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jueves, 16 de abril de 2020

PURISTAS NOS DICEN Y NOSOTROS AFIRMAMOS



PURISTAS NOS DICEN, Y NOSOTROS AFIRMAMOS


Nada hay tan intransigente y categórico como las ideas.
No admitimos términos medios y ninguna clase de atenuantes.
Por eso en nuestros escritos tratamos de ser tan explícitos como podemos.
Nuestro norte es la anarquía, el punto que deseamos alcanzar y hacia el cual dirigimos nuestra marcha
Fernando Tárrida del Mármol (1)

En la cuestión social existen multitud de maneras en las que se puede abordar un tema; pero sucede que cuando los anarquistas hablan de anarquismo y hacen frente a las distorsiones del mismo, no falta nunca la voz que parece señalar con el dedo a un hereje de la era de la inquisición: ¡Puristas!


Curtidos en los debates, no nos espantan esos títulos y en el caso del purismo es algo que en lo personal reivindico. Pero como no quisiera dar lugar a equívocos daré una breve explicación lo que entendiendo por purismo y en qué manera puede esto ser reivindicable.
No es el purismo de secta, encerrados en nuestra gavilla de la cual nos negamos a asomarnos al sol por miedo a que éste nos queme; no es la defensa necia y ciega de unas ideas, sino la demostración de las mismas; no un dogma defendido “porque sí”; no es la creencia ciega y sin crítica de unas ideas, sino la comprobación-análisis-comprobación de las mismas.

De esta manera, y habiendo entendido lo que no reivindicamos, hemos de proceder a una rápida comprobación histórica, para dar por fin con lo que entendemos por purismo y la defensa abierta de ese purismo, basados en la historia y la filosofía.

No nos tiembla la mano para afirmar que el anarquismo nació como la reacción violenta al reformismo y al Estado por igual.

La crítica del Estado, realizada en todos los tiempos, tomó más seriedad y textura revolucionaria a partir de las críticas socialistas. Cuando algunos afirmaban que el Estado se podía mejorar, que era un mal necesario, que siempre había habido, había y que siempre habría Estado y autoridad, algunos socialistas previeron en el horizonte una sociedad sin Estado ni autoridad; algunos aún, buscando en la historia antigua, vieron que era una idea que se había planteado hacía muchos años.
Algunos otros socialistas defendían la idea de que el Estado y la autoridad, verdaderas máquinas asesinas del pueblo, podrían ser utilizados para beneficio del pueblo cual arma de guerra que puede ser arrancada del sicario para servir a la revolución.

Pero los socialistas anarquistas, previendo el peligro que era esa reforma de las instituciones estatales y autoritarias al maquillar y embellecer solamente las mismas prácticas y que podrían llevar a perpetuarse con una aceptación popular engañosa por las reformas hechas de forma, pero no de contenido, se alzaron en rotundas críticas a estas ideas reformistas.

Proudhon no dudó en levantarse contra el reformismo comunista de Blanqui, contra la dictadura blan quista y el Estado de tipo “popular” e incluso contra el “gobierno directo” y la “legislación directa”. Cierto que en un momento pensaba que las cosas podrían cambiarse sin un proceso revolucionario y violento, pero ya en 1851 habla de una revolución que removiera las bases de la sociedad misma y al final de su vida Proudhon apostaba ya abiertamente por la revolución social, y prueba de ello es su obra póstuma La capacidad política de la clase obrera, considerada como su testamento ideológico a los obreros franceses; Bakunin luchó arduamente contra el reformismo marxista que pretendía dar una barnizada de popularidad al Estado y la autoridad, y quien haya investigado esos hechos sabrá que la lucha era  dura y que Bakunin y sus compañeros no dieron tregua alguna en su lucha contra la autoridad marxista; Malatesta no dudó en levantar la voz contra el sistema parlamentario, aun cuando se disfrazara de socialista (léase Merlino); Kropotkin no dudó en levantarse tampoco contra el reformismo de los neodarwinianos que pretendían que la lucha por la vida era la condición de la existencia humana.

Y es que en sus fundamentos el socialismo se manifestó, no como una forma de embellecer la esclavitud: fue una violenta protesta a favor de los trabajadores en guerra abierta contra sus explotadores. Nació como la protesta de la justicia contra la desigualdad. No fue producto de una reforma, sino las formulaciones de crítica dura y firme contra la explotación y para beneficio del pueblo.

