EL COMUNISMO LIBERTARIO
CONTRA LOS PREJUICIOS
La Confederación Nacional del Trabajo es
como el cauce de los esfuerzos revolucionarios del proletariado para la
realización de un objetivo concreto: implantación del Comunismo Libertario. Un
régimen de convivencia humana que trata de solucionar el problema económico sin
necesidad del Estado ni de la política, de acuerdo con la conocida fórmula: «de
cada uno según sus fuerzas, a cada uno según sus necesidades».
El movimiento emancipador del proletariado
va madurando a fuerza de sufrir desengaños. De cada fracaso surge remozado, con
nuevos bríos. Es una fuerza en formación, gestora de porvenir. Lleva en sí un
germen de perfeccionamiento social y responde a una palpitación honda de lo
humano, por lo que no puede perecer, aunque otras cien veces equivocara su
camino.
Al proletariado se le ha predicado
demasiado. Unas veces calma, otras cultura, otras capacitación. A juicio de sus
pastores, nunca estuvo maduro para emanciparse. Su preparación, si ha de ser
así, será eterna, porque nunca podrá salir si no es revolucionariamente, de la
ignorancia y de la incultura, y de las privaciones en que el régimen
capitalista y el Estado lo mantienen. Cada emancipación parcial ha de costarle
tanto trabajo como la emancipación total, si ha de ser colectiva y no
individualmente conquistada.
Si se han de hallar soluciones de este
modo, sin atacar al sistema, no es posible resolver el problema social. Es como
el huevo de Colón. Si hemos de poner tieso y en equilibrio el huevo sobre uno
de sus polos perderemos el tiempo mientras queramos lograrlo con habilidad y
adiestramiento. Hay que decidirse a aplastar de un golpe sobre la mesa uno de
sus polos, atacando al huevo en su integridad.
La Confederación Nacional del Trabajo
interpreta el movimiento emancipador del proletariado, escarmentado de los
revoques reformistas, y desengañado del escamoteo político. Ha visto un camino
recto. El de la acción directa, el ir en derechura a la implantación del
Comunismo Libertario, único sendero de emancipación. No se trata de hacer una
organización fuerte que sea la admiración de propios y extraños, sino de
realizar su finalidad libertadora. No es un ideal a cultivar, sino un frente de
combate. El ideal se lo presta el anarquismo, que la orienta y anima.
Definición: El Comunismo Libertario es la
organización de la sociedad sin Estado y sin propiedad particular. Para esto no
hay necesidad de inventar nada ni de crear ningún organismo nuevo. Los núcleos
de organización, alrededor de los cuales se organizará la vida económica
futura, están ya presentes en la sociedad actual: son el sindicato y el
municipio libres.
El sindicato, donde hoy se agrupan
espontáneamente los obreros de las fábricas y de todas las explotaciones
colectivistas. Y el municipio libre, asamblea de antiguo abolengo, en el que
espontáneamente también, se agrupan los vecinos de los pueblos y aldeas, y que
ofrece cauce a la solución de todos los problemas de convivencia en el campo.
Ambos organismos, con normas federativas y
democráticas, serán soberanos en sus decisiones, sin estar tutelados por ningún
organismo superior, sino solamente obligados a confederarse entre sí, por
coacción económica de los organismos de relación y de comunicación,
constituidos en Federaciones de Industria.
Estos organismos toman posesión colectiva
o común de todo lo que hoy es de propiedad particular y regulan en cada
localidad la producción y el consumo, es decir, la vida económica.
La asociación de las dos palabras
(comunismo y libertario) indica también fusión de dos ideas: una colectivista,
que tiende a producir un conjunto armónico por la contribución o cooperación de
los individuos y sin menoscabo de su independencia; y la otra individualista,
que quiere garantizar al individuo el respeto de su independencia. El obrero de
la fábrica, del ferrocarril o del brazo, no pudiendo cumplir por sí mismo una
obra completa, tienen precisión de agruparse con sus compañeros, tanto para la
mejor ejecución de la obra, como para la defensa del interés individual. En
cambio, el artesano y el obrero del campo pueden vivir independientemente y
hasta bastarse a sí mismos, por lo que tienen una arraigada tendencia al
individualismo. El Sindicato representa la necesidad de la organización
colectivista, y el Municipio libre interpreta mejor el sentir individualista
del campesino.
La miseria es el síntoma, el mal es la
esclavitud. -Si juzgamos sólo por las apariencias, coincidimos todos en
señalar, como lo peor de la sociedad actual, la miseria. No obstante, lo peor
es la esclavitud, que es la que obliga al hombre a sucumbir a ella,
impidiéndole rebelarse. No es lo peor el Capital que explota al obrero,
enriqueciéndose a su costa, sino el Estado, que mantiene indefenso al
proletario y lo mete en cintura con los fusiles de la fuerza pública y con la
reclusión en las cárceles.
Toda la maldad que lamentamos en la
sociedad presente y que no es este sitio adecuado para patentizar, radica en la
institución del Poder, es decir, en el Estado y en la institución de la
propiedad privada, que por acumulación produce el Capital. El hombre es juguete
de estos dos maleficios sociales, superiores a su voluntad; se hace ruin,
tacaño, insolidario cuando es rico, y cruel e insensible al dolor humano,
cuando ejerce el poder. La miseria degrada y la riqueza pervierte. La
obediencia sume al hombre en la abyección y la autoridad deforma sus
sentimientos. Nadie ha derramado más lágrimas y sangre que el capital voraz e
insaciable de interés. Toda la historia está repleta de los crímenes y torturas
llevadas a cabo por la autoridad.
La acumulación de riquezas, como la
acumulación de poder por unos, sólo puede hacerse a costa de despojar a otros.
Para destruir la miseria, como para impedir la esclavitud, es preciso oponerse
a la acumulación de propiedad y de poder, de modo que nadie tome más que lo que
necesite, y que no sea preciso que nadie mande sobre otro.
Dos operaciones fundamentales. -Tiene el
hombre, por efecto de su modo de ser y de su naturaleza, dos aspiraciones
inagotables: el pan, es decir, lo que necesita para satisfacer sus necesidades
económicas (comer, vestir, habitación, instrucción, asistencia sanitaria,
medios de comunicación, etc.) y la libertad, o sea disponer de sus propias
acciones.
