampas que nos desvían de nuestros verdaderos
intereses personales y de clase. Para ser fieles a nuestros principios y a
nosotros mismos es imprescindible mantener siempre al máximo la coherencia
entre la teoría y la práctica, entre los medios y los fines a los que
aspiramos.
Con medios o métodos autoritarios jamás podremos alcanzar
ningún fin libertario; los medios tienen que ser siempre coherentes con los
fines propuestos. Como personas no podemos conformarnos con lo que hay, porque
conformarse significa rendirse, y rendirse supone perder la esperanza,
renunciar a soñar, y el que no sueña, está muerto, la resignación es un
suicidio, resignarse es renegar de uno mismo. Debemos tomar las riendas de
nuestro propio destino, decidir por nosotros mismos, sobre todo lo que nos
concierne, sobre todo aquello que afecta a nuestras propias vidas. Aspirar a
vivir cada momento, porque vivir no es lo mismo que sobrevivir, vivir de
verdad, es disfrutar plenamente de esta oportunidad que es la vida, y que a
nadie se le debería impedir vivirla, con dignidad y derechos.
Detesto las ordenanzas, las normas impuestas, los
protocolos, los reglamentos, la ostentación, los fuegos fatuos, todo aquello
que restrinja existencia, y amo la libertad, la vida sencilla y apacible.
Detesto el reformismo y el neo-reformismo y sus inútiles y
anacrónicas formulas para conquistar el poder y cambiarlo desde dentro.
Prefiero la esencia a la apariencia, la ética a la estética y lo auténtico a lo
sucedáneo; prefiero lo verdadero, lo espontáneo, lo que fluye libremente del
corazón humano, prefiero la fuerza de la razón que la razón de la fuerza y ser:
un ser humano incontrolable antes que un objeto pasivo.
El hombre cuando se institucionaliza pierde todo su espíritu
de rebeldía, su espontaneidad, su nobleza, su autenticidad, se convierte en una
pieza más del engranaje institucional, en una oveja más del rebaño. La
sinceridad es la madre de la confianza, con la mentira no pude haber confianza,
ni amistad, ni compañerismo; pero, sin embargo hay quienes son partidarios del
perverso principio de que el fin justifica los medios, por lo que no dudan para
alcanzar sus objetivos, recurrir a la mentira, al fraude, a la compra de votos
o a la confabulación; por a conseguir como sea sus mezquinos intereses, que
suelen ser por lo general, el afán de lucro y los privilegios personales o de
grupo.
Las personas integras, más aún, los que verdaderamente
creemos en las ideas libertarias, tenemos la obligación moral de denunciar y
oponernos con todas nuestras fuerzas contra todas las injusticias, todas las
falsedades, el fraude y la corrupción. Cuando una persona recurre a medios
deshonestos para elevarse en el escalafón profesional o social, por lo general
cuanto más asciende, más se eleva en el ranking de la corrupción, de la
ineptitud, de la mentira y de la imbecilidad, y más se aleja de la confianza y
del contacto directo y sincero con los demás.
Por lo que es habitual que los jefes y directivos de empresas,
o los dirigentes de organizaciones políticas o sindicales estén en el fondo
solos aunque permanezcan siempre rodeados de una camarilla de aduladores, que
jamás osarían contradecir a sus amos, porque por un lado temen la ira y las
represalias de sus jefes y por otro, porque prefieren la comodidad de someterse
ciegamente a la autoridad establecida; lo que hace que estos se alejen de la
realidad social y se encierren en su torre de marfil, en el Olimpo de su
altivez.
Pero por encima de todo tenemos que ser fieles a nosotros
mismos, luchar por lo que amamos, por lo que creemos, no debemos de
traicionarnos nunca, ni por el dinero, ni por el poder, ni por el estatus, ni
por seguridad, una seguridad, que nunca asegurará nuestra felicidad. Podemos
equivocarnos, podemos ganar o perder, pero lo que no debemos hacer nunca es
rendirnos, renunciar a nuestras ideas, ni a nuestros sueños. Porque no hay
autenticidad en la mentira, en el engaño, en la hipocresía ni en la traición.
La autenticidad está en la verdad, en el amor, en la justicia y la lucha por la
libertad.
No olvidemos que nuestra mayor fuerza radica en la
determinación, en nuestra inquebrantable voluntad de luchar por lo que creemos.