Y si esta fue la naturaleza del nacimiento del socialismo ¿en qué momento se deformó tanto para convertirse en nexos entre la defensa de los trabajadores y el ejercicio del poder político?
Esto ocurrió cuando en las filas del socialismo se mezclaron las ideas burguesas de defensa del pueblo desde el poder, de utilizar el poder político para beneficio del pueblo, detener representantes obreros y demás vulgaridades.

Entonces el socialismo, nacido como una protesta violenta contra la injusticia degeneró en “partidos obreros”, “gobiernos obreros” y cosas similares. Fue, entre otros, Karl Marx quien impulsó la idea de una lucha que mezclara las ideas del socialismo con las instituciones burguesas; fue ese “demócrata aburguesado” como bien lo define Rudolf Rocker, quien impulsó “partidos obreros”, “conquista del poder político”, “dictadura del proletariado”, “Estado obrero” y demás propuestas absurdas.

No mantener la pureza del socialismo lo hizo degenerar en cosas tan horrendas que actualmente por socialismo algunos entienden gobiernos abiertamente burgueses como el de Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro, Evo Morales o la brutal dictadura China e incluso los jemeres rojos, la brutalidad de la dictadura de Lenin, Trotski y Stalin y regímenes iguales de burgueses y criminales.
¿Qué pueden tener de socialista, de violenta protesta contra la injusticia, regímenes dictatoriales en donde la injusticia es la norma de  conducta?
¿cómo puede un gobierno, expresión máxima de la injusticia, ser a la vez la defensa de la justicia, cuando su función principal es precisamente la de vigilar el bienestar de los explotadores  sobre  los trabajadores?
¿en qué cabeza cabe que las dictaduras, gobiernos y partidos políticos, elementos ejecutores de la injusticia, puedan en algún momento ser defensores de la justicia?

El socialismo nacido como la defensa de la justicia frente al capitalismo degeneró de manera terrible al grado de que hoy todos los que se dicen socialistas han hecho defección del socialismo en sus  fundamentos.

Solamente el anarquismo es la única rama del socialismo que puede jactarse de mantenerse fiel a los principios socialistas: su renuncia a los elementos ejecutores de la injusticia, léanse gobiernos, dictaduras y leyes; su mantenimiento de combate a toda forma de injusticia y autoridad; su rechazo completo del Estado y de sus instituciones le dan la condición de ser la única rama heredera auténtica del socialismo.
Las demás ramas podrán adoptar el nombre que sea de su preferencia, pero de socialistas no tendrán más que el nombre.

Sumergidos en gobiernos, leyes, Estados, partidos, autoridad, dirigencias y vanguardias, todos ellos derivados en un vulgar capitalismo de Estado, no les otorga de socialistas más que la etiqueta. Un estudio de los orígenes del socialismo y sus aspiraciones que dieron origen a su nacimiento no permite llamarlos socialistas.
Regresando al anarquismo y a nuestra defensa del purismo, podemos jactarnos de decir que tenemos un ejemplo claro en el socialismo sobre lo que sucede cuando en vías de la apertura se da cabida a elementos de todo tipo e ideas.

Podemos, pues, decir con la historia en la mano que esa apertura que a veces se toma como elemento de libertad no trae sino elementos de todos        los       colores            dañando          los fundamentos de una idea, y por el contrario que el mantenimiento de la pureza de las ideas es algo que debe estar presente para que estas no degeneren en vulgaridades como le sucedió al socialismo originario. A partir de la primera manifestación del anarquismo de manera filosófica con la obra de Proudhon

¿Qué es la propiedad? en ese mítico 1840, el anarquismo se desmarcó de las demás ramas del socialismo y tomó una personalidad propia.

Esta diferenciación del anarquismo de las demás ideas sociales no era solamente una protesta contra el Estado y la autoridad, sino también contra el reformismo de quienes pretendían  mejorar  y/o  utilizar  al Estado como elemento emancipador o instrumento de mejora de las condiciones de las capas populares. Antiestatal y antirreformista fueron los primeros rayos del sol que alumbraron al anarquismo. Y lo fueron no solamente como condiciones necesarias a su personalidad propia como anarquismo, sino como mantenimiento y pureza de las ideas originarias del socialismo, al grado que como hemos dicho antes el anarquismo es la única rama socialista que se mantiene fiel a sus raíces.
                                                                                                                                                                           
Así, la pureza del socialismo y del anarquismo, para ser tales, se ven forzados inevitablemente a ser antirreformistas y por extensión puristas en el sentido más claro de la palabra: mantener la pureza de las ideas, alejadas de las contaminaciones ajenas a ellas, y esto no por mero capricho, sino por haberlo demostrado con la historia en la mano. ¿Cuáles son estas contaminaciones? Precisamente aquello contra lo que siempre se ha luchado: nexos con el enemigo, el capitalismo, el Estado, la autoridad, y conforme a ellos, todos los que aspiran a tomar el poder político sean del nombre que sean, así como todo tipo de vanguardias y dirigencias que nada tienen que ver con las aspiraciones de justicia, equidad y libertad que propugna el anarquismo.