Una coacción exterior no nos repugna por
ser tal, pues transigimos con las que nos impone la propia Naturaleza. Nos
repele y subleva cuando es caprichosa, por responder a la voluntad de otros
hombres. Aceptamos una restricción cuando la creemos justa y cuando se nos deja
el arbitrio de juzgarla. La rechazamos con todas nuestras fuerzas cuando se nos
impone negándonos el derecho a discutirla.
Es tan vivo, tan intenso este sentimiento
de libertad - esta aspiración a disponer de nosotros mismos - que es proverbial
el caso del hidalgo español que por conservarla arrastra su miseria por los
caminos, renunciando al pan, al cobijo y al calor del asilo, porque, a cambio
se le impone una disciplina de cuartel.
El Comunismo Libertario ha de hacer
posible la satisfacción de necesidades económicas, con el respeto de esta
aspiración a la libertad. Por amor a la libertad repudiamos un comunismo de
convento o de cuartel, de hormiguero o de colmena, y un comunismo rebañiego
como el de Rusia.
Los prejuicios. - Todo esto, para quien
nos lea con los prejuicios erizados y hostiles, tiene sonido de disparate.
Trataremos de señalar estos prejuicios, por si quiere curarse de ellos quien
los padezca.
Prejuicio 1º. Atribuir carácter pasajero a
las crisis. - El Capital y el Estado son dos viejas instituciones en crisis
mundial, progresiva e incurable. Dos organismos que llevan en su propia
descomposición, como ocurre siempre en la Naturaleza, el germen de los
organismos que han de substituirlos. En la Naturaleza nada se crea ni nada se
destruye, todo se transforma. El Capital se ahoga en sus propios detritus: el
paro forzoso crece sin cesar porque es incapaz de aumentar el consumo en la
proporción que la maquinaria aumenta la producción. Los parados representan
fuerzas revolucionarias. El hambre acobarda al individuo aislado, pero presta
furia y bravura cuando es colectiva. En el proletariado se gestan y cobran
bríos las ideas disolventes. El Estado se asfixia también en su propio tinglado
de fuerza. Cada vez se ve precisado a crear más fuerza represiva y más
burocracia, cargando con el peso muerto del parasitismo, los presupuestos con
que se expolia al contribuyente. Cuando se apuntala un edificio es porque
amenaza ruina. La conciencia individual, cada vez más despierta, choca
abiertamente con las limitaciones del Estado. La inminencia de su ruina le ha
hecho torcer de repente su evolución histórica hacia formas mitigadas y
democráticas, para vestirse de fascismo en Italia y de dictadura en otras
naciones, incluso de dictadura del proletariado en Rusia.
Son crisis definitivas que ponen enfrente
como fuerzas irreductibles a la vieja institución del Capital, con las
reivindicaciones crecientes del proletariado; y a la más vieja institución del
Estado con las aspiraciones libertarías de los pueblos. Esto substituirá a
aquello.
No sirve aferrarse a los viejos sistemas y
tratar de buscarles remiendos, revoques y reformas, aunque sean tan seductoras
como las de Henri George, pues llegan tarde para remozar un organismo caduco.
Hay que pensar en lo que pugna por nacer, en lo que quiere sustituir a lo que debe
desaparecer, en las fuerzas germinales que piden sitio en la vida social.
Prejuicio 2º. Suponer que el Comunismo
Libertario es fruto de ignorancia. - Porque lo ven propuesto por gentes que
tienen fama de ignorantes y de incultas, por gentes sin título universitario,
suponen que el Comunismo Libertario es una solución simplista que desconoce la
complejidad de la vida y las dificultades inherentes a un cambio de esa
envergadura. Este prejuicio lleva inherente el que mencionaremos después.
Colectivamente, el proletariado tiene más conocimiento de la sociología que los
sectores intelectuales y, por ello, más visión de sus soluciones. Así, por
ejemplo, a los médicos o a los abogados, o a los farmacéuticos no se les
antojan ni ocurren otras soluciones para la abundancia de profesionales, que la
de limitar el ingreso en las Facultades, diciendo: «Están las localidades
ocupadas, no caben más», y rechazando a otras carreras o a la protesta
tumultuaria, a las nuevas generaciones que nacen a la vida y acuden a las aulas
en número cada vez mayor. Y esto sí que es solución simplista y absurda, y
necia, e impropia de quienes se precian de superiores a los demás.
Los obreros, en cambio, se atreven a
proponer, de acuerdo con sus escarceos en los libros de sociología, soluciones
que no se limitan a una clase, ni a una generación de una clase, sino a todas
las clases de la sociedad. Una solución que por sociólogos documentados ha sido
planteada ya en terreno científico y en terreno filosófico y que hoy puede
mantenerse frente a todas las soluciones teóricas del problema social a base de
garantizar el pan y la cultura a todos los hombres.
Si está en boca de «ignorantes», es
precisamente porque los intelectuales que llevan fama de sabios, la desconocen.
Y si la enarbola el proletariado es porque, colectivamente, tiene más certera
visión del porvenir y mayor amplitud de espíritu que todas las clases
intelectuales juntas.
Prejuicio 3º. La aristocracia intelectual.
- Al pueblo se le considera como incapacitado para vivir libremente y, por lo
tanto, como necesitado de tutela. Por sobre ellos, los intelectuales quieren
hacer valer privilegios aristocráticos, como los que hasta ahora disfrutó la
nobleza. Pretenden ser dirigentes y tutores del pueblo.
No es oro todo lo que reluce. Ni es
despreciable el valor intelectual de todos los que son condenados a privación
de saber. Muchos intelectuales no logran despegarse del vulgar montón ni aun
con las alas de sus títulos. Y al revés muchos obreros se remontan a la altura
de los intelectuales por la sola fuerza de su valer.
La preparación universitaria para el
ejercicio de una profesión no quiere decir superioridad en ningún sentido, ya
que no se conquista en competencia libre, sino a la sombra del privilegio
económico.
Lo que llamamos buen sentido, rapidez de
visión, capacidad de intuición, iniciativa y originalidad, no se compran ni
venden en las universidades, y las poseen lo mismo intelectuales que
analfabetos.