No debemos olvidar nunca que la vida se nos agota como el
agua entre las manos y no debemos desperdiciarla en lo más mínimo, hay que
vivirla con intensidad y con coraje; si tenemos que luchar o incluso arriesgar,
hagámoslo, por lo que verdaderamente creemos, o por lo que sinceramente amamos.
Tenemos que seguir luchando por un mundo mejor, donde todos
seamos libres e iguales, por una sociedad Comunista Libertaria. No sé cuando
las cosas empezaran a cambiar, desconozco los plazos, tampoco sé, como se
sucederán los acontecimientos ni cómo será el devenir de la historia, no creo que
exista ningún método científico ni esotérico para adivinar el futuro, tampoco
me sirven de mucho mis limitados conocimientos ni mis nulas dotes de
adivinación, pero no obstante, estoy convencido de que en algún momento, las
cosas empezaran a cambiar, imperceptible al principio, pero imparable, poco a
poco se encenderá la llama, se pondrán en marcha los mecanismos del cambio.
Salud compañeros.
Benito Vázquez Fernández
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REPRESENTATIVIDAD
Partiendo siempre del principio de que asamblea sin
sindicato es ciega y sindicato sin asamblea es vacío, somos conscientes de que,
cuando son los obreros los que promueven la representatividad, ésta deriva
directamente de sus propias y exclusivas decisiones en el fondo y en la forma,
y, de este modo, sus representantes son los que, en cada caso, deciden las
asambleas obreras, otorgando a aquéllos un mandato concreto y sin ningún
carácter permanente.
La libertad sindical por la que la clase obrera viene
luchando desde el nacimiento de su conciencia de la misma, debe ser plena, y
debe permitir a todos los sindicatos trabajar libremente y en igualdad de
condiciones en las empresas, moverse entre los trabajadores, hacer entre ellos
su propaganda y el planteamiento de sus propuestas, cuya diversidad habrá de
ser contrastada en las asambleas de tajo, para decidir su parecer mayoritario
en la asamblea general. Justamente ése es el cometido de la Secciones
Sindicales de Empresa: estar al tanto de todos los problemas obreros, tanto
particulares como generales, denunciar las arbitrariedades patronales,
defender, en toda situación de agresión e injusticia, a individuos y grupos
obreros y convencerlos de la razón de sus planteamientos, tanto en los casos
concretos como en la visión general del movimiento obrero y de sus finalidades.
Las asambleas son las que deben decidir, en cada caso, sus
propuestas y nombrar a sus representantes para planteárselas a la Patronal..
Estos representantes tendrán un margen de negociación fijado por la asamblea y,
en ningún caso, deben poder tomar decisión alguna sin la aprobación mayoritaria
de la asamblea general. Para negociaciones que rebasen el marco de la empresa,
se habrá de proceder a coordinaciones previas entre asambleas de ramo, que
deberán proceder según la metodología ya descrita. Si hablamos de esto, estamos
hablando de un movimiento trabajador real y vivo y del método directo
inexcusable de sus acciones. Naturalmente, con esta metodología, que es la
única y propia para la canalización y defensa de los intereses de los
trabajadores, las reivindicaciones obreras son más duras y radicales y pueden y
deben, además, integrar planteamientos finalísticos de superación del sistema.
LA REACCION DE LA
PATRONAL Y EL ESTADO
Es claro que ni a la Patronal ni al Estado les conviene tal
metodología que define a la clase obrera como competidor antagónico del Capital
y no como su colaborador productivo. Por y para promover formas de relación a
la medida de su conveniencia, Capital y Estado siempre han tendido a intervenir
en la definición "legal" de representatividad obrera, coaccionando,
forzando o aniquilando el derecho de los trabajadores a decidir la forma y el
fondo de su propia representación. Las presiones de Capital y Estado, así como
su estrategia de mediatizar una parte del movimiento obrero vienen
manifestándose en España desde los años 20 y 30 del siglo pasado, cuando el
dictador Primo de Rivera asocia a su causa al partido socialista y a la UGT en
el intento de hacer prevalecer la práctica de los "Comités
Paritarios" entre patronos y obreros, y cuando, ya en la II República, los
socialistas en el Poder, y por su vergonzosa ley de abril de 1932, tratan de
imponer la misma estructura de Primo con el nombre de "Jurados Mixtos".
En ambos casos, tales intentos fracasaron por la oposición y la fuerza de la
CNT, pero, visto con ojos de hoy, podemos afirmar que esos antecedentes
primorriveristas y socialo-ugetistas fueron el germen de los actuales Comités
de Empresa y similares, después de haber recibido la santificación de los
mismos por el dictador Franco y por sus sucesores de la "transición".
