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domingo, 18 de octubre de 2020

AIDA LAFUENTE


AIDA LAFUENTE: MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ

Nació en León, en una familia comunista que se mudó a Asturies cuando ella era aún una niña. Tenía 19 años en aquel mes de octubre de 1934 en el que miles de obreros de Xixón y de las cuencas mineras del Caudal y del Nalón se levantaron con armas, puños y dientes contra el Gobierno. Solo en esta tierra llegó a rozar los cielos aquella insurrección, con la inusual alianza entre socialistas, anarquistas y comunistas.

Frente al avance de las tropas militares que atravesaban las montañas asturleonesas y el cañoneo que lanzaba desde la costa cantábrica el crucero ‘Almirante Cervera’, parecía que había todo lo necesario para asaltar la Historia a golpe de metralla y de barreno: unidad de acción, dinamita minera a mansalva y el coraje de personas como Aida, dispuestas a reventar a tiros tantas décadas y siglos de miseria obrera. El Gobierno encomendó la represión en Asturies a tropas comandadas, entre otros, por un par de criminales de guerra “en prácticas”: el general Francisco Franco y el aún teniente coronel Juan Yagüe (fue general más tarde, cuando ordenó el asesinato de miles de prisioneros civiles en el Badajoz de los primeros meses de la guerra).

Aida se ofreció como enlace del Comité Revolucionario desde el inicio. Murió en tierra de barricadas. Una versión cuenta que la capturaron con vida y la fusilaron. Otra dice que acompasó su último aliento a la última bala de la ametralladora que estaba defendiendo en las inmediaciones de la iglesia ovetense de San Pedro, flanqueada por dos compañeros, para mantener a raya a los legionarios mientras se retiraban otros revolucionarios.

Su cadáver fue a parar a una fosa común. Su figura empezó a ser reivindicada dos años después: Aida Lafuente fue el nombre que adoptó el primer batallón republicano asturiano, que durante un año terrible frenó el avance de las tropas franquistas. Aquella Asturies de 1934 y esa otra que acabó siendo el último bastión republicano del Cantábrico inspiraron los versos del poeta andaluz Pedro Garfias que musicó Víctor Manuel: «Sola en mitad de la tierra, hija de su misma madre».

La figura de Aida fue recuperada tras la muerte del dictador. Nuberu le compuso una canción que se coreaba y se sigue coreando puño en alto en los conciertos, Nacho Vegas le dedicó recientemente otro tema. En Asturies, Aida fue y sigue siendo una de las nuestras. Queda pendiente lo que aún no se cantó, ni se contó, ni se escribió sobre ella. Merece una novela... o un guión de cine. Si alguien se pregunta por qué aquella moza con una sonrisa llena de vida se lo jugó todo a la última bala de una batalla que ya estaba perdida, debería buscar la respuesta en el ‘Ricardo III’ de Shakespeare (aunque el autor le diera un sentido muy distinto a la frase): «Mañana en la batalla piensa en mí». Quizás pensó en eso Aida, en que habría un mañana en el que otra gente pensaría en ella como ejemplo para librar nuestras pequeñas y humildes y silenciosas batallas con las que defendemos, día a día, derechos, libertades y sueños por los que gente como ella ofreció su cuerpo y sus ideales como barricada.

Un 13 de octubre murió Aida de la Fuente Penaos, Aida Lafuente (1915-1934).

Paco Alvarez

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