DIEGO PEREZ NUÑEZ DESDE JEREZ A LA
CAMARA DE GAS DEL CASTILLO DE HARTHEIN
Da cierto pudor introducirse en la
vida de un extraño, indagar en los recuerdos que otros tienen de él. Es
entonces cuando te das cuenta de lo oscuro que es el pasado y lo precaria que
es la memoria. Cada recuerdo es una interpretación, una versión de un hecho
pasado que queda lejano en el tiempo.
La misión del narrador es hacer
compatible estos recuerdos con los documentos donde este nombre aparece en los
archivos. Introducirse en una vida es, pues, una extraña mezcla de recuerdos
cambiantes y de fríos datos.
La vida que nos disponemos a esbozar
es la de Diego Pérez Núñez, un jerezano que murió en un campo de concentración
nazi. El infierno se llama Mauthausen, o el subcampo de Gusen, o la cámara de
gas de Hartheim donde murió Diego. La historia que vamos a contar se basa en el
testimonio de Miguel Vega Álvarez, un anarquista de Jerez que más de 60 años
después de haberlo conocido, habló de Diego y también se apoya en los recuerdos
de varios familiares, de los hijos de las personas que lo trataron.
Diego Pérez Núñez nació el 17 de junio
de 1919 en la calle Zarza y en los años de la Segunda República vivió en la
calle Lecheras número 2. Diego era anarquista, pertenecía a las Juventudes Libertarias.
Siempre estuvo a la sombra de su hermano mayor José, que tuvo una posición de
liderazgo dentro de los jóvenes anarquistas porque en 1936 fue el encargado de
echar a andar el Ateneo Libertario de nuestra ciudad, un proyecto que venían
pensando desde hacía varios años. Aunque ya había una biblioteca en la Casa del
Pueblo, los jóvenes anarquistas jerezanos se empeñaron en hacer un Ateneo; allí
se enseñaría a leer y escribir, se comentarían los textos clásicos del
anarquismo, a la vez que se organizarían actividades culturales.
Sabemos que José se puso en contacto
con el ateneo que ya funcionaba en Sanlúcar y que a partir de los estatutos de
esta sede, se hicieron los de la sede de Jerez. Tanto José Pérez Núñez como
Miguel Vega firmaron en los estatutos de fundación del ateneo que se
depositaron en el Gobierno Civil en Cádiz. Sin embargo, este ateneo no llegó a
funcionar por la eclosión de la guerra. También sabemos que el día del golpe
por la mañana José se desplazó al Puerto de Santa María para solicitar a la CNT
armas para poder hacer frente a los golpistas en Jerez, pero no consiguió
ninguna. Diego también era muy activo políticamente, pero dos años más joven
que su hermano, siempre iba a la zaga de éste. Sabemos que su novia era Carmen
Díaz Calvo; este último dato es relevante porque tanto Carmen como cuatro de
sus hermanos fueron asesinados en la represión que tuvo lugar a los pocos meses
de que triunfara el golpe en Jerez.
El mismo día del golpe José se esconde
y de su historia ya poco sabemos, aunque sí de la de Diego. Unos años antes, la
madre de ambos había muerto y en el lecho de muerte le había pedido a su prima
Pepa que cuidara de sus hijos. Así que, cuando Diego está escondido, la única
que sabe dónde está es la tía Pepa porque le lleva comida todos los días.
Vienen buscando a los hermanos, se llevan a un hermano pequeño, lo torturan
hasta deformarle los dedos de una mano y le dejan cicatrices en la cara. Se
llevan al padre, una noche tras otra, las palizas se van acumulando; una noche
la paliza ha sido más fuerte y muere
dos días después. Se llevan a la tía
Pepa y la retienen. Diego se entera y se entrega para que la suelten, no
soporta que le ocurra esto a la que él considera como su segunda madre.
Tuvo mucha suerte porque uno de los
guardias civiles era su primo hermano por parte de padre y le dijo que se fuera
corriendo, que allí lo matarían. Es entonces cuando empieza una huida que le
llevaría primero a Málaga, después a la guerra civil y, finalmente, a Francia.
La tía Pepa siempre recordará a Diego, seguirá hablando de él, de lo cariñoso
que era…Mientras, la historia de José se oscurece. No sabemos qué hizo en la
Guerra Civil, seguramente participaría en el ejército republicano. Pronto
caería en manos del ejército franquista. Sus sobrinas recuerdan que pasó por un
campo de trabajo en Alicante donde estuvo tres años trabajando para “redimir
pena”. Al volver a Jerez era un hombre roto. Posiblemente señalado por sus
actividades políticas anteriores no conseguía trabajo. Él era albañil y nadie
lo contrataba, por lo que tuvo que ir hasta Rota para trabajar algunos
jornales. Parece que iba a buscar caracoles para conseguir algunos ingresos que
le permitieran lidiar con la miseria.
Cada vez bebía más y cuando bebía
empezaba a gritar y a hablar de lo que no se podía decir de ninguna manera en
aquel Jerez. Con los años se fue a trabajar a Barcelona, a la SEAT. Volvía de
vez en cuando a Jerez y nunca habló de sus experiencias en la guerra y en el
campo de trabajo. La hija de la tía Pepa recuerda que escribía un diario,
lástima que no se haya conservado, pues podríamos saber algo más de la historia
de este hombre.