Los medios patronales y estatales han sido siempre los
mismos: dividir a los trabajadores, privilegiar a unos grupos determinados y erigirlos
no sólo en interlocutores válidos sino incluso en interlocutores únicos,
interlocutores que han de aceptar la "racionalidad" del lenguaje del
Capitalismo y que, por ello, se convierten en sus servidores. Es el medio por
el que capitalistas y gobernantes intentan desposeer a la clase obrera del
protagonismo que le corresponde, eliminándola, como sujeto físico y moral, del
campo de la acción en la reivindicación de sus derechos, e imponiéndole un
sistema "parlamentario", falso de raíz, en el que los representantes
compadres del Patronato pueden hacerse "representantes" con el voto
del dos o tres por ciento de los "representados" y hasta con menos.
Se trata con esto, por parte de las clases explotadoras, de crear unas
estructuras formales donde ese dos o tres por ciento en las urnas sea el medio
instrumental del travestimiento de una "participación" inexistente.
Claro que, para lograr esos propósitos, patronales y
gobiernos necesitan sus propios sindicatos, los "amarillos", pero
sobre todo requieren una complicidad fundamental, la de aquellos sindicatos
que, tácita o expresamente, son correa de transmisión de partidos políticos,
y/o la de aquellos grupos de actividad sindical puramente tradeunionista,
actuantes en el campo de reivindicaciones perfectamente asumibles por el
sistema. En ambos casos y dentro de la tensión obrero-patronal, el sistema sale
siempre no sólo intacto sino permanente y progresivamente fortalecido, bien
porque ninguno de esos "contendientes" propone modelo alguno de recambio
del sistema, o bien porque, si por pura forma lo propusiera, tal
"proposición" resultaría vacía e inoperativa, desde el momento en
que, ya por principio, se acepta el medio, el modo y el instrumento que la
Patronal y el Estado deciden, lo que hace que la acción de aquéllos no puede
dejar de ser puramente reproductora del sistema.
La representatividad corrompida.
Todo lo anteriormente dicho se materializa en una operación
de compra-venta por la que se convierte a esos grupos (la "fuerzas o
agentes sociales", según la fraseología mediáticopolítica) en lobbies,
grupos de presión política en el campo económico y adyacentes, asegurándoles
"un lugar al sol" capitalista, con todos los privilegios que se
derivan de tal integración en el sistema capitalista-burgués. Así nace el yuppy
profesionalizado que se quita la corbata en período de campaña, que se inviste
de interlocutor único, que se libera del trabajo, que asegura y blinda su
puesto de trabajo en cualquier avatar de reconversión económica de la empresa o
de despido de trabajadores, que se dota de tiempo libre de carácter privado, de
un status de excepcional consideración social, preparativo todo ello del primer
peldaño de una "carrera política" posterior, etc, etc. Y lo más
sangrante de la cosa es que tal compra-venta, y por lo tanto tal derrota de la
clase obrera como tal, se pretende presentar como una "conquista" de
clase tanto por los beneficiadores como por los beneficiados de tal trato o
trueque.
¡El colmo de la desfachatez y del cinismo!.
La operación aquí descrita es de lo más inteligente por
parte del capitalismo. Su bicoca consiste en obtener así una organización del
trabajo donde, formalmente, aparece como actuante la figura del "agente
social", a la vez que, en términos reales, tal "agente" actúa
sólo de garante de todas las limitaciones reivindicativas de cualquier índole,
a la vez que de terminator de la operatividad transformativa de la clase obrera
como tal. Su misión efectiva es la de vaciar de contenido las reivindicaciones
de transformación, a la vez que la de provocar en la mente del trabajador el
convencimiento de que organizarse es inconveniente y hasta absurdo, ya que, con
el tiempo, se genera la cultura de la delegación y dependencia que impide el
protagonismo obrero, y, por contrapartida, se potencia el egoísmo del personal
y su insolidaridad de clase, en beneficio de la "paz social", en la
que el empresariado medra y el sistema se fortalece.
Efectividad propatronal de los Comités de Empresa.
