La
historia del Sr. Juan Cunill. Una muerte anunciada.
El
Sr. Juan Cunill Cañellas es el protagonista de esta historia, una de las muchas
que se produjeron, tanto en un bando
como en el otro, durante la Guerra Civil iniciada el 18 de julio de 1936 y que tuvieron un trágico y lamentable final.
Juan
era natural de Santa María del Camí (Mallorca) donde nació el 5 de octubre de
1892. De profesión pastelero, trabajó en el horno Santo Cristo de Palma de
Mallorca hasta que fue llamado a filas y tuvo que irse a Barcelona a hacer el
Servicio Militar. Cuando su hermano Miguel se casó, lo declararon exento por
ser de padre sexagenario y pobre.
Volvió
a Palma de Mallorca reincorporándose a su trabajo en el mismo horno, hasta que
un buen día apareció por el mismo Salvador Robles, un industrial gaditano que
probó las ensaimadas que allí se hacían y quedó asombrado de la exquisitez de
las mismas. Motivo por el cual contrató a Juan Cunill para trabajar en el
obrador de la Pastelería “Viena”de su propiedad. Fue por tanto él quien
introdujo en Cádiz las ensaimadas, especialidad pastelera hoy en día tan conocida
y extendida. Al mismo tiempo que a Juan, el citado industrial contrató también
a Antonio Valls como encargado de su pastelería. (1).
Juan
vino a Cádiz en 1921 y una vez establecido en la ciudad conoció a la joven
Catalina Aragón Utrera, natural de
Chiclana de la Frontera, con quien se casó en el año 1924. Se fueron a vivir a
un piso alquilado en el número 17 de la calle Ramón Ventín (Sacramento).
En
el vivió hasta el día de su detención. Al fundar una familia(2) y pensando en
mejorar económicamente dejó la Pastelería “Viena” y llegó a un acuerdo con
Salvador Robles, para comprarle un local de su propiedad, el bar “La Diana”,
sito en la Avenida Alejandro Lerroux número 2, comprometiéndose con él en
pagarle semanalmente una cantidad hasta abonarle la cantidad pactada. (3)
El
bar estaba frente por frente del Cuartel de Santa Elena, sede del Regimiento de
Infantería número 33 de Cádiz. El sitio era ideal para hacer negocio porque en
las casas próximas del barrio de Santa María vivían la mayoría de los sargentos
y demás clases del Regimiento y enfrente, además de lo que era el cuartel
propiamente dicho, existían unos Pabellones Militares donde vivían jefes,
oficiales y suboficiales de la unidad. Por aquel entonces eran bastantes los
militares dados a alternar en la barra de un bar y éste lo tenían muy cerca por
lo que la clientela la tenía asegurada. A primera hora eran muchos los que allí
se tomaban el café, la copa o desayunaban y que repetían la visita al mediodía
para tomar unos vinos antes de comer. Entre sus clientes habituales se
encontraba un comandante de Infantería que vivía en la planta alta izquierda de
los citados pabellones. Era muy corriente también entonces el consumir “de
fiado” y el comandante llegó a acumular una suma de consideración, de forma que
cuando en una ocasión mandó a su asistente a por unos cafés, Juan le dijo al
soldado que le dijera al comandante que le pagara lo que le debía pues él tenía
que dar de comer a sus cuatro hijas. El comandante se personó en el bar muy
airado y ofendido y tras pagarle lo que le debía le dijo textualmente: “Te voy
a meter en un sitio donde no vas a ver más la luz del día”.
En
la tarde del 18 de julio de 1936 se dio lectura al Bando de Guerra en la plaza
de Argüelles por una Batería del Regimiento de Artillería de Costa numero 1 y
la guarnición de Cádiz al mando de los generales López Pinto y Varela se sumó
al Movimiento iniciado la tarde anterior por el Ejército de África. Ese sábado
por la mañana los oficiales hicieron su vida normal y acudieron como siempre al
bar en las horas habituales. Tras la marcha de las tropas al Gobierno Civil
para proceder al asedio de éste, los establecimientos fueron cerrando y el bar
“La Diana” también.