Es preferible una mentalidad por cultivar,
en toda su incultura salvaje, que las mentes envenenadas de prejuicios y
anquilosadas por la rutina del saber.
La cultura de nuestros intelectuales no
les impide tener inculto el sentimiento de la propia dignidad, que brilla a
veces de modo magnífico en gentes con fama de incultas.
Una carrera no da más hambre, ni más
corpulencia, ni más familia, ni más enfermedades que un oficio manual; luego no
tiene más superioridad que la profesional, y esto no justifica, si no es de un
modo simplista y pueril, que deba dirigir y mandar a los que no lo sean.
Prejuicio 4º. Atribuirnos desdén por el
arte, la ciencia o la cultura. - Lo que hacemos es no comprender que a estas
tres actividades les sea preciso, para brillar, asentarse sobre la miseria o
sobre la esclavitud humana. Para nosotros deben ser incompatibles con este
dolor evitable. Si para brillar han de necesitar del contraste con la fealdad,
con la ignorancia y con la incultura, podemos declararnos desde ahora
incompatibles con ellas, sin que temamos decir ninguna herejía.
El arte, la ciencia o la cultura, ni se
compran con dinero ni se conquistan con poder. Al contrario, si son dignas,
rechazan todo vasallaje y se muestran insobornables. Los crean la dedicación
artística, la aptitud y el afán investigatorio y el gusto de la propia
perfección. Pero no los Mecenas y los Césares. Florecen espontáneamente en
cualquier parte, y lo que precisan es no tener obstáculos. Son frutos de lo
humano, y el simplismo está en creer que se contribuye a ellas creando,
gubernamentalmente, una oficina de inventos o un galardón para la cultura.
Cuando al pedir pan y al reclamar
justicia, cuando al tratar de emanciparse se le dice al obrero que va a
estropear el arte, la ciencia o la cultura, es natural que sea iconoclasta y
que derribe de un manotazo el ídolo intangible con el que se le quiere mantener
en su esclavitud y en su miseria. ¿Quién ha dicho que el arte, ni la ciencia,
ni la cultura sufran menoscabo con la generación del bienestar ni con el
disfrute de la libertad?
Prejuicio 5º. Incapacidad para estructurar
la nueva vida. - La nueva organización económica precisa de la colaboración
técnica, como del obrero especializado y del simple trabajador. Del mismo modo
que hoy, hasta las fuerzas revolucionarias cooperan a la producción, mañana se
ha de hacer también entre todos. Es decir, que no se ha de juzgar de la nueva
vida por las capacidades que reunamos los revolucionarios, como si fuéramos un
partido político redentor, sino por las capacidades que existan en la
colectividad entera. Lo que impulsa a trabajar al técnico es la coacción
económica y no su amor a la burguesía. Lo que impulsará mañana a cooperar a
todos en la producción será también la coacción económica que se ejercerá sobre
todos los ciudadanos aptos. No confiamos solamente en los que lo hagan por devoción
o por virtud.
No necesitamos por lo tanto deslumbrar al
mundo con nuestra capacidad ni con nuestras dotes extraordinarias, que serán
entonces tan falsas como las de los políticos. No ofrecemos redimir a nadie.
Proponemos un régimen en el que la esclavitud no sea necesaria para hacer
producir al hombre, ni sea precisa la miseria para obligarlo a sucumbir ante la
avaricia del Capital. Que no sea un capricho ni una conveniencia particular o
privada la que gobierne y dirija, sino que seamos todos los que contribuyamos a
la armonía del conjunto, cada cual desde su trabajo, y cada cual en la medida
de sus fuerzas y de sus aptitudes.
Prejuicio 6º. Creencia en la necesidad de
un arquitecto social. Es un prejuicio fomentado por la política ése de creer
que la sociedad precisa de un poder ordenador o que una multitud se desmandaría
si no hubiese unos polizontes para evitarlo. Lo que sostiene a las sociedades
humanas no es la coacción del poder ni la inteligente previsión de sus
gobernantes, sino el instinto de sociabilidad y la necesidad de apoyo mutuo. El
gobernante ha gustado de adornarse siempre con estos falsos méritos. Las
sociedades tienden, además, a adoptar formas cada vez más perfectas, no porque
así lo procuren sus dirigentes, sino por tendencia espontánea a lograrlo en los
individuos que las componen y como aspiración ingénita en toda agrupación de
hombres.
Por el mismo espejismo atribuimos a los
cuidados de un padre el crecimiento y desarrollo de su hijo, como si fuera por
influencia extraña por lo que crece y medra. El crecimiento y el desarrollo se
operan siempre en todos los niños sin necesidad de que nadie lo procure. Lo que
importa es que nadie lo impida ni lo estorbe.
Del mismo modo se instruye y educa al
niño. Por tendencia natural. El maestro puede atribuirse la aptitud para
asimilar y para moldearse del niño, pero es lo cierto que el niño se instruye y
educa también sin que nadie le dirija, con tal que no se lo estorben. Y en
Pedagogía racional, el mejor papel del maestro es el empapado en la humildad
biológica de desbrozar el camino y librar de obstáculos la tendencia del niño a
asimilar conocimientos y a moldearse. Que el maestro no es imprescindible nos
lo demuestra el autodidacta.
El mismo ejemplo ponemos tomar de la
Medicina. El médico se puede atribuir la curación de un enfermo y el público
creerlo. Pero quien cura una enfermedad es la tendencia espontánea del
organismo a restablecer su equilibrio, y son las fuerzas defensivas del mismo.
El médico, cuando mejor interpreta su papel es cuando, con humildad biológica
también, se limita a desbrozar de obstáculos y estorbos las defensas curativas.
No son pocas las veces que un enfermo se cura a pesar del médico.
Para que las sociedades humanas se
organicen y para que perfeccionen su organización, no es menester que nadie lo
procure, basta con que nadie la impida ni entorpezca. Es otro simplismo más,
pretender mejorar lo humano y querer reemplazar con artificios de poder y de
batuta las tendencias espontáneas del hombre. Con humildad biológica los anarquistas
pedimos vía libre para las tendencias e instintos organizadores.
Prejuicio 7º. Anteponer el conocimiento a
la experiencia. - Es tanto como querer que preceda la destreza al
entrenamiento; la pericia al ensayo, o los callos al trabajo.