Por lo que se refiere a España y a la eficacia propatronal
de los Comités de Empresa, es muy elocuente el ejemplo de Euskalduna (Bilbao),
donde el Gobierno, durante la reconversión naval de los años 86-87, cerró el
astillero con el acuerdo de los sindicatos CCOO, UGT y ELASTV, más el
inestimable apoyo desmovilizador de los Comités de Empresa de los restantes
astilleros de la nación. En los seis meses de enfrentamiento que mantuvieron
los obreros de Euskalduna, jamás se dio una huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejemplo, más elocuente aun por ser más general, es el
que se deriva del análisis de las luchas entre los años 82 y 87 de siglo
pasado: En ese tiempo, el tiempo del gran desmantelamiento industrial para
nuestra entrada en Europa, todos recordamos las luchas contra las
reconversiones del campo, de la pesca, de la minería, de la industria en
general. Eran los tiempos de la lucha en la siderurgia, abanderada por Sagunto
y Reinosa, la de los astilleros en Puerto Real, Euskalduna, Gijón y otros, la
de los campesinos con sus interminables caminatas y sus huelgas de hambre, las
violentas respuestas de la minería asturiana, las luchas del textil y en el
sector del automóvil... Eran, pues, los tiempos apropiados para la lucha
conjunta, para la huelga general. Pues, bien, los "sindicatos", esos
interlocutores válidos y únicos que se buscó el capitalismo, supieron bien
hurtarse a ese imperativo de la clase y a esa coyuntura histórica. ¿Y cómo lo
hicieron ? Pues apoyándose en sus "brazos largos", los Comités de
Empresa, que impidieron la solidaridad y la lucha en común entre todos los
sectores, en suma, la huelga general que se hacía manifiestamente necesaria.
Medio empleado: el arma del miedo y el fomento del egoísmo localista.
Veamos ahora de qué tipo de "representatividad" se
trata. Por mucha minoría y archiminoría que sean los votantes, la ley les
permite componer los Comités de Empresa y les otorga la representación de todo
el colectivo. Por ejemplo, en el año 1983 y en el astillero de Puerto Real, el
máximo de votos recibido por el presidente del Comité fue de 125, y de 71 el
del máximo líder de la UGT. La plantilla obrera superaba entonces los 3.000
trabajadores. La pregunta sale sola: ¿a quién representaba esa gente?. Queda,
pues, claro que la representatividad de los Comités de Empresa no se la dan los
trabajadores sino la ley del Estado y la voluntad de los empresarios que la
promueven.
Otra de las grandes artimañas de las que se valen los
"sindicatos oficiales" (que lo son unos más que otros, pero que, en
conjunto, son todos aquellos que aceptan las elecciones sindicales) es la de
utilizar a su antojo y en su propio beneficio su doble condición de
"representatividad", como Secciones Sindicales de Empresa y como
Comités de Empresa, habida cuenta de que la ley pro- patronal sólo reconoce
derechos de representatividad funcional a las Secciones Sindicales que se hayan
presentado a las elecciones sindicales. Pues bien, cuando tales
"sindicatos" encuentran dificultades como Comités de Empresa para
sacar adelante sus propuestas, echan entonces mano de su otro tipo de "representatividad"
como Secciones Sindicales para hacer pasar lo que los trabajadores rechazan.
Un
ejemplo de la práctica de tal triquiñuela se dio, en el astillero de Puerto
Real con motivo de la votación del Convenio Colectivo del año 91-92, cuando la
propuesta del Comité de Empresa fue totalmente rechazada por los trabajadores,
que aceptaban palmariamente, en la asamblea, las propuestas de CNT, donde se
contenía una estrategia de lucha de bajo rendimiento indefinido en la
producción. En esa situación, al ver el Comité la imposibilidad de sacar
adelante su propuesta a mano alzada y en presencia, forzó la votación secreta,
y se encontró con que de 2500 trabajadores sólo votaron 480, y de ellos sólo
dijeron sí 439, 38 dijeron no y tres nulos. O sea que más de 2000 trabajadores,
siguiendo la línea de la propuesta de CNT, se abstuvieron. ¿Renunció entonces
el Comité de Empresa a su propuesta ante la negativa de la inmensa mayoría de
los trabajadores?. De ninguna manera. Era una propuesta que convenía la Patronal
y había que sacarla adelante. El medio fue dimitir como Comité de Empresa y
votar el convenio como Secciones Sindicales. Para esto les sirve su dualidad
"representativa". Y, como botón de muestra, véase el siguiente
fragmento de un documento circular de la empresa, fechado el 7-8-91 y expuesto
en el tablón de anuncios del astillero:
"El 23 de agosto se abonará un anticipo de 50.000 pts.,
a cuenta de los atrasos de los salarios devengados, a todos los afiliados de
las Centrales Sindicales firmantes, así como al resto del personal, excepto a
aquellos que, expresamente, manifiesten su rechazo al Convenio Colectivo
1991-1992, antes del 16 de los corrientes".