Según
contaba su hija Antonia, todos los domingos, durante el verano, Juan
acostumbraba a llevar a su familia a la
playa (4) y el domingo 19 de julio, a pesar de lo que ocurría en Cádiz y en
toda España, no fue una excepción. Estando en la playa un amigo le advirtió que
esa noche no durmiese en su casa, pues tenía noticias de que estaban
produciéndose detenciones por parte de la policía, y él tenía antecedentes de
haber pertenecido al sindicato anarquista de su gremio.(5).
Juan
decidió quedarse a dormir en el bar, y a la vuelta de la playa, mientras que su
familia marchó a su domicilio él se dirigió al establecimiento. Eran las 18,30
horas. Al llegar vio que las puertas se
encontraban precintadas. Poco después, en la misma puerta fue detenido, siendo
conducido a la Prisión Provincial e ingresado en la misma.(6) A través de una
nota dirigida a un amigo llamado Pepe que vivía en la calle Santo Domingo
número 47, hizo saber a su mujer que se encontraba en la cárcel, pidiéndole que
le mandara una toalla y la comida, por las mañanas de 10 a 11 y por las tardes
de 4 a 5. Enterada Catalina del paradero de su marido fue a la cárcel y durante
los cuatro días que estuvo en la misma le llevaba la comida en un canasto y a
través de notitas ocultas entre la comida se comunicaban. Ella le hacía llegar
lo que él le pedía depositándolo en la guardia. Un mechero, tabaco, una
camiseta, una toalla…lo que él iba necesitando. Por este procedimiento del
papelito en el canasto, Juan le pidió también a Catalina que comunicara a
Rosalía, una conocida, que su marido Paco López estaba también allí encarcelado.
(7)
El
24 de julio, ante la masificación producida en la cárcel por las recientes y
numerosas detenciones, Juan y otros presos fueron conducidos por la Guardia
Civil a la prisión eventual que se habilitó en la llamada Fábrica de Torpedos
(actual Instituto Hidrográfico).(8) Un buen día, cuando él creía que iba a ser
puesto en libertad, fue trasladado al Penal del Puerto de Santa María. Le dejó
a su mujer una nota comunicándoselo y dándole instrucciones.(9)
En
el penal le fue levantada la incomunicación y Catalina iba a visitarle cada
jueves con alguna de sus hijas. Hablaba con él a través de una reja que los
separaba dos metros, aunque a las niñas si le era permitido acercarse a su
padre y estar con él. Por otra parte su
mujer inició gestiones con conocidos y personas importantes en aquellos días
para tratar de sacar de la cárcel a su marido.
El
día 25 de octubre, cuando fueron a visitarle, le dijeron simplemente a su mujer
que “no estaba”. Le hicieron entrega de sus objetos personales entre los que se
encontraba una almohada en la que
descubrió unas notas a ella dirigida. En la noche del 22 al 23 de
octubre de 1936 había sido sacado del Penal y fusilado. A su mujer nunca le
dijeron donde estaba su cuerpo. Un cuerpo que tapado por la tierra de una fosa
común en algún lugar le impediría para siempre ver la luz del día, como le
vaticinaron. Se supone que fue ejecutado en cumplimiento de una desconocida
sentencia emitida por un desconocido juez que resolvería el caso de un reo
acusado de no se sabe que delito. ¿Por sus ideas políticas próximas al
anarquismo?. ¿Por su pertenencia a un sindicato gremial de carácter
anarquista?. ¿Por una venganza?.
Después
del suceso, temerosas, Catalina y sus hijas se fueron a Mallorca donde vivían
los hermanos de Juan. Como dato anecdótico, el dinero para el viaje a Mallorca
se lo dio el alcalde Ramón de Carranza. Hizo gestiones para recuperar la
gramola que había en el bar de su marido pero todo fue inútil, pues la misma
fue incautada por orden de la Comandancia Militar. Catalina, la mujer de Juan,
estaba embarazada de cuatro meses de su quinta hija, a la que puso de nombre
María Luisa. Juan murió sin saber que su esposa estaba embarazada, pues no
quiso decírselo para no aumentar su angustia. El bar permaneció cerrado muchos años,
la casa fue derribada y construido un nuevo inmueble en su lugar y curiosamente
más o menos donde estaba existe en la actualidad otro bar.