Nos piden desde el principio un régimen
perfecto, garantía de que las cosas se harán así y no de este otro modo, sin
coscorrones, sin tanteos. Si hubiéramos de aprender a vivirlo, no terminaríamos
nunca el aprendizaje. Ni el niño aprendería a andar, ni el chico montaría en
bicicleta, ni sería posible adquirir un oficio o una especialización. Al
contrario, en la vida se hacen al revés las cosas. Se empieza por decidirse a
obrar, y obrando se aprende. El médico empieza a ejercer sin tener dominio de
su arte, el cual adquiere tropezando y equivocándose y fracasando muchas veces.
Sin aprender previamente economía doméstica, una mujer saca a flote su familia
administrando un jornal insuficiente. Un especialista se hace saliendo poco a
poco de su torpeza.
Viviendo en comunismo libertario será como
aprenderemos a vivirlo. Implantándolo es como se nos mostrarán sus puntos
débiles y sus aspectos equivocados. Si fuéramos políticos pintaríamos un
paraíso lleno de perfecciones. Como somos hombres y sabemos lo que es lo
humano, confiamos en que el hombre aprenda a andar solo del único modo que es
posible aprender: andando.
Prejuicio 8º. Mediación de políticos. - El
peor de todos los prejuicios es creer que un ideal puede realizarse por la
mediación de unos hombres, aunque éstos no quieran llamarse políticos. El
político se conforma con poner un rótulo en el frontispicio de un régimen y
escribir los nuevos postulados en el papel constitucional. Así se ha podido
llamar comunismo a lo de Rusia, y República de Trabajadores a la española, donde
el número de trabajadores de todas clases es de once millones, y de trece
millones el de desocupados. Si el comunismo libertario lo hubieran de realizar
los políticos tendríamos que conformarnos con un régimen que no tendría nada de
comunista ni nada de libertario.
A la acción política, escamoteadora y
engañosa, oponemos nosotros la acción directa, que no es otra que la
realización inmediata del ideal concebido, habiéndolo hecho tangible y real y
no ficción escrita e inaprensible ni promesa remota. Es la ejecución de un
acuerdo colectivo por la colectividad misma, sin ponerlo en manos de ningún
mesías ni encargárselo a ningún intermediario.
El comunismo libertario será realizable en
la medida que se haga uso de la acción directa y en la medida que se deje de
echar mano de los intermediarios.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DE LA SOCIEDAD
El comunismo libertario se basa en la
organización económica de la sociedad, siendo el interés económico el exclusivo
nexo de unión que se busca entre los individuos, por ser el único en que
coinciden todos. La organización social no tiene otra finalidad que poner en
común todo lo que constituye la riqueza social, es decir, los medios y útiles
de producción y los productos mismos, hacer común también la obligación de
contribuir a la producción, cada cual con su esfuerzo o con su aptitud, y
encargarse luego de distribuir los productos entre todos de acuerdo con las
necesidades individuales.
Todo lo que no sea función económica o
actividad económica, queda aparte de la organización y al margen de su control.
A merced, por lo tanto, de las iniciativas y actividades particulares.
La oposición entre organización a base
política, común a todos los regímenes que se basan en el Estado, y la
organización no puede ser más radical ni más completa. Para hacerla destacar
damos a continuación el siguiente:
Cuadro
Comparativo
Organización política
|
Organización sindical
|
1º. Considera al pueblo
menor de edad e incapaz de organizarse ni de regirse sin tutela.
2º. Todas las virtudes las
posee el Estado. En economía, en enseñanza, en la administración de la
justicia, en la interpretación del derecho, en el fomento de la riqueza y en
la organización de todas las funciones.
3º. El Estado es soberano,
tiene en sus manos la fuerza (ejército, policía, magistratura, cárceles). El
pueblo está indefenso, desarmado, lo que no impide llamarle soberano en las
democracias
4º. Los hombres se agrupan
según las ideas políticas, religiosas, sociales, es decir, los puntos
mínimos, puesto que en eso es, precisamente, en lo que más variamos y
disentimos los hombres.
5º. El Estado, que es una
minoría exigua, pretende tener más acierto, capacidad y sabiduría que las
diversas colectividades sociales. «Uno sabe más que todos reunidos».
6º. El Estado, sentando una
norma fija de una vez por todas (constitución o código), compromete el
porvenir y falsea lo vital, que es múltiple y cambiante.
7º. El Estado se lo reserva
todo. Al pueblo no le toca hacer rada, sino pagar, obedecer, producir y
conformarse con la voluntad suprema de quien manda. El Estado dice: «Dadme el
poder y os haré felices».
8º. Divide a la sociedad en
dos castas antagónicas: la de los que mandan y la de los que obedecen.
9º. Concede solo ficciones y
derechos escritos: de libertad, de soberanía, de justicia, de democracia, de
autonomía, etc.; a fin de mantener siempre vivo el fuego sagrado de la
ilusión política.
10º. El progreso y evolución social conduce al
Estado, desde formas despóticas y absolutistas hacia su ocaso. El fascismo es
una solución tardía, el Socialismo también. Disimula y encubre sus
prerrogativas, para terminar perdiéndolas poco a poco, a medida que se
desarrolla la conciencia individual y de clase.
11º. En la organización a base política, la
jerarquía aumenta hacia el vértice. Por encima del pueblo, está el Concejo;
por encima de éste, el Ayuntamiento; por encima, la Diputación; por encima
aún, el gobernador, y aun por encima, el Gobierno.
|
1º. Considerando a cada
colectividad profesional apta para organizar sus asuntos privativos, la
tutela no es necesaria, y el Estado sobra.
2º. La iniciativa pasa a las
organizaciones profesionales. El control de la enseñanza, a los maestros. El
de la sanidad, a los sanitarios. El de comunicaciones, a los técnicos obreros
reunidos en asamblea, y el control de la producción lo tiene la Federación de
Sindicatos.
3º. La fuerza retorna a su
origen, ya que a cada agrupación se la darán sus componentes, y no estando
acumulada, cada individuo tendrá su parte alícuota, y la asamblea la que
entre todos le concedan.