Pero que nadie se escandalice creyendo que éste es un caso
de particular corrupción entre patronos y Comité de Empresa de la Bahía de
Cádiz. Es, por el contrario, la práctica habitual de ese gran contubernio
"representativo". Una vez impuesto el Convenio de la manera referida,
los dimitidos del Comité siguieron actuando como sección sindical durante
varios meses, luego forzaron unas elecciones sindicales y volvieron a salir
Comité de Empresa en las condiciones descritas más arriba.
La última reconversión naval del 2004 es igualmente
aleccionadora sobre la estrategia y misión real de los Comités de Empresa. Se
trataba por parte del sector de un recorte drástico, mortal, de la mano de
obra, manteniendo, naturalmente, la exigencia de dejar a salvo los intereses
militares en su área naval. El papel de los Comités fue el de siempre: tratar
de continuo con la SEPI a espaldas de los trabajadores; garantizar la
salvaguardia de la construcción naval militar; aprovecharse -ya que no podía
impedirla- de la espectacularidad de la movilización obrera, a fin de
fortalecer sus propios intereses de grupo de presión; dejar llegar la cuestión
al agotamiento, a la sensación de esterilidad de las acciones, a la vía muerta,
y, finalmente, a la ruptura de la solidaridad por el procedimiento de los
favorecimientos localistas, con abandono a su suerte de los demás, o sea, a la
privatización, antesala de la desaparición. Y, tanto en un caso como en el
otro, consagrar el desmantelamiento de la mitad de la mano de obra: cinco mil
puñeteros obreros a la calle.
Necesidad del rechazo absoluto de los Comités de Empresa y
de los propulsores de los mismos.
Si queremos, ahora, abundar en la cuestión del
"precio" de esa venta, veamos unos pocos datos más que ilustran esa
operación. El Estatuto del Trabajador concede a cada delegado de 15 a 40 horas
de liberación del trabajo, según el número de obreros de la industria, pero las
empresas, a la vista de lo lucrativo del sistema-comités, permiten a esos
delegados la liberación a jornada completa. Al mismo tiempo, los sujetos de los
Comités pueden acumular horas sindicales de varios delegados y liberar a otros
miembros del Comité para dedicarlos como funcionarios de los sindicatos fuera
de las empresas. Se les permite entrar y salir de la empresa cómo y cuando
quieran, y aprovechan dichas horas para cuestiones personales del gusto de cada
uno.
En la pelea por ser mayoritarios en el Comité se practica
normalmente la mendicidad del voto o la promesa de favores futuribles por el
mismo. Se crea así el hábito del clientelismo en el que el "cliente"
exige la prioridad de sus intereses. Se enfrenta a unos trabajadores con otros;
el deterioro de la moral obrera es, así, creciente y, con frecuencia, la
pérdida de dignidad llega a hacer irrespirable el aire de la empresa, un
ambiente que hace casi imposible el mantenimiento de cualquier identidad
ideológica.
El sistema de las elecciones sindicales está envenenado y
envenena por necesidad a cualquiera que lo acepte y entre dentro de él. Esto
debe tenerlo muy en cuenta la CNT y el anarcosindicalismo en general. Los
escisionistas de la CNT de los años 80, hoy CGT, decían ir a las elecciones
sindicales para vaciar de contenido a los Comités de Empresa y destruirlos.
Hace mucho tiempo que, ya totalmente envenenados, son los mayores defensores
del sistema de comités. Otras secuelas de la CGT, que también insisten en llamarse
"libertarios", los de "Solidaridad", pretenden justificar
su asistencia a las elecciones sindicales diciendo que los Comités de Empresa
favorecen la formación de secciones sindicales. Seguramente se están refiriendo
a ese tipo de secciones que, como vimos más arriba, alternan con los Comités, y
ya sabemos lo que da de sí esa dualidad "representativa". Con ese
lenguaje, ambiguo a veces y falso siempre a todas luces, pretenden esos
"libertarios" llevarnos al huerto de la "unidad" ¿De qué
"unidad", cómo, con quién, en nombre de quién, a costa de qué? Quien
no sea capaz de ver la falsedad de las elecciones sindicales y de los Comités
de Empresa, y que diáfanamente constituyen una estrategia patronal, lo llevan
mal, muy mal. Así que, si no quieren enmendarse y dudamos ya de que puedan,
sigan por donde van, afianzando el sistema e integraditos en él, y déjennos
tranquilos, que conocemos muy bien su intención de inficionar nuestra
coherencia para justificarse a sí mismos.