El anarquismo se desmarcó de las demás ideas por una característica que no comparten ninguna de las demás ideas sociales, y que fue precisamente esta condición la que dio personalidad al anarquismo: la negación radical del Estado.
Y es que todas las demás tendencias que se ven involucradas en la cuestión social, tanto enemigas como “compañeras” comparten una cosa en común.

Preguntemos a los partidarios de la dictadura militar si consideran al Estado una institución imprescindible y responderán afirmativamente; preguntemos a republicanos, liberales y laicos si desean la destrucción del Estado y todos ellos dirán que no; preguntemos a los socialistas parlamentarios si desean mejorar el Estado para ejercer un gobierno que consideran mejor y dirán que es justamente eso lo que desean; preguntemos a los partidarios del fascismo si desean la destrucción del aparato estatal y todos lo negarán; preguntemos a los marxistas más radicales si desean la conquista del poder político, y si no responden con ambigüedades y se ciñen a las enseñanzas de su maestro todos dirán que sí.

Todos ellos, pese a sus diferencias ideológicas, desean conquistar el Estado. Todos ellos consideran al Estado un arma imprescindible para el orden. Todos ellos, pese a que algunos digan que después de un periodo se debe destruir, comparten la necesidad del ejercicio del poder estatal. Las diferencias en las formas de ejercer el poder los dividen, pero en el fondo el ansia de poseer el Estado los hermana.
Unos prefieren un Estado militar con una férrea dictadura que trate a las personas como bestias que de- ben ser domadas; otros dirán que el Estado debe ser más democrático y brindar más (2) libertades al pueblo; otros se dirán representantes del pueblo revolucionario y pretenderán un gobierno obrero, campesino y popular con, quizá, la posibilidad a desaparecer después de 3 generaciones. Las diferencias, pues, se deben únicamente a la forma, pero no al contenido.

El anarquismo es la única teoría social, económica y filosófica, que considera que el Estado, sea cual sea su forma y contenido, es una pesadilla para los pueblos y considera que el primer acto de una revolución debe ser la extirpación radical y sin periodos intermedios del Estado y sus instituciones, lo que también equivale a la destrucción de la autoridad de unos sobre otros de manera coactiva (3).

Tenemos, pues, dos elementos esenciales al anarquismo y que históricamente le dieron una personalidad propia tomando distancia de todas las demás ideas sociales, incluidas las que pretenden mejorar la condición del pueblo incluso mediante la revolución, pero manteniendo la estructura estatal: antirreformismo y negación radical de toda forma de autoridad, Estado, capitalismo y cualquier forma bajo la que se esconda la dominación de unos sobre otros.

Sin estas condiciones el anarquismo no sería anarquismo, sino una teoría igual de reformista que las demás.
Los anarquistas, quienes pretenden llevar a cabo la revolución para implantar el sistema económico, político y social del anarquismo, no serían anarquistas si faltaran a esta renuncia radical a toda forma de Estado y autoridad.
Su personalidad ideológica no se debe a la pinta de una A circulada, a un estilo de música o forma de vestir, ni a amistades con tal o cual persona con la que mantenga una relación, sino a fundamentos históricos, filosóficos y económicos que condenan de manera implacable toda forma de Estado y autoridad.

Despejados de todo impulso pasional, de todo deseo o sentimiento, la historia nos demuestra que el Estado y la autoridad son dos elementos a suprimir de manera directa junto a todos sus tentáculos e interpretaciones.
El anarquista, pues, no puede hacer dejación de sus principios ideológicos más que al costo de dejar de ser anarquista.
Efectivamente ¿se puede ser anarquista y participar en el parlamento? ¿Se puede ser anarquista y policía a la vez? ¿Se puede ser anarquista y participar en las instituciones del Estado?
Creemos que no. En tal caso quien se llame anarquista podría ser un coherente socialista parlamentario, un republicano, un marxista, pero de ninguna manera un anarquista.