4º. Los hombres se agrupan
por la identidad de sus preocupaciones y necesidades en el sindicato, y por
la convivencia de lugar y la comunidad de intereses, en el municipio libre.
De este modo, los puntos de coincidencia son máximos.
5º. La asamblea reúne en sí
el máximo de acierto, de capacidad y de sabiduría en aquello que
profesionalmente le atañe. Entre todos juntos, saben más que uno solo, por
sabio que éste sea.
6º. En la organización
sindical, la norma de conducta a seguir se decide en cada momento, de acuerdo
con las circunstancias.
7º. A falta de
intermediarios y redentores, cada uno debe procurar ordenar sus asuntos
habituándose a prescindir de mediadores, y desposeyéndose así de la rutina de
siglos y siglos de educación política.
8º. Todos los ciudadanos se
reúnen en la categoría única de productores. Los cargos son administrativos,
temporales, sin dar derecho a eximirse de la producción, y siempre a merced
de las determinaciones de las Asambleas.
9º. Es la realización
práctica de la libertad económica, que es lo fundamental. Realiza la
democracia, es decir, el gobierno del pueblo por el pueblo. Realiza el
Federalismo, reconociendo la máxima autonomía e independencia al Municipio y
a toda entidad de producción.
10º. La evolución lleva a las colectividades
profesionales a un auge y perfeccionamiento crecientes. De la defensa del
interés económico egoísta del individuo, han pasado a capacitarse para
aceptar la responsabilidad de su papel social.
11º. En la organización económica, la jerarquía
aumenta hacia la base. Los acuerdos de un Comité los puede revocar un Pleno;
los de éste, Asamblea, y los de la Asamblea, el Pueblo.
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LA RIQUEZA Y EL TRABAJO
Entre los habitantes de una nación hay dos
cosas a repartir: la riqueza, o sea los productos para el consumo de toda la
población, y el trabajo necesario para producirla. Esto sería lo justo y lo
equitativo: incluso lo racional. Pero en la sociedad capitalista, la riqueza se
acumula en un polo, el que no produce, y el trabajo se acumula en el otro polo,
el que no consume lo necesario. Es decir, precisamente al revés de lo que
ocurre en la Naturaleza, que siempre aporta más alimento, más sangre, al
miembro u órgano que trabaja.
La riqueza se calcula en una renta anual
de 25.000 millones de pesetas. Bien distribuida, habría para alimentar bien a
toda la población de España, a los 24 millones de habitantes, correspondiendo a
cada uno algo más de 1.000 pesetas anuales. Una familia de cinco individuos
tendría por lo tanto 5.000 pesetas anuales, lo que permitiría generalizar a
todos un relativo bienestar económico.
Pero como en régimen capitalista el
capital ha de producir siquiera un 6 por ciento de interés anual, y la
autoridad debe medirse por el sueldo, para que puedan unos cobrar millones
anuales, tiene que haber familias enteras que deben pasarlo con menos de la
mitad de lo que correspondería a cada individuo.
En régimen comunista libertario no se
trata de pesetas ni de repartirlas. Se trata sólo de productos, que ya no son
transformables en pesetas ni pueden acumularse, y que se distribuyen
entre todos con arreglo a sus necesidades.
La otra cosa a repartir es el trabajo. Y
en ella encontramos hoy la misma injusta y sublevante desigualdad. Para que
unos puedan pasarse la vida tumbados a la bartola, otros han de sudar las ocho
horas de jornada diaria, cuando no son las diez o las catorce.
Si hoy están ocupados en producir la
riqueza siete millones de trabajadores y les corresponde por término medio ocho
horas de trabajo diario, si trabajan los catorce millones de habitantes útiles,
les correspondería solamente a cuatro horas de jornada diaria.
Esta es la deducción lisa y llana que se
obtiene de una buena y justa distribución. Esta es la utopía que quiere
realizar el anarquista.
POSIBILIDADES ECONÓMICAS DE NUESTRO PAÍS
La implantación del comunismo libertario
en nuestro país, aisladamente de los otros de Europa, nos acarreará, como es de
presumir, la enemiga de las naciones capitalistas. Pretextando la defensa de
los intereses de sus súbditos, el imperialismo burgués tratará de intervenir
por las armas para hundir nuestro régimen naciente. La intervención armada por
parte de una o varias potencias aisladas, podría servir para desencadenar una
guerra mundial. Para no correr el riesgo de la revolución social en sus propios
países, las naciones capitalistas preferirían la conducta solapada de financiar
un ejército mercenario, como hicieron en Rusia, el que se apoyaría en los
núcleos reaccionarios que hubieran podido subsistir.
El recuerdo de luchas semejantes y de
situaciones parecidas en la historia de nuestro pueblo, nos hace tener
confianza en la lucha por nuestra independencia y en las condiciones
topográficas de nuestro suelo. Si el pueblo experimenta las ventajas del cambio
y conquista un mayor bienestar, él será el más decidido defensor del comunismo
libertario.
La otra amenaza es el bloqueo que la
marina de guerra de las naciones capitalistas podría ejercer sobre nuestras
costas, impidiéndonos, por lo tanto, a bastarnos con nuestros propios recursos.
Por la extensión de nuestras costas, esta vigilancia sería fácil de burlar.
Pero su posibilidad nos obliga a plantearnos esta cuestión previa
¿Producimos lo bastante para poder
prescindir por completo de las importaciones?
Veamos. Las estadísticas actuales no son
aplicables en un todo al mañana, porque sus números no aprecian tanto lo que se
necesita importar como lo que es negocio importar, lo que no siempre es lo
mismo. Así, por ejemplo, el carbón puede producirse en nuestro suelo de sus
yacimientos abundantísimos y no obstante se importa de Inglaterra, porque el
carbón inglés compite en precio con el nuestro. No habiendo necesidad, porque
en Andalucía se ofrecía en abundancia, se ha importado este año trigo
argentino.
Las estadísticas demuestran que nos
bastamos en producción agrícola: exportamos en gran cantidad aceite, naranjas,
arroz, legumbres, patatas, almendras, vinos y frutas. Nos bastamos en cereales,
no obstante la importación de maíz. Nos sobramos en metales.