Somos muy conscientes de que el camino del
anarcosindicalismo es duro y difícil, incluso muy duro y muy difícil, pero es
el único que ofrece, en su día, garantía de liberación para la clase obrera.
Siempre el sistema estuvo en contra nuestra y en ello puso y pone sus máximos
esfuerzos. Frente a ellos, nuestra resistencia hizo que aquí estemos, todavía
enteros, coherentes, con una práctica limpia y una meta clara donde ir. La
clase obrera lo sabe, incluso en su situación de impotencia actual. No han
podido borrarnos, ni absorbernos, ni integrarnos ni corrompernos. Que los demás
echen una mirada a su trayectoria y a su presente, y saquen sus consecuencias,
si tienen arrestos para ello.
José Luis García Rúa
– José Gómez González
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EN DEFENSA DE LOS
PUEBLOS NATIVOS
La historia de los pueblos, son escritas por los vencedores
y por lo tanto, la de los vencidos, volcada al ostracismo, relegada y
culpabilizada por una intolerancia infinita que los expropian de sus tierras,
de su moral y costumbres, de su libertad y sus vidas. Nada justifica tales
actos ignominiosos y contra ellos hemos de revelarnos demostrando y activando
nuestra solidaridad internacional. Que sus historias crezcan y permanezcan en
nuestra memoria.
Mi primer grano de arena se ha inclinado hacia dos pueblos
(existen más de trescientos) que llaman profundamente mi atención y que respeto
profundamente por la riqueza de su organización social, por su rebeldía y por
su imponderable “democracia directa”: IROQUESES Y MAPUCHES.
Es evidente que cuando comenzamos a leer, lo hacemos de
forma dubitativa e inconstante. Con el tiempo (no sin esfuerzo) con perseverancia y empeño, logramos
convertirla en una soberana y hermosa pasión. En ése caminar, de tropezón en
tropezón, apenas sin entender, hasta que lo releemos años más tarde y logramos
comprender, los por qué y sus enseñanzas. Vamos pasando de un libro a otro,
obligado por su contenido, sus notas y referencias.
Fue así como creció en mí un gran
interés por el conocimiento de las ideas y la toma de conciencia, en la
relación del hombre con la naturaleza. El Apoyo Mutuo de Piotr Kropotkin y el
Hombre y la Tierra de Élisée Reclus
fueron obras que me marcaron y señalaron un camino, en la defensa de
los pueblos autóctonos, derrotados y
oprimidos; física y culturalmente masacrados por los Estados, cuya ambición de
poder es inagotabables.
LOS IROQUESES
Gracia a la lectura del Origen de la Familia de Friedrich
Engels, supe de Lewis Henry Morgan, considerado uno de los fundadores de la
antropología moderna. A través de él pude ilustrarme y comprender, la
grandiosidad de la organización social y económica de los pueblos Iroqueses.
Estos pueblos se constituían en una cultura matrilineal,
donde la tradición y las decisiones más importantes pasaban por la senda de las
mujeres. El clan o la comunidad estaba constituido por familias centradas en la
mujer. Los hijos recibían el nombre del clan de la madre. Eran las mujeres, las
que elegían a los nuevos jefes y a los cincuenta delegados o hombres buenos
para los Concilios de las Cinco Naciones y además administraban lo que se debía
cultivar y su extensión. Tenían vigente una especie de matrimonio fácilmente
disoluble por ambas partes, la descendencia de este tipo de parejas era reconocida
por toda la tribu, pero los iroqueses no solo llamaban hijos e hijas a los
suyos propios sino a todos los hijos de sus hermanos, por el contrario llamaban
sobrinos y sobrinas a los hijos de sus hermanas.
Las naciones conservaban su soberanía y participaban en las
decisiones de la Confederación y la responsabilidad de proteger la paz, el
mundo natural y las futuras generaciones.
En 1640 se desató la Guerra de los Castores, donde los
iroqueses quedaron enfrentados a los franceses aliados con las tribus algonquinas
por el monopolio de las pieles alentados y manipulados por holandeses,
franceses y británicos.
En conjunto estos pueblos constituyen la más antigua
democracia participativa de América, y tuvo una influencia directa tanto en la
democracia y el constitucionalismo, como en la idea de la igualdad de mujeres y
hombres en la sociedad moderna. En especial Benjamín Franklin, quien tuvo trato
directo con ellos en 1753, destacó en sus obras que el grado de autonomía
individual que gozaban los habitantes de la confederación era desconocido en
Europa y publicó los tratados indios, considerada como una de sus obras más
importantes.