El anarquismo no es una filosofía para poner en práctica dentro de 100 años cuando estalle la revolución (o antes), sino una forma de actuar en el aquí y ahora, en las asambleas y conferencias, en la familia, la pareja o el trabajo. Porque el anarquismo no es un disfraz para ponerse cada domingo, sino una práctica diaria.
Contaminados por el ejercicio del Estado, el marxista puede darse la mano con los nazis (4), con los que comparte la necesidad del ejercicio del Estado; el fascista se puede dar la mano con los marxistas (5) y el republicano se puede dar la mano con la reacción más derechista (6); radicales, conservadores y de toda tendencia pueden tener mil discursos con distintos matices y llevar una conducta personal y política de lo más contrario a lo que predican.

Haciendo ejercicio de las herramientas de opresión al pueblo no importa lo que digan sus palabras ni sus aspiraciones cuando en el fondo encontramos el mismo pantano estatal.
Pero los anarquistas no hacen uso de esas herramientas de opresión, no está en su filosofía la necesidad de los mismos sino su destrucción y la instauración de la sociedad radicalmente distinta de la actual. Por ello su accionar debe ser coherente entre fundamentos ideológicos y práctica.

De esta manera el anarquismo se presenta como una exigencia de coherencia para quienes se asumen como anarquistas.
Esta coherencia, esta ligazón inevitable entre los fundamentos ideológicos del anarquismo y los anarquistas, es lo que nosotros reivindicamos como purismo.
¿De qué manera a alguien se le ocurre pedirle a un anarquista, por una supuesta apertura mental (7), su ayuda o simpatía con un partido político, cuando el anarquista desea destruir esos mismos partidos, y llamarle dogmático cuando se niegue a ello? ¿de qué manera, si no es desconociendo el propio anarquismo, se le puede reclamar a un anarquista el que no vaya a votar, cuando es la elección de amos uno de los puntos que el anarquista desea destruir? ¿de qué manera se le puede decir cerrado a un anarquista que ve en el marxismo la misma idea genocida que tantos anarquistas ha asesinado a lo largo de la historia y cuyas ideas apuntan a la conquista del poder político, mismo que los anarquistas buscan destruir?

Solicitamos a quienes incurren en semejantes disparates que antes de llamar cerrados o dogmáticos (8) a quienes se nieguen a apoyar las manifestaciones del Estado y la autoridad, que primero conozcan las ideas anarquistas. Porque a nosotros no se nos pueden mezclar con las demás tendencias estatales que pueden hermanarse unas con otras porque en el fondo el Estado forma parte de su estructura ideológica.
Nosotros hemos declarado la guerra al Estado y la autoridad en todas sus manifestaciones, tanto en el ámbito estudiantil como en el sindical, en la asamblea como en el trabajo, en las manifestaciones como en nuestra vida diaria.

No mendigamos al Estado algunas leyes, no recibimos dinero de nuestro enemigo, no esperamos ninguna mejora proveniente de quienes aplastan al pueblo, ni vamos a darnos la mano con empresarios, burgueses o aspirantes al poder político, aun cuando su discurso nos hable de revolución.
Para nosotros es un crimen la existencia del Estado, y cómplices quienes lo apoyan o desean conquistarlo y ejercerlo. Y esto no es algo que nos saquemos de la nada. Son conclusiones que provienen desde los clásicos del anarquismo y que conforme se estudia el actuar del Estado y la autoridad en la actualidad se confirman paso a paso.
Este combate a nuestros enemigos constituye para nosotros un fundamento irrenunciable. No deseamos modificar algo demostrado de continuo, y por ello no aceptamos ningún compromiso con el enemigo quienes asumimos el anarquismo como algo serio y no una etiqueta dominguera, y en ese sentido deseamos mantener nuestras ideas puras.

¡Puristas! Nos dicen ¡ y nosotros afirmamos!
Puristas, porque no queremos ser piezas de ajedrez en el tablero de la política burguesa.

Puristas, porque no queremos en nuestras filas a quienes de  frente nos hablan de camarada y en sus aspiraciones se encuentran las mismas ideas que nosotros combatimos (conquista del poder político, centralismo, autoridad).

Puristas, porque defendemos la pureza de los principios ideológicos del anarquismo sin la mancha gubernamental, aunque ésta se presente como social, socialista o comunista. Es decir, aunque esa mancha gubernamental se presente como gobiernos obreros, liberales, socialistas o leyes a favor del pueblo. Porque sabemos que todo eso no son más que falacias, máscaras del mismo enemigo que se nos presenta con otras formas.

Puristas, porque la amistad no está por encima de las ideas, y a quien se presenta como amigo, pero es un enemigo declarado de la libertad y la justicia popular, no podemos brindarle nuestra amistad y con ella la complicidad.

Puristas, porque a quienes se dan  la mano con los partidos políticos y sin embargo pretenden estar en nuestras filas les llamamos por su nombre: traidores.