Pero somos tributarios del extranjero en
petróleo y sus derivados (gasolina, aceites pesados, lubrificantes, etc.), en
caucho, en algodón y en pastas de papel. Por ser base de los transportes, la
carencia de petróleo podría acarrear un serio contratiempo en la estructuración
de nuestra economía. Por ello, en caso de bloqueo, sería menester enfocar las
actividades de conjunto a la intensificación de los sondeos en busca de
petróleo, que aun no han sido encontrados aunque se supone que existen. El
petróleo puede obtenerse por destilación de la hulla y de los lignitos, ambos
abundantes en nuestro país. Esta industria existe ya y habría que
intensificarla hasta que diera abasto a las necesidades. Puede ahorrarse
gasolina mezclándola con un 30 o un 50 por ciento de alcohol, lo que da
excelentes resultados en todos los motores. El alcohol sería inagotable, pues
se obtiene del arroz, del trigo, de la patata, de las melazas, de la uva, de la
madera, etc.
El caucho habría que obtenerlo
sintéticamente, como ya se hace en Alemania.
El algodón es ya cosechado en nuestro país,
sobre todo en Andalucía, con gran éxito y a juzgar por su progresivo
incremento, se bastará pronto a las necesidades nacionales. Se podría cultivar
en lugar de viñas y de olivos, dos producciones que exceden nuestro consumo.
La industria de la madera puede ser
incrementada hasta dar abasto a las necesidades, compensando con la
intensificación de la repoblación forestal.
El eucalipto y el pino maderable son los
mejores proveedores de pastas de papel.
Pero tanto como la producción actual, nos
hace ser optimistas el tener en cuenta las posibilidades de producción con que
cuenta España, que se puede considerar como un país por colonizar, que no ha
movilizado ni una décima parte de su riqueza.
La energía eléctrica es incalculable,
inferior solo a la de Suiza. Está por comenzar casi la construcción de pantanos
y canalizaciones de riego. No cultivamos ni siquiera la mitad de la superficie
cultivable, calculada en 50 millones de hectáreas. Están por mejorar los
cultivos, por intensificarlos y por generalizar la maquinaria agrícola. El
régimen de trabajo en común permitirá incrementar la producción al generalizar
en todas las tierras de un Municipio las máquinas agrícolas que hoy solo cuidan
las heredades del terrateniente rico.
Está por hacerse el primer esfuerzo para
amoldar la producción al consumo. Nos sobra tierra. Pero además de tierra, nos
sobran brazos, que es tanto como decir potencial productor.
La sobra de brazos, lejos de ser un
problema para el régimen comunista libertario, es por el contrario garantía de
su éxito. Si sobran brazos, es lógico que nos toque a menos trabajo y, una de
dos, o que hay que reducir la jornada, o que hay que aumentar la producción.
La sobra de brazos nos ofrece
posibilidades de reducir la jornada de trabajo por individuo, dar abasto al
incremento de los trabajos (construcción de pantanos y riegos, repoblación
forestal, aumento de cultivos, incremento de la producción siderúrgica y
aprovechamiento de saltos de agua, etc.) y aumentar la producción en una
industria determinada.
Merced a la organización del trabajo
seriado, es fácil improvisar el personal, mejor aún que para aumentar el
rendimiento de una fábrica, para doblar su producción diaria, sin aumentar el
número de máquinas. El personal actual, considerado ya como diestro, se divide
en dos turnos, para trabajar uno tras otro, y a cada turno se le añaden otros
tantos aprendices.
Por este procedimiento, la producción en
las industrias más insuficientes puede doblarse sin necesidad de pensar en
establecer nuevas fábricas y sin que haya precisión de perfeccionar o aumentar
la maquinaria.
Puede deducirse, por consiguiente, que
nuestro país puede bastarse a sí mismo y resistir, por lo tanto, el rigor de un
bloqueo durante varios años. Las soluciones que hoy, en frío, se nos ocurren a
los que no somos técnicos, serán superadas al vernos acuciados por la
necesidad, estimulando nuestro ingenio y nuestra inventiva por las
circunstancias adversas.
Ni se puede fiarlo todo a la improvisación
ni se puede desdeñar su ayuda en las circunstancias críticas, pues es cuando
precisamente nos brinda más recursos.
REALIZACIÓN
El Comunismo Libertario se basa en
organismos existentes ya, merced a los cuales se puede organizar la vida
económica en la ciudad y en los pueblos teniendo en cuenta las necesidades
peculiares de cada localidad. Son el Sindicato y el Municipio libre.
El Sindicato reúne a los individuos,
asociándolos según la clase de trabajo o la diaria convivencia en el mismo. Se
reúnen primero los obreros de una fábrica, taller o tajo, constituyendo la
célula más pequeña, con autonomía en aquello que le es privativo. Estas
células, reunidas con sus semejantes, forman la sección dentro del Sindicato de
Ramo o de Industria. Hay un Sindicato de oficios varios para fundir a aquellos
que por sí mismos no pueden constituirse numéricamente en Sindicato. Los
Sindicatos de la localidad están federados entre sí, constituyendo la
Federación local, que existe por un Comité formado por delegación de los
Sindicatos, por un Pleno, constituido por todos los Comités, por la Asamblea
general, que es la que en definitiva posee la máxima soberanía.
El Municipio libre es la Asamblea de los
trabajadores de una localidad pequeña, pueblo o aldea con soberanía para
entender en todos los asuntos de la localidad. Institución de antiguo abolengo,
aunque mediatizada por las instituciones políticas, puede recuperar su antigua
soberanía, encargándose de la organización de la vida local.
La economía nacional resulta del concierto
entre las diversas localidades que la componen. Cuando aisladamente cada
localidad tiene bien administrada y ordenada su economía, el conjunto ha de ser
armónico y perfecto el acuerdo nacional. La perfección no se quiere imponer
desde arriba, sino que se quiere ver florecer en la base, para que sea resultado
espontáneo y no efecto forzado. Si el acuerdo entre los individuos se establece
por la relación entre ellos, el acuerdo entre las localidades es efecto de la
misma relación. De la circunstancial y periódica de los plenos y de los
Congresos, y de la persistente y continuada establecida por las Federaciones de
Industria que tienen este especial cometido. Son las comunicaciones y los
transportes, industrias que no pueden circunscribirse a un interés local, sino
que es menester sujetar a un plan nacional.
