POESIA INSTALADA EN
EL ATRIL JUNTO AL MONOLITO EN RECUERDO DE LOS HOMBRES Y MUJERES QUE FUERON
ASESINADOS POR EL REGIMEN FRANQUISTA EN PUERTO REAL
LA MEMORIA ALCANZADA
Ocurrió, un martes, ocho de septiembre.
El reloj
lloró las seis campanadas,
Y el sentir
de sus ecos me señala,
El umbral de
una lúgubre jornada.
La mañana se
muestra nebulosa,
Frígida y
sospechosamente extraña.
Arranco
caminando a la estación,
Con simulada
y temerosa calma.
Por las
calles se cruzan negras sombras,
Que rielan
sobre las casas albeadas.
No hay aquél
¡buenos días! en los saludos,
Como la
buena gente acostumbraba;
Ni apretones
de manos entre amigos
Ni abrazos
limpios entre compañeros
Sólo tristes
miradas que soslayan,
Las esquinas
que al confidente ampara.
Frente al
andén espero el viejo tren,
Que habrá de
conducirnos a la fábrica.
Me arrincono
en un coche deplorable,
Junto a una
desvencijada ventana.
Las palabras
furtivas, humilladas,
Por
rehiletes de irracional venganza.
Las miradas
se inclinan sepultadas,
Bajo un
manto de sombras y de lágrimas.
Sólo rostros
perdidos entre nieblas,
Atisban,
sensaciones que acompañan;
Que a veces
se desnudan por rescoldos,
Que iluminan
los cabos de colillas.
Nos
acercamos al empalme previo,
Para el
seguro cambio de las vías.
El hollín
del carbón ya se acomoda,
En el
ambiente hostil que se respira.