Puristas, porque en el conflicto social ya hay demasiados que trabajan en el marxismo y los “movimientos sociales” a secas, y nosotros destinamos todas nuestras fuerzas, tiempo, energías, dinero, inteligencia, investigaciones y militancia al anarquismo. Sin ambigüedades. Porque consideramos que es ilógico decirse anarquistas y dar propaganda a ideas ajenas a las nuestras.

Puristas, porque para nosotros el anarquismo no es un bonito sentimiento, sino una lucha firme y sin ambigüedades.

Puristas, porque no somos anarquistas de nombre, sino de hechos diarios, de propaganda y militancia.

Puristas, porque en medio de tanta contaminación estatal nosotros deseamos marcar una línea divisoria con todos ellos, para mantener una lucha anarquista sin medias tintas.

Puristas, porque nuestra  apertura al pueblo llano no significa una dejación de principios ideológicos, los cuales para nosotros son inamovibles e incorruptibles.

Puristas, porque con Malatesta decimos que “A los anarquistas les compete la especial misión de ser custodios celosos de la libertad, contra los aspirantes al poder y contra la posible tiranía de las mayorías”, y por ello consideramos la defensa de la pureza de las ideas anarquistas un deber del anarquista.

Puristas, nos dicen, y nosotros respondemos ¡Desde luego, somos puristas!

Erick Benítez Martínez  -  Diciembre del 2019



Notas:

1.- Anarquismo sin adjetivos. Reproducido en Antología Ácrata Española, de Vladimiro Muñoz, página 31

  2.- Otorgar, dar, brindar, permitir, dominar, pero dejando la cuerda un poco más floja. Todos estos actos son equivalentes unos de otros.

3.- Hablamos de exterminar la autoridad coactiva para no dar lugar a falsos debates sobre la autoridad intelectual del albañil en las labores de la construcción, del panadero a la hora de hacer pan, etc. En lo siguiente se entenderá que nos referimos a la autoridad estatal, policial, económica y coactiva.

4.- Ejemplos no faltan en la historia: en 1939, con motivo de la invasión rusa en Polonia, al llegar a la población el ejército rojo se encontró con que los nazis ya estaban ahí saqueando a las poblaciones y se dieron amistosamente la mano, marchando juntos, incluso, colocando estrellas rojas y esvásticas nazis en los “arcos de la victoria” en Brest-Litovsk.

5.- En 1938 la Alemania nazi firma un tratado de no agresión con los bolcheviques.

6.- Creo superfluo brindar uno de los miles de ejemplos de esto.

7.- Nada puede haber en la política más cerrado de mente que la ingenua idea de que la política burguesa, el mismo fracaso que tantas veces se ha ensayado, pueda brindar un mínimo de libertad al pueblo trabajador. Apertura de mente es ver más allá de las rejas estatales y ver la necesidad de destruir la casona estatal.
8.- Resulta curioso cuando nos negamos a trabajar con gente ambigua y se nos llama “cerrados y dogmáticos” pero esa gente resulta más dogmática y cerrada de lo que acusan a los demás.
Nadie que se salga de sus concepciones merece respeto para esa gente. Todos los que se niegan a darles la razón son atacados de manera furibunda, muchas veces de formas en las que no atacan siquiera al Estado o a los capitalistas.
Para ellos todos deben ser exactamente como ellos lo consideran. No se trata de una defensa de unas ideas como es nuestro caso, sino de la alineación de la personalidad, ya que no tienen unas ideas definidas no podemos hablar de defensa de unas convicciones. Ellos no quieren sino que todos pensemos y seamos exactamente como ellos: todos debemos, no por decisión, sino forzados para no ser insultados o verse como cerrados ante los demás, aceptar las mezclas más extrañas y contrarias unas de otras, aunque ese amasijo de gente sólo sirva para encumbrar a algunos a algún puesto de dirigencia.
Todos deben querer mezclar todo tipo de ideas, todos deben verse como hermanos aun cuando sea el enemigo, todos deben pensar que pueden trabajar con organismos, instituciones o sindicatos del Estado y que estos, de tentáculos de la injusticia se convertirán, como por arte de magia, en compañeros leales y sinceros.
¡ Malaya quien no lo haga! ¡ Maldito quien se atreva a salirse de esos carriles! Será insultado y tachado de dogmático pretendiendo imprimir el sello de la ignominia en su frente.
Por fortuna a nosotros esa gente no nos genera sino risa, y continuamos nuestro camino sin dar importancia a lo que no lo tiene.

Fuente: FRAGUA SOCIAL (órgano de expresión de la Confederación Regional de Levante CNT-AIT)

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