Estudiaremos por separado la organización
en la ciudad y la de la economía general.
EN EL CAMPO
Es en el campo donde la realización del
Comunismo Libertario reviste la mayor sencillez, pues se reduce a poner en
vigor el Municipio libre.
El Municipio o Comuna libre es la reunión
en Asamblea (Concejo) de todos los vecinos de un pueblo o aldea, con soberanía
para administrar y ordenar todos los asuntos locales, pero en primer término la
producción y la distribución.
Hoy, el Concejo está tutelado, por ser
considerado como menor de edad, y sus acuerdos pueden ser revocados por
Ayuntamiento, Diputación y Gobierno, tres instituciones parasitarias que viven
a su costa. En el Municipio libre, no sólo una parte del término municipal,
como hoy ocurre, sino todo lo enclavado en su jurisdicción será de propiedad
común.
Montes, árboles y pastos.
Tierras de labor.
Ganados de trabajo y de carne.
Edificios, las máquinas y los aperos de
labranza.
Y los géneros y productos almacenados o
acumulados en exceso por los vecinos.
No existirá, por lo tanto, la propiedad
particular más que en usufructo de aquello que cada cual necesita, como la
vivienda, los vestidos, los muebles, las herramientas de oficio, la parcela de
huerta que se deje a cada vecino y el ganado menor o las aves de corral que
quiera tener para su consumo y distracción.
Todo lo que exceda de las necesidades
podrá ser recogido en cualquier tiempo por el Municipio, previo acuerdo en
Asamblea, pues todo lo que acumulamos sin necesitarlo no nos pertenece, ya que
lo sustraemos a los demás. La Naturaleza nos da un título de propiedad sobre lo
que necesitamos, pero lo que excede a nuestra necesidad no podemos
apropiárnoslo sin cometer un despojo, sin usurparlo a la propiedad colectiva.
Todos los vecinos serán iguales:
1º. Para producir
y cooperar al sostenimiento de la comuna, sin otras diferencias que las de su
aptitud (edad, profesión, preparación, etc.).
2º. Para
intervenir en las decisiones administrativas en las Asambleas, y,
3º. Para consumir
con arreglo a sus necesidades o según racionamiento inesperado.
Quien se niegue a trabajar para la
comunidad (excepto los niños, los enfermos y los ancianos) será privado de los
demás derechos: a deliberar y a consumir.
El Municipio libre estará federado con los
de otras localidades y con las Federaciones de Industria nacionales. Cada
localidad ofrecerá al intercambio sus productos sobrantes para pedir a cambio
los que necesite. Contribuirá con prestación personal a las obras de interés
general, como ferrocarriles, carreteras, pantanos, saltos de agua, repoblación
forestal, etc.
A cambio de esta cooperación al interés
regional o nacional los vecinos del Municipio libre podrán beneficiarse de los
servicios públicos, como:
Correos, telégrafos, teléfonos,
ferrocarriles y transportes.
Luz y energía eléctrica, con sus
derivaciones progresivas.
Asilos, hospitales, sanatorios y
balnearios.
Enseñanza superior y universitaria.
Artículos y géneros no fabricados en la
localidad.
El exceso de brazos será compensado con
trabajos y producciones nuevas, a las que se preste la localidad, y
distribuyendo la jornada entre todos, reduciendo las horas de trabajo, la
duración de la jornada diaria para cada obrero.
Al aldeano no le debe asustar este
Municipio libre que de modo muy semejante vivieron sus ascendientes. En todos
los pueblos existe trabajo en común, propiedad comunal más o menos extensa,
aprovechamientos comunes (leñas o pastos). En las costumbres rurales hay además
expedientes y procedimientos para solucionar todas las dificultades que
pudieran presentarse y en los que no debe nunca decidir la voluntad de un
individuo, aunque sea elegido para ello por los demás, sino el acuerdo de
todos.
EN LA CIUDAD
En la ciudad, el Municipio libre está
representado por la Federación Local, pudiendo existir en las poblaciones
grandes organizaciones parecidas de barriada. La Federación Local de Sindicatos
de Industria tiene su soberanía máxima en la asamblea general de todos los
productores de la localidad.
Su misión es ordenar la vida económica de
la localidad, pero especialmente la producción y distribución, en vista de las
necesidades de la localidad y en vista también de las demandas de otras
localidades.
En el momento de la revolución, los
Sindicatos toman posesión colectiva de las fábricas, talleres y obradores; de
las viviendas, edificaciones y tierras; de los servicios públicos y de los
géneros y primeras materias almacenadas.
La distribución la organizan los
sindicatos productores, valiéndose de Cooperativas o de los locales de tiendas
y mercados.
Para disfrutar de todos los derechos es
menester el carnet de productor, expedido por el Sindicato respectivo, en el
que consten, además de los datos precisos para el consumo, como por ejemplo,
número de familiares, los días y jornadas que trabaja. Solamente se eximen de
este requisito los niños, los ancianos y los enfermos.
El carnet de productor confiere todos los
derechos:
1º. A consumir con
arreglo a racionamiento o a su necesidad, todos los productos distribuidos en
la localidad.
2º. A poseer en
usufructo casa decorosa, muebles indispensables, aves de corral en el
extrarradio, o parcela de huerta o jardín si la colectividad así lo acuerda.
3º. A usar de los
servicios públicos.
4º. A tomar parte
en las decisiones plebiscitarias de la fábrica o taller o tajo, de la Sección,
del Sindicato y de la Federación local.
La Federación local atenderá a bastarse
para las necesidades de la localidad y a desarrollar su industria específica,
aquella para la que mejor disposición tenga o aquella que más se precise en las
necesidades nacionales.
En Asamblea general se distribuirán los
brazos entre los diversos Sindicatos y éstos los distribuirán entre sus
secciones, así como éstas en las entidades de trabajo, mirando siempre a evitar
la desocupación y a aumentar la jornada de producción diaria por el turno de
obreros en una industria, o a disminuir en la debida proporción el número de
horas de la jornada por trabajador.
Todas las iniciativas que no sean
puramente económicas deben quedar a merced de la iniciativa particular de
individuos o grupos.
Cada Sindicato debe tratar de llevar a
cabo las iniciativas que redunden en beneficio de todos, especialmente las que
van dirigidas a la defensa de la salud del productor y a hacer agradable el
trabajo.