Todas las tribus se organizaban en un sistema de clanes con
diferentes denominaciones. Se dividían en ohwachira (gran familia), cada una de
las cuales tenía un Oyaron (espíritu protector propio) y eran de tipo
matriarcal, hecho que se reflejaba en la costumbre de que el niño recibía un
nombre del clan de la madre. Ningún hombre podía presidir un clan y ninguna
mujer ser jefe militar o Sachem. A las jefas de los clanes correspondía elegir
a los jefes militares.
La casa comunal era un rasgo característico de los pueblos
iroqueses. Cada una de ellas constituía un microcosmos de la comunidad entera y
se convertía en un símbolo de su identidad. Así, normalmente hablaban de ellos
mismos como "El pueblo de las casas comunales".
Algunos iroqueses fueron convertidos al catolicismo y
lucharon contra los que habían mantenido la religión nativa. Durante las luchas
por la independencia de Inglaterra los iroqueses se dividieron, una parte apoyó
a los ingleses y otra peleó al lado de los rebeldes. Los norteamericanos
invadieron los terrenos de los iroqueses, los vendieron y fragmentaron su
cultura enfrentándolos. Después de la independencia de los Estados Unidos gran
cantidad de iroqueses tuvieron que emigrar a Canadá y el resto fue desplazado
de sus territorios originales.
LOS MAPUCHES
Si en el caso de los iroqueses mi atención hacia su historia
fue debida a la lectura del Origen de la Familia, la de los mapuches me abordó
a contra mano, y por mi propia familia. Lo cierto es que mi hija Susana, ha
vivido en Chile cerca de trece años, dedicada a sus estudios y posterior empleo
como profesora e investigadora de biología en las universidades de Concepción y
de Chillán. De su relación con Julio su pareja nos gratificaron con un hermoso
niño hispano chileno: mi primer nieto. En sus visitas, siempre me aportaba
algún detalle; entre los que más me agradaron fueron: una bandera mapuche y un libro editado por Pehuén, sobre el
testimonio de un cacique mapuche llamado: Longo Pascual Coña. Pero sobre todo
ha sido el trabajo de José Bengoa: Los Mapuches: historia, cultura y
conflicto quién me ha permitido un mayor
entendimiento y comprensión sobre la historia y los problemas actuales de éste
gran pueblo. Vaya para José Bengoa mi agradecimiento por poder mostrar parte de su trabajo.
Los Mapuches son el pueblo nativo más numeroso de Chile.
Casi un millón de personas se consideran miembros de esa cultura. La historia del
país es inseparable de la historia mapuche. Los españoles los denominaron
araucanos y la voz la hizo famosa en el poema de La Araucana, del poeta Alonso
de Ercilla y Zúñiga. Habitaban a la llegada de los españoles un enorme
territorio desde los valles al norte de lo que hoy es la capital de Chile,
Santiago, hasta donde comienzan las islas del Sur, el Archipiélago de Chiloé.
Hoy, habitan en comunidades rurales en el sur de Chile y en menor medida en el
sur de Argentina y muchos han migrado a las ciudades. Es un pueblo con una
fuerte identidad y que mantiene vivas la mayor parte de sus tradiciones y su
lengua.
Los mitos de origen de los mapuches muestran hasta el día de
hoy esa lucha despiadada entre la tierra y el agua, entre la lluvia y las
montañas, siempre refugio para los humanos.
Allá en el fondo del mar en lo más profundo, vivía una gran
culebra que se llamaba Kaikai. Las aguas obedecían a las órdenes de la culebra
y un día comenzaron a cubrir la tierra. Había otra culebra tan poderosa como la
anterior que vivía en la cumbre de los cerros. El Ten Ten aconsejó a los
mapuches que se subieran a los cerros, cuando comenzaron a subir las aguas. El
agua subía y subía y el cerro flotaba y también subía, los mapuches se ponían
cantaritos sobre la cabeza para protegerse de la lluvia y el sol, y decían
cantando Kai, Kai, Kai, y respondía, Ten, Ten, Ten, Hicieron sacrificios y se
calmó el agua, y los que se salvaron bajaron del cerro y poblaron la tierra.