Catalina
murió muy joven de una enfermedad muy corriente en aquella época de miseria,
cuando contaba con sólo 39 años de edad
y sus cinco hijas quedaron huérfanas de padre y madre. Antes de morir, con
fecha 5 de abril de 1945, solicitó la inclusión de sus hijas en el Censo de
Huérfanos (Huérfanos de la Revolución y la Guerra) y en el año 1946 les fue
concedida una pensión de orfandad. (10)
Su
familia siempre ha creído que fue una cruel venganza del antes citado
comandante de Infantería, al que acusan de ser el culpable de lo sucedido.
Éste fue dado de baja en el Ejército en
el año 1937 por tener antecedentes masónicos, más tarde sufrió la amputación de
sus dos piernas y un hermano suyo fue fusilado de igual forma que Juan Cunill en la matanza de Paracuellos.
Hoy
en día las hijas que aún viven y los nietos de Juan Cunill, el pastelero, el de
las ensaimadas de “Viena”, el honrado industrial de “La Diana”, Cafés y Vinos,
siguen buscando el lugar donde puede hallarse sepultado su cuerpo, pero no
encuentran el sumario de un posible Consejo de Guerra, que parece que nunca
existió, ni expediente judicial ni documento alguno que les ayude a esclarecer
el caso. Quizás se le aplicó directamente el Bando de Guerra. Quizás nunca se
sabrá de qué fue acusado y por quien, que fue de él y donde está, pero la
esperanza es lo único que se pierde. Algún día Juan Cunill Canellas verá la
luz.
(1) Antonio Valls, fue contratado como encargado
de la Pastelería “Viena” y fue abuelo de Antonio Valls Garrido, concejal del
Ayuntamiento gaditano y propietario después de la Pastelería “Viena”.
(2) En 1925 nació su primera hija a la que puso de
nombre Antonia.
(3) El bar tenía dos puertas a la calle y
ocupaba parte del bajo de la casa en un lugar muy próximo al que hoy ocupa el
bar “Río Saja”. En la misma casa vivían además Fernando Martín
Batilla(sombrerero), Antonio Sampayo Pérez (carpintero), Eduardo Alonso Tabeada
(cochero), Cristóbal León López (retirado) y los operarios Alfonso Barrios
Martín, Manuel Sánchez Doval y Salvador Díaz Ventura.
(4) En 1930 nació Catalina a la que llamaban
Nani, en 1932 Margarita y en 1934 Juana.
(5) Estando en Barcelona fue fichado por tomar
parte en una huelga de panaderos y además fue autor de un panfleto titulado
“Crónica obrera”.
(6) El 19 de julio se produjeron más de 50
detenciones por la policía obedeciendo órdenes del Comandante Militar. Todos los
detenidos fueron llevados a la Prisión Provincial.
(7) “Catalina mándame tabaco y harás el favor de
decir a Rosalía que Paco López está aquí. Sin más, besos a Antoñita y la Nani y
Margarita y Juanita. Tu Juan.”
(8) Fueron habilitadas como prisiones eventuales,
además de un barracón de la Fábrica de Torpedos sita en el barrio de San
Severiano, el vapor “Miraflores”.
(9) “Catalina, sabrás que hoy hemos salido de
Torpedos para el Puerto. No te apures, tu sigues y no pares hasta que
hayas conseguido mi libertad y si es que
no esté el jueves ven o escribes de lo que hay. No me mandes más que tabaco y
papel para fumar. Si vienes no traigas más que una niña. Si te hace falta
dinero se lo pides a Rafael. Esa ha sido una sorpresa. Yo esperaba mi libertad
y me mandan al Puerto. Que le vamos a hacer, paciencia, ya vendrán tiempos
mejores como dice la copla. A ver si a la noche esta …(ilegible)…libertad y me
alegraría bastante. El jueves trae una sábana y una funda. Juan Cunill.”
(10) En 1948, su hija Antonia volvería a solicitar
otra pensión para su hermana María que no estaba incluida, concediéndosele
igualmente.
Fuente: http://estoespasionporcadiz.blogspot.com/2011/08/mis-articulistas-preferidos-miguel.html
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