ORDENACIÓN DE LA ECONOMÍA GENERAL
La coacción económica obliga al individuo
a cooperar en la vida económica de la localidad. La misma coacción económica
debe pesar sobre las colectividades, obligándolas a cooperar en la economía
nacional. Pero ésta no debe depender de un Consejo central ni de un Comité
supremo, gérmenes de autoritarismo y focos de dictadura, tanto como nidos de
burócratas. Hemos dicho que no necesitamos de un arquitecto ni de un Poder
ordenador extraño al mutuo acuerdo entre las localidades. Cuando todas las
localidades (ciudades, pueblos y aldeas) tengan ordenada su vida interior, la
organización nacional será perfecta. Y otro tanto podemos decir de las
localidades. Cuando todos los individuos que la componen tengan asegurada la
satisfacción de sus necesidades, la vida económica del Municipio o de la
Federación será perfecta también.
En Biología, para que un organismo
disfrute de fisiologismo o de normalidad, es menester que cada una de sus
células cumpla con su papel y para esto solo se precisa una cosa: asegurar el
riego sanguíneo y la relación nerviosa. Lo mismo podemos decir de una nación.
La vida nacional se asegura y normaliza en cuanto cada localidad llene su
papel, teniendo asegurado el riego sanguíneo que lleva aquello de que se carece
y libre de aquello que estorba, esto es, el transporte, y que ponga en relación
unas con otras localidades para hacerles conocer sus mutuas necesidades y
posibilidades por medio de las comunicaciones.
Y aquí viene el papel de las Federaciones
Nacionales de Industria, organismos adecuados para la estructuración de
servicios colectivizados que necesitan estar sometidos a un plan nacional, como
comunicaciones (correos, teléfono, telégrafo) y transportes (ferrocarriles,
barcos, carreteras y aviones).
Por encima de la organización local no
debe existir ninguna superestructura, más que aquellas con una función especial
que no pueda ser desempeñada localmente. Los congresos son los únicos que
interpretan la voluntad nacional y ejercen circunstancial y transitoriamente la
soberanía que les confieren los acuerdos plebiscitarios de las asambleas.
Además de las Federaciones Nacionales de
los Transportes y de las Comunicaciones, pueden existir Federaciones Regionales
o Comarcales, como las hidrográficas, las forestales o las de la energía
eléctrica.
Estas Federaciones Nacionales harán de
propiedad común las vías, redes, edificios, máquinas, aparatos y talleres, y
ofrecerán libremente sus servicios a las localidades o a los individuos que
cooperen con su peculiar esfuerzo a la economía nacional: ofreciendo sus
géneros o productos sobrantes; prestándose a sobreproducir aquello que las
necesidades nacionales requieran y que esté dentro de sus posibilidades; y
contribuyendo con su prestación personal a los trabajos que estos servicios
precisen.
Es misión de las Federaciones Nacionales
de comunicación y transporte poner en relación unas con otras a todas las
localidades, incrementando el transporte entre las regiones productoras y las
consumidoras, y dando predilección a los artículos susceptibles de estropearse,
y que deben consumirse rápidamente, como el pescado, la leche, las frutas y la
carne.
De la buena organización de los
transportes depende el asegurar el abastecimiento de las localidades
necesitadas y la descongestión de las sobreproductoras.
Ni un cerebro único ni una oficina de
cerebros pueden hacer esta ordenación. Los individuos se entienden reuniéndose,
y las localidades relacionándose. Una guía de direcciones, con la producción
peculiar a cada localidad, permitirá facilitar los abastecimientos, orientando
en lo que se le puede pedir a una localidad y lo que se le puede ofrecer.
Que la necesidad obligue a los individuos
a juntar sus esfuerzos para contribuir a la vida económica de la localidad. Que
la necesidad, también, fuerce a las colectividades a reunir sus actividades en
un intercambio nacional, y que el sistema circulatorio (transportes) y el
sistema nervioso (comunicaciones) cumplan con su papel en el establecimiento de
las relaciones interlocales.
Ni la ordenación de la economía, ni la
libertad del individuo exigen más complicaciones.
FINAL
El Comunismo Libertarlo es un cauce
abierto para que la sociedad se organice espontánea y libremente, y para que la
evolución social se opere sin desviaciones artificiosas.
Es la solución más racional del problema
económico, pues responde a una distribución equitativa de la producción y del
trabajo preciso para lograrla. Nadie debe evadirse de esta necesidad de
cooperar con su esfuerzo a la producción, ya que es la propia Naturaleza la que
nos impone esta dura ley del trabajo, en los climas en que el alimento no se
produce espontaneamente.
La coacción económica es el nexo social.
Pero es y debe ser también la única coacción que la colectividad debe ejercer
sobre el individuo.
Todas las otras actividades, culturales,
artísticas, científicas, deben quedar al margen del control de la colectividad
y en manos de las agrupaciones que sientan afán por su culto y fomento.
Como la jornada de trabajo obligatorio no
agotaría, como no la agota hoy, la capacidad de trabajo del individuo, al
margen de la producción controlada existiría otra, libre y espontánea, fruto de
la afición, del entusiasmo, y que encuentra en sí misma satisfacción y
recompensa. En esta producción late el germen de otra sociedad, la que el
anarquismo exalta y propaga, y en cuando ella diera abasto a las necesidades de
la Sociedad, habría hecho innecesaria la tutela económica de las organizaciones
sobre los individuos.
Se nos hacen objeciones mil, tan vacías en
su generalidad que no merecen refutarse. Una, y muy repetida, es la del vago.
El vago es fruto natural de climas exuberantes, que es donde la Naturaleza
justifica la vagancia, haciendo indolente al individuo. Reconocemos el derecho
de ser vago, siempre que el que quiera usarlo consienta en pasarse sin la ayuda
de los demás. Vivimos en una Sociedad en la que el vago, y el inepto, el
antisocial, son los tipos que medran y gozan de la abundancia, del Poder y de
los honores. Si renuncian a todo esto, no hay inconveniente en conservarlos,
para exhibirlos en los museos, o en las salas de espectáculos, como se exhibe
hoy a los animales fósiles.
Isaac
Puente, 1933.
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