El centro de la cultura mapuche antes de la llegada de los
españoles se encontraba alrededor de los grandes ríos del sur de Chile. Podemos
denominarla como una “sociedad ribereña”, ya que transcurría a las orillas de
los ríos y lagunas que abundan en esa parte del territorio. Por sus aguas
remaban en sus canoas, algunas muy grandes, se reunían en hermosos parajes,
denominados “aliwenes”, donde realizaban sus fiestas interminables. Era una
sociedad opulenta. Una “sociedad sin Estado” donde la cortesía permitía que se
mantuviera la paz. Los jefes, llamados “lonkos” o cabezas, dictaban justicia
sentados en amplios asientos de madera bajo los árboles. Sus sentencias eran
inapelables. Enormes familias poligámicas permitían que se relacionaran todos
con todos y que la sociedad mapuche fuera una red entrelazada de parientes.
Todo cambió terriblemente con la Conquista. Ha sido sin duda
una de las situaciones más duras y brutales que ha existido en la historia
humana: mundos, sociedades, culturas, seres humanos que no se conocían, ni
tenían idea siquiera de su existencia. Lo que ocurrió es conocido. Los
conquistadores españoles demostraron un ímpetu vertiginoso. En unas pocas
décadas cruzaron desde el mar Caribe hasta el estrecho de Magallanes en el
extremo sur americano. Su pasar no fue suave sino apasionado, revuelto, codicioso,
habría que decir también tormentoso.
En el sur de Chile vivía una población cercana al millón de
personas. En menos de cuarenta años se produjo una catástrofe humana y
poblacional. Los mapuches fueron diezmados y la población quedó reducida a
menos de doscientas mil personas. No se levantará de esa cifra hasta fines del
siglo veinte. Las pérdidas por el lado hispánico no fueron pocas y entre ellos
sucumbió el Gobernador y Conquistador de Chile, Pedro de Valdivia. El joven
guerrero, conocido como Lautaro, lo venció en Tucapel, en el sur del
territorio.
La “Pacificación de la Araucanía”, como se denominó esta
operación, se realizó en el marco pleno de la legalidad republicana del Estado
chileno. Decisiones tomadas en el Congreso nacional, presupuestos aprobados,
regimientos del ejército regular de la República, coroneles y generales
profesionales, etc… No es como puede creerse una historia de aventureros
desalmados. Por el lado chileno dirigía las operaciones el Ministro del
Interior Señor Manuel Recabarren y por el lado Argentino el entonces Coronel y
próximo Presidente de la República Julio A. Rocca. Una operación pinzas,
concertada, coordinada, terminó con la oposición “araucana”.
El 24 de febrero de 1881 es fundado el Fuerte Temuco en
medio de la Araucanía y el 1 de enero de 1883 se refunda la ciudad de
Villarrica que había sido destruida por los mapuches o araucanos hacía casi
tres siglos antes. A partir de 1884 comienza el proceso de radicación de
indígenas en reservaciones. A las agrupaciones mapuches se les entregan
“Títulos de Merced” por esas propiedades. Un promedio de 6 hectáreas por
persona. En total se les entregó quinientas mil hectáreas a un poco menos de
cien mil indígenas, dejando a muchos sin tierra. Tres mil comunidades o
reservaciones fueron constituidas entre 1884 y 1927, en que concluyó el
proceso. La rica sociedad ganadera fue reducida a un pequeño espacio,
empobreciéndose mediante la fuerza. A partir de esta situación comienza un
complejo conflicto indígena en el sur de Chile que dura hasta el día de hoy.
¿Es posible una convivencia en Chile, de una sociedad
criolla moderna, o que se autoconsidera camino a una modernidad avanzada, y
formas de expresión autónomas de la sociedad indígena mapuche? ¿O cómo dicen
los párrafos del epígrafe, se los obligará a la pertenencia a la común
ciudadanía sin apelación? ¿O simplemente, como dice otro comentarista también
anotado, se los deberá reprimir y “encerrar” hasta que se extingan? Si los
mapuches no se movilizan, por cierto que la cuestión étnica desaparece. Es lo
que ha ocurrido cada vez que se llega al límite de las presiones como han sido
estas huelgas de hambre prolongadas. La sociedad vuelve a olvidarse de su
existencia y la “normalidad” se apodera de los satisfechos. Pero la historia
que resumidamente hemos relatado en este artículo, y por eso vale el recurso a
la Historia, muestra que no ha sido así. Cada cierto tiempo, en una suerte de
ciclos trágicos, se rearticulan las demandas, se levantan las movilizaciones y
la reacción del Estado vuelve por sus mismos caminos.
Pepe Gómez, militante
de CNT.AIT
Puerto
Real, Diciembre 2017
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