Sin noticias de Diego durante la
guerra, sabemos que mandó una carta a la tía Pepa desde los campos de
concentración de Francia, carta que no se conserva y en la que decía que estaba
bien. También sabemos que fue recluido en un stalag (campo de tránsito después
de ser apresados por el ejército alemán) en Kassel. Los nazis empezaron a
enviar a Mauthausen a estos prisioneros y el 13 de agosto de 1940 Diego llegó
en el tercer transporte de republicanos al campo. De los 91 republicanos que
forman parte de su convoy morirían en el campo 76.
La categoría de estos deportados fue
la de “emigrante”. Diego Pérez Núñez entró en el campo con la profesión de
fontanero con el número 3772. Probablemente, él diría que su profesión era la
de hojalatero pero el escribiente español que rellenaba la ficha de ingreso le
diría que era mejor que pusiera que era fontanero porque así le darían mejores
trabajos.
Al escribiente le dio la última
dirección que tuvo en Jerez, la casa de otra tía, la tía Conchi en la calle
Martín Fernández. Los primeros contingentes de republicanos españoles
participaron en la construcción del campo central, así que es muy probable que
este jerezano trabajara como fontanero en la construcción de la fortaleza de
Mauthausen. La vida en este campo de concentración era durísima, los que
trabajaban en la cantera tenían unas condiciones insoportables.
La escalera de 186 escalones por donde
subían las piedras a la espalda era donde se dejaban la vida estos prisioneros.
El 24 de enero de 1941 Diego fue trasladado a Gusen con el número 9555. Fue el
primer traslado de presos españoles de Mauthausen al subcampo de Gusen. Aunque
los primeros seleccionados fueron los más enfermos y los heridos, las
autoridades del campo dieron la posibilidad de ir también a voluntarios. No
sabemos si Diego fue trasladado allí para la construcción de parte del subcampo
o si fue voluntario pensando que no podía haber nada peor que Mauthausen. En
cualquier caso se equivocó. Las condiciones de Gusen eran peores que las del
campo central, la mortalidad aún más alta, las condiciones de trabajo más
duras, peor comida y peores condiciones sanitarias.
Gusen fue el infierno de los republicanos
españoles. De los 7.532 españoles que llegaron a Mauthausen, 5.266 fueron
trasladados a Gusen y, de estos últimos murieron 3.959; o dicho de otra forma,
solo sobrevivió una cuarta parte. La esperanza de vida era menor que en
Mauthausen, en Gusen no llegaba a 3 meses. Y es que la cantera de Gusen era
mucho peor que la de Mauthausen. Allí se fue encontrando con tres jerezanos
más: el también anarquista El Panaderito, amigo suyo desde los tiempos de
Jerez, Salvador Linares y Manuel Carrasco, a los que posiblemente conocería
porque vivían escasamente a dos calles de la suya en el barrio de San Miguel.
Coincidieron varios meses, quizá se
juntaran en los descansos para hablar del barrio y de los amigos comunes, para
recordar a los que sabían que habían sido fusilados; puede que para hablar de
sus sueños políticos y de cómo todo se había teñido de amargura; o quizá para
hablar solo de la poca comida que les daban y de lo duro que era el trabajo.
Diego Pérez Núñez aguantó muchos
meses, casi un año, en Gusen. Su trabajo de fontanero le ayudó a no tener que
trabajar en los kommandos más duros. No sabemos si enfermó de las múltiples
enfermedades que azotaban a los prisioneros, lo que sí es seguro es que el 5 de
diciembre de 1941 fue trasladado al castillo de Hartheim, que
administrativamente pertenecía al KL Dachau (otro campo de concentración cerca
de Munich) y que después pasaría a formar parte del KL Mauthausen. El castillo
de Hartheim tenía un largo historial, era uno de los 6 centros que formaron
parte del programa secreto de eutanasia impulsado por el propio Hitler y que
operaba con cámaras de gas. En la guerra este programa se adaptó para eliminar
a los enfermos de los campos de concentración. En Hartheim murieron 30.000
presos de los campos, de los cuales 449 eran españoles. Diego murió el 18 de
diciembre de 1941 en la cámara de gas del castillo de Hartheim. Se despedía de
la vida con 22 años.
Un día en los años 50 dos hombres
enchaquetados llaman a la puerta de la casa de la tía Pepa. Le dicen que Diego
ha muerto y empiezan a hacerles preguntas. El marido de la tía Pepa les
responde que no saben nada de Diego. En torno a estos años se empieza a
notificar por carta a las familias que sus hijos han muerto en un campo de
concentración nazi. Del hecho de que con Diego siguieran otro procedimiento
podemos deducir que este caso tenía una significación política especial por la
implicación anarquista de los dos hermanos. En esos años José emigra a
Barcelona, viene a Jerez cuando puede. Quienes lo trataron saben que jamás
habló de su pasado ni del de su hermano.
Este relato está elaborado a partir de
retazos y fragmentos del pasado. Y este pasado está hecho del silencio y del
miedo de unas familias destrozadas que no pudieron hacer el duelo o recordar a
sus muertos. La memoria sirve para sacar estas historias del olvido, pero
también para vencer al miedo. Y así aparecen vidas rotas, destrozadas por tanto
dolor y sufrimiento. Es misión del presente romper con esa capa de silencio que
impuso el franquismo, sacar de lo oscuro del tiempo estas historias y
homenajear a estas personas. En Jerez desde hace unos días tenemos un placa en
su barrio donde aparece el nombre de Diego Pérez Núñez, es de justicia.
Bartolome Benitez Reyes
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